Cuatro metros de ancho por 15 metros de largo. Esa es la medida del patio de una vivienda en Palmira, Valle del Cauca en Colombia. Allí, en medio de la vegetación, se paseaba un caimán de 2,67 metros, con su larga cola, mandíbula extendida y dientes afilados. “Palmirano que se respete conoce a la ‘Ñata’”, aseguró Jesús Leonardo Escobar, en cuya casa el animal vivió, según él, durante 54 años. Justo durante la COP16, las autoridades intervinieron y lo retiraron.
“Fue parte de nuestra familia. Nunca pensamos deshacernos de ella”, afirmó Escobar sobre ‘Ñata’, como llaman al caimán. “Queríamos conservarla, cuidarla, alimentarla y darle mucho amor”.
Escobar, quien es armero, dijo que desde los 14 años fue testigo del crecimiento del reptil. No entiende por qué se lo quitaron en plena cumbre de biodiversidad, mediante un operativo de la Fiscalía, la Policía y la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC).
Llegada del caimán a la casa Escobar
Según Escobar, ‘Ñata’ llegó a su casa en Palmira en 1970. Su padre, reconocido en la región por su habilidad en la pesca y caza, había fundado un club de caza en el municipio. Era amigo del entonces comandante de la Policía y fue este quien decidió llevar al caimán tras un decomiso.
“La Policía incautó al cocodrilo porque lo transportaban en una caja de cartón dentro de un carro. En esa época no había defensores de animales, ni instituciones que protegieran a la fauna silvestre. La Policía reportó el animal a la CVC, pero nunca vinieron a recogerlo para devolverlo a su hábitat”, relató Escobar. “El comandante decidió que el mejor lugar para él era en manos de mi papá”.
El reptil medía apenas unos 25 centímetros de largo. Al ser tan pequeño, el policía le pidió al padre de Escobar que lo cuidara: “No lo vas a dejar morir”. La familia lo alimentó con carne y pollo hasta que el caimán alcanzó 2,67 metros, algo así como la altura de un arco de fútbol profesional.
Escobar recuerda que en un principio podía “cargarlo como un gato”, pero cuando el reptil llegó a 1,5 metros, se volvió imposible. Las muestras de afecto, entonces, se limitaban al suelo, donde el caimán se desplazaba y disfrutaba de una poceta de agua improvisada.
“A veces, por descuido, dejaba la puerta del patio abierta, y cuando menos pensaba lo encontraba en la sala. Debía esperar pacientemente a que se moviera a su propio ritmo”, narró. Cree que su ‘Ñata’ los veía a él, a su esposa y a sus perros como “parte de su manada” tras tantos años compartiendo la casa: “Con nosotros nunca fue agresiva”.
El caimán no solo acaparaba la atención de la familia. Los vecinos también iban a casa de Escobar para contemplarlo. “Un niño llegaba con un trozo de pollo y me decía: ‘Don Chucho, ¿puedo ver a la ‘Ñata’?’”, relató. Ese niño ahora es un hombre casado, con hijos, y, como él, muchas otras personas lo visitaban solo para conocer a la ‘Ñata’.
Rescatado y decomisado
Un documento del 4 de setiembre del 2008, que Escobar aún conserva, certifica la tenencia de fauna silvestre en cautiverio emitida por la CVC. Este contiene los datos de Escobar y las características del animal. En ese año, Escobar solicitó que le realizaran exámenes de salud a ‘Ñata’, pero un funcionario respondió: “A ese animal no me le acerco”, recordó.
El 21 de octubre del 2024, funcionarios de la CVC llegaron a la vivienda acompañados por la Fiscalía y la Policía. En un operativo desplegado, retuvieron al caimán con redes, lo amarraron sobre una tabla, le sujetaron la mandíbula y le cubrieron los ojos para trasladarlo en un camión.
“¿Después de 54 años se enteran de que el caimán estaba aquí?”, cuestionó Escobar, quien rechazó que la intervención coincidiera con el inicio de la COP16 en Cali, a unos 50 kilómetros de su casa.
La CVC afirma que rescató a ‘Ñata’ en respuesta a una solicitud de la Fiscalía en Bogotá por denuncias de maltrato animal. Un juez autorizó el ingreso a la vivienda y la incautación del reptil.
“Escobar dice que tenía al reptil desde 1970 y en 2008 se hizo un inventario. Nosotros no sabíamos que el animal continuaba ahí”, respondió Marco Antonio Suárez, director de la CVC, en declaraciones a El Tiempo.
¿Qué pasó con el reporte de tenencia del 2008? Para el biólogo Gustavo Alberto Trujillo, fue “solo un inventario”, primera fase de un proceso que Escobar no finalizó: “Quienes poseían animales en el Valle del Cauca debían manifestar si deseaban conservar la custodia. Luego, se hacía una visita, se verificaban las condiciones y se emitía un plan de manejo y un acto administrativo para ratificar la custodia”.
Los exámenes veterinarios indican que el caimán tiene la mitad del peso normal para su edad y especie. Presenta una masa en la mandíbula, dificultad para mover una pata, deshidratación, desnutrición, anemia y problemas renales. “Su dieta debe basarse en el consumo de peces; la carne vacuna no satisface sus necesidades”, explicó Edna Jiménez, veterinaria.
Se trata de un caimán del Magdalena, conocido como caimán de aguja (Crocodylus acutus), especie vulnerable según la Lista Roja de la UICN, con apenas 5.000 ejemplares en el mundo.
¿Es posible que el caimán haya vivido 54 años en una casa? La CVC duda de la versión de Escobar y comenzó estudios para verificar la edad del animal. “Un experto nos dijo que, por su tamaño, tendría entre 12 y 15 años. Si tuviera 54, mediría unos siete metros y pesaría más de 100 kilos”, indicó la veterinaria Jiménez.
“Nunca noté que estuviera enfermo”, aseguró Escobar, quien siente tristeza e impotencia por la partida del reptil. “Dependía por completo de mi señora y de mí”.
“¿Cómo van a decir que humanizaron al caimán? No es cierto, lo perjudicaron. La fauna silvestre no es una mascota. Si alguien conoce de un caso similar, debe reportarlo a las autoridades”, sostuvo Suárez, el director de la CVC.
Mientras Escobar pide que se garantice el bienestar del animal, la CVC lo mantendrá en recuperación y evalúa su traslado a un centro especializado en los Llanos Orientales. No podría ser liberado en su hábitat natural, pues no ha convivido con otros caimanes ni especies.
Escobar enfrentará procesos con la Fiscalía y la CVC que podrían implicar sanciones económicas y penales. En Colombia, el tráfico, compra o venta de fauna sin autorización puede acarrear prisión de cinco a 11,5 años y multas de hasta 40.000 salarios mínimos.
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