
Continuar el legado de dos generaciones y buscar un lugar en el mercado internacional fueron los planes que se propuso el venezolano Carlos Javier Rincón al llegar a Costa Rica hace 20 años. Sin embargo, el panorama dio un giro inesperado. Si bien logró seguir con la actividad iniciada por su abuelo, la demanda interna de sus productos lo llevó a pausar el proyecto de ventas al exterior. La protagonista es la leche de búfala.
Debido a la situación sociopolítica de su país natal, Rincón, de 54 años, optó por hacer un viaje exploratorio a Costa Rica que luego se convirtió en una decisión de vida. En 2005 llegó al país con su esposa, Irene García, y sus dos hijos, Carlos Paul de siete años y Daniel, recién nacido. Rincón y García son la tercera generación de familias ganaderas.
Inicialmente, Rincón relata que compró una finca en Bagaces y comenzó a producir leche de ganado bovino Holstein, que vendía a la cooperativa Dos Pinos. Sin embargo, en 2008, debido al aumento internacional del precio del maíz amarillo, que encareció el alimento concentrado, decidió probar con la ganadería bufalina, una actividad en la que ya tenía experiencia.
El plan inicial era producir queso tipo mozzarella para exportarlo a Estados Unidos. “Fue nuestra primera iniciativa”, recuerda Rincón. En 2009 viajó a Guatemala para importar hato bufalino. La idea era comprar 20 cabezas, pero regresó con 252 reses. Luego, en Italia, se especializó en la elaboración de mozzarella e importó los equipos para instalar una planta de procesamiento en Guayabo de Bagaces, donde actualmente genera ocho empleos directos.
La producción de queso comenzó de manera experimental en 2013 y, un año después, concluyó el proceso de certificación para exportar a Estados Unidos. “Ya con la planta certificada y luego de un viaje para abrir mercado, fuimos con el producto a una feria de artesanos en Escazú. Sorprendentemente, nos dimos cuenta de que la gente apreciaba el producto y nos preguntaban por qué no estábamos en los supermercados”.
Tras esa experiencia, iniciaron gestiones con una cadena de supermercados y lograron concretar un acuerdo. Hoy en día, el producto se comercializa en varias cadenas a nivel nacional, además de distribuirse en hoteles y restaurantes.
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Rincón estima que la inversión inicial para la instalación de la planta de procesamiento fue de $3 millones. Actualmente, la empresa cuenta con cinco fincas, tres lecherías y un hato aproximado de 2.000 cabezas.
La nutricionista Marcela Dumanni explicó en una entrevista anterior con La Nación que, debido a su alto contenido graso, la leche de búfala es ideal para la producción de quesos y yogures, además de ser rica en calcio, magnesio y fósforo. Tanto la carne como la leche de búfala son recomendadas para la salud cardiovascular e inmunológica.
“No hemos parado de crecer en Costa Rica. Sorprendentemente, el producto ha ido posicionándose. Automercado y PriceSmart representan el 50% de nuestras ventas. No hemos podido exportar a Estados Unidos porque, afortunadamente, el mercado local consume todo nuestro producto. Estuvimos exportando, pero cuando el producto empezó a crecer en Costa Rica, no tuvimos volumen suficiente para enviar porque aquí se vendía todo”, afirma Rincón.
Las exportaciones están pausadas desde 2020, cuando también se vieron afectadas por la crisis generada por la pandemia de la covid-19.

La diversificación de productos
Tras la mozzarella, llegó la diversificación. El segundo producto fue la burrata, un queso mozzarella relleno con queso crema, que también logró posicionarse en el mercado. Posteriormente, incorporaron el queso tipo ricotta, caracterizado por su textura ligera y bajo contenido graso.
Desde hace un año, su hijo mayor, Carlos Paúl, graduado en Negocios y especialista en heladería, impulsó la producción de helados de leche de búfala. Actualmente, comercializan cuatro sabores bajo la marca DiSole. “Es un segmento con mayor competencia, pero nuestros productos son premium”, comenta Rincón. Asegura que, en la actualidad, son los únicos de su tipo en el mercado.
Aclara que ninguno de sus productos contiene lactosa y que, por naturaleza, poseen la proteína A2, que facilita la digestión. “En los procesos para elaborar el queso mozzarella se pierde totalmente la lactosa”, explica Rincón, quien es zootecnista y se dedica a la ganadería desde los 16 años.
En Costa Rica, el hato bufalino se estima en 20.000 cabezas. Los primeros ejemplares fueron importados desde Trinidad y Tobago en 1974.
