San Salvador. Para Francisco, un taxista salvadoreño, la dolarización es “lo más horrible que han metido en este país”. El desfavorable tipo de cambio con el que se introdujo la divisa estadounidense como moneda de curso legal hace más de dos décadas se siente ahora más que nunca, con un alto costo de vida que se convirtió en la principal preocupación en este país ahora que la violencia está controlada con el régimen de mano dura del presidente Nayib Bukele.
Será, además, uno de los principales desafíos en una segunda gestión si lograra su cuestionada reelección en los comicios de este domingo.
“Es que no fue una dolarización. Acá si ganabas 1.000 colones, ahora ganas 200 y algo. No es que ganas $1.000. Pagamos los mismos precios que en Estados Unidos, pero no ganamos lo mismo. Ganamos en colones transformados en dólares”, completa Francisco, sobre su contundente definición, que comparten otros trabajadores informales, que representan el 70% de la economía en El Salvador.
“Antes, con $100 que le mandaban de afuera uno vivía galán; eran 800 y pico de colones. Ahora con $100 no haces nada”, grafica este taxista mientras maneja por las siempre cargadas calles de esta capital. Esta situación la vive un cuarto de la población salvadoreña que recibe remesas desde el exterior, casi en su totalidad de Estados Unidos, según datos oficiales de 2022.
Después de dos décadas, el pequeño país de América Central afronta una situación económica crítica, que golpea especialmente a las clases vulnerables, con una pobreza extrema que pasó de afectar al 5,6% de la población en 2019, el primer año de Bukele, a 8,6% en 2022, según los últimos datos oficiales.
Según una encuesta de la consultora Fundaungo del 2023, siete de cada 10 personas en El Salvador señalan que la economía es el problema más grave que enfrenta el país actualmente, y apenas 4,4% mencionó problemas vinculados con la inseguridad, que encabezaba la lista en 2021. El costo de vida es la prioridad: el 63% declaró que aumentó “mucho” el año pasado.
“Yo creo que el principal logro de Bukele en materia económica ha sido el tema de la seguridad: en El Salvador no podía pensarse en ninguna estrategia de activación económica si antes no se sacaban de las calles a las pandillas. El país ha tenido por un cuarto de siglo una de las tasas más bajas de crecimiento de la región con Haití, Venezuela y la Argentina, y uno de los obstáculos era el tema de la inseguridad”, señala el expresidente de Banco Central de Reserva (BCR) de El Salvador Carlos Acevedo. “Ahora vienen los siguientes desafíos”, agrega.
Dólar y precios altos
El 1º de enero se cumplieron 23 años de la implementación del dólar como moneda de uso corriente en El Salvador, que en los papeles es en rigor bimoneratismo. En 2001, se convirtió en el tercer y último país de América Latina en tomar este camino, después de Panamá y Ecuador.
Esta medida tuvo la particularidad de establecerse en un contexto de estabilidad, a diferencia de la Argentina actual, cuando el gobierno de Javier Milei mantiene el proyecto en agenda para paliar una profunda crisis económica y una altísima inflación.
Otra diferencia clave es la reserva de dólares, que en este país está garantizada por las remesas de la diáspora salvadoreña, un ingreso que todavía sigue teniendo un fuerte peso en el PBI, de alrededor del 25%. En 2023, hasta octubre habían ingresado al país $6.742 millones por ese concepto.
La medida tenía entre sus objetivos eliminar el riesgo de una devaluación, mantener la inflación baja, reducir las tasas de interés, atraer inversión y procurar una mayor disciplina fiscal al eliminar la política monetaria, muchos de los cuales no fueron cumplidos.
Acevedo analiza que la dolarización “hizo a El Salvador menos competitivo y eso dificultó el crecimiento”, y destaca que también influyó en los precios altos.
Detrás de la inflación del 1,2% en 2023 hay un fuerte incremento del precio de los alimentos, que en general duplica a la inflación general. Considerando el pico de inflación de más de 7% en 2022, Acevedo calcula que el precio de los alimentos aumentó entre 35% y 40% en los últimos tres años.
“La canasta básica de víveres está por las nubes. Con $100 acá en El Salvador no te comprás nada”, se queja, en ese sentido, un trabajador de una comunidad humilde en las afueras de la capital.
Para la economista salvadoreña Tatiana Marroquin, la dolarización está vinculada con la crisis de precios “por la apertura comercial, especialmente a Estados Unidos, y la gran dependencia de importaciones para alimentarnos”.
“Hace que seamos totalmente receptores de Estados Unidos, entonces se traslada el precio de bienes y servicios”, señala, y los más afectados son los que viven con lo justo.
El salario mínimo en El Salvador va de $243 para el sector agropecuario a $364 para quienes trabajan en áreas de comercio, servicios e industria, mientras que está en análisis una propuesta de aumentarlo a $304 y $456, respectivamente. La canasta básica cerró 2023 con un costo de $257 por mes por familia, según datos del Banco Central, siete puntos más que un año antes.
Falta de inversión
Los precios altos también son una de las barreras para atraer inversión extranjera directa que, paradójicamente, era uno de los objetivos de la dolarización.
Con el objetivo de aumentar la inversión, una de las prioridades inevitables para el próximo gobierno, Acevedo explica que la pública no es una opción, por lo que debería apuntar a atraer inversión extranjera directa y revertir la tendencia de las últimas décadas, cuando El Salvador fue de los países que menos recibió.
“El Salvador es un país caro y con eso no hay mucho que hacer. Si un inversionista quiere venir, el precio de la tierra es cuatro o cinco veces más caro que en Honduras o Guatemala. El salario mínimo aquí es más bajo, pero hay propuestas de subirlo, y eso reduciría un poco la ventaja”, enumera Acevedo.
Otro problema es que la mano de obra no está calificada para muchos trabajos, menciona Marroquin. “Además de enfocarse en el problema de la violencia, se necesita un estado que pueda intervenir más allá de lo publicitario, porque quizás no son medidas populares inmediatas, pero sí en el mediano plazo. Como una reforma fiscal o una mejora en educación… Porque las empresas más que pensar en irse al país con un presidente popular, quieren buenas carreteras y buenos costos de energía”, dice.
Sin dudas uno de los objetivos menos alcanzados por la dolarización fue el de la disciplina fiscal. La deuda pública real alcanza supera el 80% del PBI, según informes privados. “El Salvador presenta un problema relativo a la deuda pública que amenaza con volverse insostenible”, indica un estudio de Cristosal de septiembre pasado.
El economista y exvicepresidente del BCR Otto Boris Rodríguez menciona que cuando asumió Bukele la deuda era de $19.000 millones, acumuladas en los 30 años de gestiones anteriores. “Y ahora en cuatro años y medio se incrementó en $9000 millones, casi un 45% más. Y eso genera problemas”.
¿Marcha atrás?
Luis Membreño, economista salvadoreño, advierte que, tras acudir a préstamos a organismos internacionales y a la banca, el gobierno se va quedando sin recursos para hacer frente a esa deuda. “Lo que le queda ahora es incrementar impuestos o desdolarización”, dice, aunque aclara que no está sobre la mesa ese plan.
“Pero como este gobierno tiene todo el poder, así como pudieron definir en horas que el bitcoin fuera una moneda de curso legal, también podría eliminar el dólar y regresar a una moneda local. Para poder volver a tener política monetaria y poder imprimir, aunque eso genere inflación”, señala. Para él, de hecho, la Ley Bitcoin, fue una intención fallida para cambiar la moneda.
“Pero ahora es complicado desdolarizar. Dolarizar es fácil. Pedirle a alguien que tiene pesos que acepte dólares es fácil; pero que una persona acepte una moneda peor de la que tiene es complicado”, remarca Membreño.