En un reciente día entre semana, Saifi Ahlem, subió al metro a las 5 a. m. para llegar a su trabajo como asistente de pasajeros en el aeropuerto de Orly, donde suele trabajar 44 horas por semana, muy por arriba de las 35 horas oficiales de la semana laboral en Francia.
Esa tarde, ella tomó un corto descanso para almorzar y después se dirigió a su segundo empleo, como gerenta de ventas en el hipermercado francés Carrefour, terminando su día laboral a las 9 p. m.
“Francia tiene la reputación de tener trabajadores holgazanes”, dijo Ahlem, de 26 años. “Sin embargo, nunca he trabajado solo 35 horas. Eso sería como dormir en mis laureles”.
Más de una década después de haber sido introducida, la semana laboral de 35 horas sigue proyectando una imagen de Francia como uno de los lugares más relajados del mundo para trabajar. En la mayoría del resto de la eurozona, la norma es la semana laboral de 40 horas.
Pero, en realidad, la semana laboral francesa de 35 horas se ha vuelto simbólica en su mayor parte, conforme empleados, a lo largo del país, trabajan durante más horas y con mayor intensidad, con una tasa de productividad por hora alrededor de 13% mayor al promedio de la eurozona. Además, una profusión de vacíos permite a muchos empleadores franceses evadir la ley con maniobras.
Considerando todo, los trabajadores galos trabajan en promedio 39,5 horas por semana, justo debajo del promedio de la eurozona de 40,9 horas por semana, con base en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Ahora, ya estalló una lucha dentro del gobierno socialista del presidente François Hollande en torno a si se pone fin oficialmente a la semana laboral de 35 horas nominalmente, como una forma de superar el malestar económico de Francia.
Rompiendo un tabú, el ministro de Economía, Emmanuel Macron, ya empezó a cuestionar abiertamente que la medida – aprobada en el 2000 por un gobierno socialista para fomentar la creación de empleo– aún sirva a las necesidades del país.
Las tensiones subieron marcadamente luego que Der Spiegel , el semanario informativo, informara el domingo de que un plan de acción germano-francés, preparado para Macron y su homólogo alemán, Sigmar Gabriel, se pronunciaría por reformar la semana de 35 horas. Tras una tormenta de protestas, funcionarios oficiales buscaron la semana pasada apaciguar temores de que estuviera en marcha un cambio importante.
El informe, el cual se dio a conocer el jueves, “no pone en duda” la presente semana laboral, dijeron, aunque el Gobierno ve, efectivamente, espacio para más flexibilidad dentro del marco de la ley.
La semana trasanterior, Macron, centrista económico, declaró ante el Parlamento que la norma de las 35 horas había pintado durante demasiado tiempo a Francia como “un país que ya no quería trabajar”, enviando una señal negativa a empresas extranjeras que deseaban invertir aquí. Dados los desafíos económicos de Francia, dijo Macron, las 35 horas “ya no deberían ser puestas en un pedestal”.
Sus comentarios provocaron una repercusión inmediata dentro de su Partido Socialista y entre oficiales de sindicatos, quienes acusaron al Gobierno de amenazar con la destrucción de un tótem del Estado galo que muchos aún aman.
Cualquier esfuerzo por debilitar la norma de las 35 horas “no será puesto en marcha aquí en Francia”, advirtió Bruno Le Roux, el presidente del Partido Socialista.
Para asalariados como Ahlem, la resistencia política al cambio parece fuera de contacto con la realidad económica. “Realmente deberíamos estar alentando a la gente a trabajar más si quieren; no lo contrario”, dijo.
La ley no ha mejorado una tasa de desempleo que, en 10,2%, ronda cerca de su máximo nivel. Tampoco resuelve un desafío más profundo en el lugar de trabajo en Francia: el creciente uso de contratos a tiempo parcial, que los empleadores usan con frecuencia cada vez mayor para evitar el pago del costoso tiempo extra.
Ahlem tiene un salario base, antes de impuestos, de alrededor de 13,45 euros, o $17, por hora de Groupe 3S, que suministra servicios de pasajeros en el aeropuerto. Ella recibe 10,78 euros por hora en Carrefour, que es mejor que los 9,53 euros del salario mínimo mensual de Francia por hora.
Ahlem preferiría trabajar turno completo en Carrefour, donde está reemplazando a un trabajador con permiso de ausencia. Sin embargo, hasta ahora ella ha sido capaz de obtener tan solo un contrato de tiempo parcial. En el ínterin, las normas de la semana laboral de 35 horas –a pesar de los huecos– requieren que su empleador en el aeropuerto, Groupe 3S, limite su tiempo trabajando a un máximo de 44 horas por semana, bajando sus ingresos allá.