El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, asumió su segundo mandato este sábado con una convocatoria inédita a los salvadoreños que se encontraban presentes en la toma de posesión. Bukele concluyó su discurso pidiendo a los ciudadanos que levantaran la mano para jurar “defender el proyecto de nación y nunca escuchar a los enemigos del pueblo”.
El presidente salvadoreño no dejó pasar la oportunidad para desdecir a quienes lo señalan de desmantelar la democracia salvadoreña al no existir un contrapeso real en la división de poderes.
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El mandatario hizo una analogía sobre lo que ha pasado con el país centroamericano a lo largo de la historia. Lo comparó con un paciente enfermo de múltiples padecimientos que tuvo muchas valoraciones de médicos en el pasado (gobiernos anteriores) pero que ninguno logró curarlo.
“El paciente debe seguir las indicaciones, no debe titubear. No debe escuchar a quienes dicen que no es la medicina correcta, que son ellos quienes tienen esa medicina y que lo único que quieren es volverlos a enfermar para volverlos a estafar”, explicó Bukele.
“Aquí vinieron expertos internacionales a decirnos que así no se solucionaba el tema de las pandillas, que el problema se debía atacar de otra manera y que, por suerte, lo podríamos solucionar en 50 años. Ustedes decidieron, valientemente, no escucharlos y atender las medidas que tomamos”, agregó.
En su mensaje desde el balcón del Palacio Nacional, Bukele prometió enfocarse en la economía del país tras haber abordado con éxito el problema de la seguridad.
“Ya arreglamos lo más urgente que era la seguridad, vamos a enfocarnos de lleno en los problemas importantes, empezando por la economía”, declaró el presidente ante una multitud de seguidores.
Bukele advirtió que podrían ser necesarias medidas impopulares para sanar la economía salvadoreña, que enfrenta una deuda pública de $30.000 millones y una desaceleración del crecimiento del PIB.
“En este nuevo tratamiento para sanar la economía quizás también haya que tomar medicina amarga”, señaló.
El mandatario hizo un llamado a los salvadoreños a respaldar firmemente cada decisión que se tome en beneficio del país. “Defendamos a capa y espada cada una de las decisiones que se tomen sin titubeos. Así como lo hicimos con la inseguridad, vamos a hacer a este país próspero”, expresó.
Con un poder casi absoluto y sin oposición, Bukele afronta su segundo mandato confrontado al desafío de mantener la seguridad en el país y lograr la prosperidad económica que prometió. Su arrasadora victoria electoral en febrero le otorgó un amplio respaldo popular y el control prácticamente total del Congreso.
Este expublicista de ascendencia palestina emprende otro mandato de cinco años tras pulverizar a la oposición con un 85% de votos en las elecciones de febrero, donde ganó casi la totalidad del Congreso (54 de 60 escaños).
Asiduo en las redes sociales donde se ríe de quienes le llaman “dictador”, tiene a su favor el resto de poderes estatales, incluidos magistrados que le permitieron buscar la reelección pese a estar prohibida en la Constitución.
“Le critican que es autoritario, que no respeta derechos humanos, que no da cuenta del dinero que usa, que es dictador (...) Nos ha devuelto la seguridad y ya eso es mucho. Por mí, que gobierne hasta donde pueda”, dijo a la AFP en la plaza Miguel Herrera, entrenador deportivo jubilado, de 68 años.
El presidente milenial tendrá aún más poder porque los diputados aprobaron recientemente una reforma que le facilitará hacer cambios constitucionales, incluso, según analistas, habilitar la reelección indefinida.
Tamara Taraciuk, analista del centro Diálogo Interamericano, afirmó que Bukele eliminó “frenos y contrapesos esenciales para una democracia” y “es difícil pensar” que “vaya a desandar sus medidas autoritarias”.
Una mejor vida
Tras doblegar a las pandillas, los expertos creen que la luna de miel podría acabar por las preocupaciones económicas.
“La seguridad está mejor, ya no tenemos miedo a salir (ahora) uno espera que haya más trabajo, mejor condición de vida. Todo está caro”, dijo Sandra Escobar, de 27 años, cajera en una cafetería capitalina.
El país enfrenta una deuda pública de $30.000 millones, un 29% de sus 6,5 millones de habitantes son pobres y muchos siguen emigrando a Estados Unidos en busca de trabajo.
Los tres millones de salvadoreños que viven en el exterior envían remesas por $8.000 millones anuales (24% del PIB). Son “el flotador” sin el que “nos hubiéramos hundido hace rato”, dice el economista Carlos Acevedo.
En un intento de revitalizar la economía dolarizada y dependiente de las remesas, en 2021 Bukele hizo a El Salvador el primer país del mundo donde el bitcóin es de curso legal. Pero en la vida cotidiana prácticamente no circula.
“Buscará seguir construyendo la nueva imagen del país como un destino seguro para el turismo y la inversión”, opinó Gustavo Flores-Macías, profesor de la Universidad Cornell, de Nueva York.
Bukele es señalado por sus críticos de no rendir cuentas de los millonarios gastos en megaproyectos de impacto mediático y en su maquinaria de comunicación.
Ramón Villalta, director de la ONG Iniciativa Social para la Democracia, considera clave “una mayor transparencia”, “lucha contra la corrupción” e “independencia de los poderes del Estado”.
En un país donde el aborto es criminalizado, Bukele, quien tiene dos hijas con la psicóloga Gabriela Rodríguez, adoptó en su primer gobierno una agenda conservadora excluyendo de las escuelas el enfoque de género.