Tokio. Cuando estaba encinta con el primero de sus tres hijos varones, Chiaki Kitajima, ejecutiva de publicidad en esta ciudad, dice que sus jefes quedaron en estado de shock porque, en lugar de aceptar menos horas y una degradación tras su permiso por maternidad, ella hizo una presentación sobre los motivos por los que la empresa debería subsidiar el cuidado infantil.
“Tuve que pelear para convencerlos de que apoyarme era una buena inversión”, aseguró.
Kitajima, de 47 años, ahora es la directora creativa de su agencia de publicidad, pero dice que las madres en su nivel profesional siguen siendo una rareza.
Al primer ministro de Japón, Shinzo Abe, le gustaría cambiar eso. Además, tiene una solución para la agobiada economía de su país: la súper mamá
En últimas fechas, Abe ha estado alentando a mujeres japonesas a que lo tengan todo. Una carrera fructífera, hijos y, de preferencia, más de uno.
En un país donde equilibrar el trabajo con la familia siempre ha sido particularmente difícil, Abe ha prometido aligerar el camino para mujeres como Kitajima, con más cuidado infantil financiado por el Estado y otras medidas para fomentar “una sociedad en la cual todas las mujeres brillen”.
Abordar la menguante población del país y la fuerza laboral en descenso fomentando que las mujeres trabajen forma parte de su esfuerzo con la intención de revigorizar la economía, que se está viendo particularmente inconstante después de que Japón cayera inesperadamente en una recesión el trimestre pasado.
Sin embargo, será difícil poner en práctica sus promesas, dadas las enraizadas normas sociales y corporativas. Si bien el porcentaje de mujeres trabajadoras ha estado creciendo de manera constante –y actualmente supera el nivel de Estados Unidos–, ellas suelen percibir considerablemente menos remuneración que los varones.
Las madres de familia, en particular, tienen mayores probabilidades de abandonar la fuerza laboral. Abe debe superar una enquistada cultura corporativa que recompensa largos e inflexibles horarios que favorecen a los hombres, en tanto el propio partido conservador del primer ministro encarna un improbable defensa de la mujer.
Una década atrás uno de sus predecesores, Yoshiro Mori, manifestó que las mujeres que demoraban dar a luz a fin de trabajar estaban egoístamente “regocijándose en la libertad”, insinuando que aquéllas que no tenían hijos deberían ser descalificadas de pensiones públicas.
Un ministro de salud en el primer gobierno de Abe, que duró de 2006 a 2007, describió a las mujeres como “máquinas de hacer hijos”.
Este verano, un miembro del partido gobernante de la Asamblea Metropolitana de Tokio tuvo que disculparse por intimidar a una exlegisladora con llamados de “cásese” y “¡qué!, ¿no puede tener un bebé?”
En una parada de campaña antes de la elección parlamentaria especial que le dio a su administración una mayoría renovada, el ministro de finanzas de Abe, Taro Aso, quien es propenso a meteduras de pata, dijo que los problemas demográficos de Japón eran causados por “no tener hijos”. Si bien él no especificó de quién era la culpa, el comentario provocó un clamor de indignación.
El líder del mayor partido de la oposición comentó que “son imperdonables las declaraciones que parecen culpar a las mujeres que no pueden tener hijos”.
Desigualdad mundial. Estados Unidos y Europa enfrentan desafíos similares. Las políticas nacionales no han logrado resolver en su mayoría desigualdades en los sueldos o crear amplios sistemas de apoyo para las madres trabajadoras.
Sin embargo, la brecha de géneros en Japón es más pronunciada. La tasa de natalidad del país es de apenas 1,4 niños por mujer, entre las más bajas del mundo y muy por debajo del nivel necesario para mantener a raya un marcado descenso en la población en las próximas décadas.
Además, cuando las mujeres niponas efectivamente tienen hijos, renuncian a sus empleos con mayor frecuencia que las madres en otros países industrializados, dejando un hueco en una fuerza laboral de por sí menguante. Si bien muchas madres de familia empiezan a trabajar de nuevo una vez que sus hijos alcanzan la edad escolar, la mayoría acepta empleos de bajos sueldos y tiempo parcial o por contrato.
Esto, destacan expertos, contribuye a explicar por qué las mujeres japonesas perciben 40% menos que los hombres en promedio y ocupan tan solo uno de cada 10 puestos de nivel gerencial.
En setiembre, la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, dijo que medidas significativas para cerrar la brecha entre géneros pudieran incrementar el crecimiento económico de Japón en un cuarto de punto porcentual (0,25%). Eso no es poco en un país que ha promediado crecimiento inferior a 1% durante las últimas dos décadas.
“Japón está usando solo la mitad de su población, así que ¿cómo puede competir internacionalmente?”, se cuestiono Mikiko Fujiwara, exbanquera de inversiones que conduce seminarios de carrera para empleadas en negocios y gobierno locales.
Resultados. La demanda de sus servicios, expuso, ha subido desde que Abe empezó a impulsar su mensaje de poder para la mujer entre ejecutivos corporativos. “Antes, no creían que valiera la pena el dinero por entrenar mujeres específicamente, pero eso ha cambiado”.
Hasta ahora, el registro de Abe es mixto. En setiembre, él nombró a cinco mujeres para su gabinete, igualando el mayor número que se haya registrado.
Sin embargo, la mayoría pertenecía al ala más conservadora de su partido, el cual se opone a causas feministas como cambiar la sucesión real de Japón, exclusivamente para varones, y permitir que maridos y esposas conserven apellidos separados. Dos de las mujeres renunciaron en octubre, ante escándalos de financiamiento de campaña.
Una de las primeras propuestas de Abe también ha sido blanco de ataques. Él bosquejó planes para extender el permiso por maternidad por hasta tres años, idea que reflejaba a todas luces la creencia en Japón, común en otra época, de que las mujeres necesitan “abrazar a los niños cerca de sí” hasta que puedan gatear. Sin embargo, una ausencia tan larga del trabajo también puede descarrilar una carrera.
“La idea de tomar tres años de permiso es absurda; nadie pidió eso”, aseguró Rumi Sato, periodista y autora de Sugo-haha , o Madres asombrosas, estudio de madres trabajadoras en Japón.
Los movimientos estratégicos más concretos de Abe se han centrado en la atención infantil, que escasea en grandes ciudades. Su gobierno está intentando eliminar listas de espera en centros de cuidado infantil.