
El Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), con sede en Turrialba, envió el pasado 6 de febrero el lote más grande de semillas remitido en los últimos 14 años al Banco Mundial de Semillas, conocido como la “bóveda del fin del mundo”, ubicada entre Noruega y el Polo Norte, para resguardar material genético.
Los envíos a la bóveda global comenzaron en 2011, y desde entonces se han realizado seis aportes. El más reciente fue el mayor hasta la fecha, con un total de 1.100 accesiones (variedades). La remisión incluyó 620 accesiones de ayote (Cucurbita), 290 de tomate (Lycopersicon) y 190 de chile (Capsicum).
William Solano, especialista en recursos fitogenéticos de dicha institución, explicó que el objetivo de enviar semillas a la bóveda es garantizar que los bancos que almacenan este material genético, también llamado germoplasma, tengan un duplicado de seguridad en resguardo. Él dirige el programa en el Catie y logró su sueño profesional al viajar al Polo Norte a dejar un lote de semillas y conocer la ‘bóveda del fin del mundo’.
El Banco Mundial de Semillas de Svalbard, inaugurado en febrero del 2008, es el mayor depósito de semillas del mundo y un pilar en la seguridad alimentaria global. Su objetivo es respaldar los inventarios de los bancos de semillas de todas las regiones del planeta.
Los primeros envíos en el 2011 sumaron 249 accesiones. En el 2012, a través de tres despachos, se remitieron 473 más y, en el 2018, 570.
En total, el Catie ha depositado 2.392 accesiones, equivalentes a 239.600 semillas, incluyendo variedades de maíz y frijol.
El Centro almacena semillas desde hace 49 años en el Banco de Germoplasma de Semillas Ortodoxas, fundado en 1976, donde resguarda alrededor de 6.200 variedades de Mesoamérica (México y Centroamérica).
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Este material debe mantenerse a temperaturas de -18 grados centígrados.
“Si nosotros tenemos algún material que ya no germina, podemos solicitar que nos envíen de regreso, el que mandamos a resguardo allá”, indicó Solano.
El propietario de las semillas sigue siendo el remitente, añadió el especialista.
Para acceder al resguardo, las entidades deben firmar un convenio con el Ministerio de Agricultura de Noruega, que administra la bóveda.

La experiencia en el Polo Norte
Solano estuvo en la bóveda hace siete años, el 26 de febrero del 2018, durante la celebración del décimo aniversario del banco de semillas. En esa ocasión llevó un lote a resguardo.
Recordó que la temperatura del ambiente era de -13 grados centígrados. Para llegar al lugar, la salida se realiza desde Oslo, capital de Noruega, hasta llegar a Tromsø, al norte del país.
El especialista, originario de Turrialba, mencionó que antes de este viaje, cuando impartía clases de maestría en el curso Conservación y Uso de Agrobiodiversidad en Sistemas Agrícolas, buscaba información y fotografías de la bóveda en Internet para explicar su funcionamiento.
“Pero después de mi visita, pude contarles lo que vi y experimenté y lograr dimensionar lo que eso representa para la humanidad, entonces, fue como un sueño hecho realidad”, recordó.
La bóveda abre cuatro veces al año para recibir material de todos los continentes. No cuenta con personal permanente debido a las temperaturas extremas, y las semillas se envían en cajas selladas. Solano mencionó que, además del Catie, en el 2016 la Universidad de Costa Rica (UCR) trasladó un pequeño lote.
Desde su apertura en 2008, 123 institutos de 87 países diferentes han depositado más de 1,3 millones de muestras de semillas de 6.297 especies de cultivos y parientes silvestres, según información del Centro.
Del total de germoplasma almacenado en el Catie, el 40% tiene respaldo en la bóveda mundial.
El especialista destacó que el inventario de la institución es un referente internacional y cuenta con una de las colecciones de semillas de ayote más importantes del mundo.
El banco de semillas del recinto turrialbeño fue creado para rescatar la diversidad genética de cultivos clave en la alimentación regional, como el maíz, el frijol y el ayote. Estas variedades criollas poseen características valiosas, como resistencia a plagas y enfermedades, además de sabores y aromas más intensos.
“Se estaba perdiendo todo este germoplasma, y por eso se instaló este depósito en el Catie, para resguardar lo que desaparecía en el campo”, concluyó el experto.
