Durante los dos últimos años, los bancos centrales se han tenido que emplear a fondo para contener la inflación y reafirmar su compromiso con la estabilidad de precios.
Aunque buena parte de las presiones inflacionistas provenían de factores de oferta, derivados de los efectos del covid-19, las guerras o la sequía, la actuación de las autoridades monetarias estaba bien justificada por la necesidad de guiar las expectativas de inflación desde niveles cercanos al 10% hacia cerca del 2%, acordes con el objetivo de estabilidad de precios.
De esta manera, los ciclos de subas de tasas de interés que se han implementado en buena parte de las economías, han sido los más agresivos de la historia reciente.
Así, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos subió las tasas de interés de referencia en un total de 525 puntos base (pb) desde marzo de 2022, hasta situarlos en el rango entre 5,25% y 5,5% en la actualidad, mientras que el Banco Central Europeo (BCE) los aumentó 450 pb.
De igual forma, el Banco de Inglaterra (BoE) incrementó las tasas 400 bp, mientras que los bancos centrales de los países de Latinoamérica los han subido entre un máximo de 1.175 pb, en el caso de Brasil, y un mínimo de 750 pb en México.
Además, el tensionamiento de la política monetaria se vio reforzado por la menor provisión de liquidez de los bancos centrales.
Concretamente, los balances de la FED y del BCE se redujeron un 14% y 20%, respectivamente, desde sus niveles máximos. Como es habitual, el ajuste de la política monetaria tarda en trasladarse a la economía real, pero ya empezó a moderar la inflación.
Por ello, todo apunta a que las tasas de interés ya habrían alcanzado sus niveles más altos en la mayor parte de las economías, con la excepción de Japón, que todavía no ha conseguido salir de la política de tasas de interés negativas.
Ahora, la gran incógnita es cuándo y cuánto se flexibilizará la política monetaria. En las economías emergentes, bancos centrales como los de Brasil, Perú o Colombia tomaron la iniciativa al reducir las tasas de interés en la segunda mitad de 2023, al igual que lo hizo el Banco Central de Costa Rica al final del año.
Se espera que aquellos que aún no lo han hecho, sigan este camino en los primeros compases de este año.
Estas economías iniciaron el ciclo de ajustes antes y de manera más audaz que las economías desarrolladas para prevenir la fuga de capitales y la devaluación de sus monedas y ahora tienen margen para iniciar antes los descensos.
Por su parte, en las economías desarrolladas, la reducción de los tipos podría demorarse un poco más; no obstante, se vislumbran señales de que los bancos centrales podrían empezar a reducir las tasas de interés a mediados de 2024, situándose a finales de ese año unos 75 bp por debajo de los niveles actuales.
Este paso de flexibilizar la política monetaria responde a la desaceleración en la inflación y representa un intento de respaldar el crecimiento económico. Se prevé que la inflación para finales de 2024 esté más cerca, aunque todavía ligeramente por encima, de los objetivos de los bancos centrales.
Por otro lado, se espera un crecimiento económico débil en la eurozona y en Reino Unido para este año 2024, mientras que en Estados Unidos no se anticipa una recesión económica, pero sí un crecimiento mucho menor este año comparado con las tasas cercanas al 2,5% en las que puede cerrar 2023.
No obstante, la estrategia de reducción de tasas de interés implica el riesgo de avivar la inflación, lo cual demanda un equilibrio cuidadoso para evitar errores del pasado.
Los bancos centrales deben evitar adoptar un enfoque excesivamente rápido o agresivo, pues aunque la convergencia de la inflación hacia el objetivo parece más segura que hace unos meses, subsisten riesgos de un eventual repunte.
Estos abarcan posibles incrementos en los salarios reales, dada la solidez del mercado laboral, así como la posibilidad de aumentos en el precio de las materias primas debido al actual entorno geopolítico, entre otros factores.
Los bancos centrales se enfrentan a una tarea complicada en 2024, y como afirmó el presidente de la Fed, Jerome Powell, “no hay un camino libre de riesgos para la política monetaria”.
*Las redactoras, María Martínez y Cristina Varela, son integrantes de BBVA Research
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