El régimen de Daniel Ortega intensificó su asedio a la Iglesia en Nicaragua durante las últimas semanas. Al menos tres sacerdotes detenidos, un obispo retenido en su Curia, así como la expulsión de la Misioneras de la Caridad y el cierre de emisoras católicas son algunos de los últimos ataques contra el clero en el país vecino.
El conflicto entre ambos bandos se remonta al 2018. Ese año, en el marco de las masivas protestas contra su administración, Ortega calificó a los obispos, de forma reiterada y pública, de “golpistas” por refugiar en sus templos a manifestantes que huían o fueron heridos durante la represión del movimiento que dejó 355 muertos.
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Desde entonces, las relaciones entre el gobierno y los religiosos son tensas. Los jerarcas católicos también intentaron, sin éxito alguno, mediar en un diálogo entre el Ejecutivo y la oposición después de aquella crisis. Más bien, en marzo pasado, el régimen de Nicaragua expulsó al representante del Vaticano en el país, el polaco Waldemar Sommertag.
La Diócesis de Matagalpa, situada a 127 km al norte de la capital, Managua, ha sido el blanco del gobernante durante los últimos días. El obispo Rolando Álvarez, uno de los más críticos de la gestión oficial, se mantiene retenido desde hace una semana en la Curia de la ciudad.
Álvarez denunció una persecución y asedio policial en su contra desde mayo y su retención se dio luego de que denunciara el cierre de cinco emisoras de radio religiosas. Sometido al régimen de casa por cárcel, el prelado fue acusado de intentar desestabilizar al país.
¿Qué está pasando?
Desde hace algunas semanas, la Iglesia católica del país vecino enfrenta su momento más álgido en la relación con el régimen de Ortega. En menos de tres meses, en Nicaragua han encarcelado a tres sacerdotes, sin contar la retención del obispo Álvarez en Matagalpa.
El caso más reciente fue el del sacerdote Óscar Danilo Benavidez, encargado de la parroquia Espíritu Santo, del municipio de Mulukukú, en el Caribe norte del país, quien fue detenido el domingo por la Policía Nacional, justo cuando salía de oficiar una misa.
A la captura de Benavidez se le suman las detenciones del sacerdote Manuel García, sentenciado a dos años de prisión, así como la captura de monseñor Leonardo Urbina, encargado de la parroquia del Perpetuo Socorro, quien fue arrestado en julio por autoridades afines a Ortega.
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De acuerdo con medios nicaragüenses, otros religiosos también han sido víctimas del asedio del régimen, como Fernando Calero Rodríguez, a quien le quitaron la licencia de conducir y le impidieron llegar hasta la catedral donde daría una misa el domingo anterior.
Los fieles nicaragüenses también han sufrido por la persecución de Ortega a la Iglesia. El pasado viernes, la policía prohibió la procesión para cerrar el Congreso Mariano y ordenó el fin de la peregrinación de la imagen de la virgen de Fátima, alegando “motivos de seguridad”.
A inicios de julio, el régimen expulsó del país a un grupo de misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, quienes buscaron refugio en Costa Rica. Ortega alegó que las monjas incumplieron la Ley Contra el Lavado de Activos, el Financiamiento al Terrorismo y el Financiamiento a la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva.
¿Por qué es importante?
La situación política en Nicaragua es crítica. Decenas de opositores fueron encarcelados en el pasado proceso electoral y medios de comunicación han sido cerrados u obligados a informar desde el exilio. A día de hoy, uno de los pocos contrapesos reales al régimen de Daniel Ortega es la Iglesia católica.
Carlos Avilés, vicario general de la archidiócesis de Managua, en una entrevista con el semanario católico Alfa y Omega del Arzobispado de Madrid, aseguró que los miembros de la Iglesia ya están acostumbrados a la presencia de la Policía, que sigue de cerca todos los movimientos de la institución.
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Avilés reveló que personeros del régimen son enviados a grabar las homilías, para monitorear lo que hablan los sacerdotes. “Nos castigan para que nos quedemos callados y no sigamos caminando con el pueblo, pero no decir lo que está pasando nos convertiría en cómplices. Quieren una Iglesia muda, pero no hablar sería pecado”, afirmó Avilés.
La persecución contra la Iglesia sigue latente en Nicaragua y se encuentra en su momento más tenso desde el estallido social del 2018. Ante la fuerte censura aplicada a la oposición, los líderes eclesiásticos han tomado un papel clave en la lucha por los derechos en el país vecino.