Doha, Catar
Catar, aislado por su supuesto apoyo al terrorismo y su acercamiento a Irán, gran rival en la región de Arabia Saudí, rechazó de forma implícita una lista de exigencias reclamadas por sus adversarios árabes, al considerar que atentan contra su soberanía nacional.
Esa lista, que reclama entre otras cosas el cierre del canal de televisión Al Jazeera, la reducción de las relaciones con Teherán y la clausura de una base militar turca, fue enviada el 22 de junio a Doha, que tenía un plazo de 10 días (esto es, hasta este domingo por la noche) para dar una respuesta.
"La lista de peticiones está hecha para ser rechazada", declaró el ministro de Exteriores catarí Mohamed ben Abderrahman al Thani, el sábado, en Roma.
Arabia Saudí, Baréin, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto rompieron el 5 de junio sus relaciones diplomáticas con Catar, acusando al país de apoyar el terrorismo y acercarse a Irán, rival de Riad.
Doha niega esas acusaciones y opina que nadie tiene derecho a dictar su política extranjera. "Todo el mundo es consciente de que esas peticiones aspiran a usurpar la soberanía del Estado de Catar", afirmó Al Thani en la capital italiana.
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En el pulso iniciado el mes pasado, los adversarios del país lo instaron a acatar el consenso regional sobre cuestiones tan espinosas como el apoyo a los islamistas y las relaciones con Irán.
El pequeño emirato, rico en recursos gasísticos y con grandes ambiciones, siempre fue independiente respecto a su política extranjera aunque fuera miembro del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).
La diplomacia, los medios y los deportes son los pilares del estatuto que Catar ha adquirido en los últimos años, provocando recelos entre sus vecinos.
Descontentos con el apoyo de Catar a los islamistas en general, y a los Hermanos Musulmanes en particular, y hartos del tono irreverente de Al Jazeera, sus vecinos del Golfo hicieron un primer intento de cambiar la política de Doha años atrás.
En la cumbre de Riad en 2014, el joven emir Tamim ben Hamad Al Thani prometió, entre otras cosas, expulsar a las figuras islamistas acogidas en su país y atenuar la tonalidad considera como agresiva de Al Jazeera. Pero, salvo la marcha de unos pocos líderes islamistas, no cambió nada a ojos de los detractores de Catar.
En realidad, la crisis se gestaba desde 2010 "cuando Catar adoptó una diplomacia más activa aprovechando el estallido de las revueltas" de la Primavera Árabe, a pesar de que los países del Golfo se oponían a ello, recordó Nabil Ennasri, director del Observatorio de Catar, en una reciente tribuna en el diario francés Le Monde.
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Frente a esta nueva crisis, Doha capea el temporal con la esperanza de que las presiones internacionales hagan ceder a sus adversarios.
"Catar entablará un diálogo constructivo" con sus rivales "si sus alegaciones vienen acompañadas de pruebas claras", dijo el 28 de junio su ministro de Exteriores. Pero, a excepción de Irán y Turquía que lo ayudan, Catar recibió señales contradictorias de la administración estadounidense: mientras el presidente Donald Trump le pedía que dejara de financiar a los movimientos extremistas, el Departamento de Estado abogaba por el diálogo para poner fin al conflicto diplomático.
Kuwáit intentó una mediación que resultó infructuosa hasta la fecha, y países como Estados Unidos, Turquía, Francia y Rusia también se ofrecieron para interceder entre Doha y sus adversarios, sin resultados aparentes.
Los Emiratos Árabes Unidos avisaron el 19 de junio que el aislamiento de Catar podría durar "años" si persisten los desacuerdos.