El complejo carcelario Jorge Navarro, conocido como “La Modelo”, es la prisión más grande de Nicaragua y, en los últimos años, se convirtió en centro de reclusión de decenas de líderes opositores que se atrevieron a alzar la voz para denunciar los atropellos del régimen de Daniel Ortega.
Allí, en una celda de máxima seguridad, se encontraba recluido Carlos Alberto Bonilla López, quien alguna vez fue coordinador del Frente Sandinista, pero que se convirtió en persona no grata desde que decidió apoyar las manifestaciones estudiantiles del 2018 contra el gobierno.
Bonilla López asegura haber sufrido torturas físicas, tratos denigrantes y falsas acusaciones en medio de las pésimas condiciones higiénicas de la prisión. Sin embargo, su situación y la de otros 221 presos políticos del régimen dio un dramático giro el pasado jueves 9 de febrero.
Ese día, a eso de la 1 a. m., escuchó cuando los oficiales penitenciarios comenzaron a abrir las celdas para sacarlo a él y a otros prisioneros de “La Modelo”. Sin darles mayores explicaciones, los obligaron a quitarse el uniforme azul que vestían y les dieron ropa de civiles para que se la pusieran.
Luego, los trasladaron a la galería 16, donde según Bonilla López fueron asesinados varios compañeros de lucha, y finalmente, los hicieron abordar un autobús. Mientras tanto, una movilización similar ocurría en otras penitenciarias como El Chipote y la Cárcel de Mujeres La Esperanza.
El silencio de los oficiales les hizo temer lo peor. “Nunca nos dijeron nada, todo mundo pensaba. ‘qué iban a hacer con nosotros’, porque los buses llevaban una cortina y no podíamos ver por dónde iban”, relató desde Washington, Estados Unidos, en una viodeoentrevista concedida a La Nación, el pasado viernes.
Indicó que, una vez que llegaron al aeropuerto Augusto César Sandino, les dieron un tiquete de avión sin mayores detalles sobre rumbo ni itinerario.
“Cuando entramos a Fuerza Aérea nos dieron un documento pero el papel no decía el destino. No sabíamos para dónde íbamos, pero unas personas, que no reconocí la nacionalidad, nos hicieron saber que íbamos para Washington y ahí tuvimos un respiro, porque pensábamos que nos iban a llevar a otros países de izquierda”, aseveró.
En ese vuelo hacia la libertad viajaron un total de 222 presos políticos, entre hombres y mujeres, quienes fueron expulsados por el gobierno de Ortega, luego de haber sido despojados para siempre de sus derechos ciudadanos y de la nacionalidad nicaragüense.
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Poco más de 24 horas después de lo ocurrido, Bonilla López todavía no procesa lo que está viviendo. “No me lo creo, no pude dormir en la noche (del jueves), este es un nuevo comienzo que gracias a Dios se nos presentó (...). Hablé con mi familia, están en Nicaragua; estamos en contacto, están alegres”, comentó.
Detalló que les dieron un permiso para permanecer dos años en Estados Unidos, por lo cual se siente muy agradecido. Sin embargo, se lamentó que otras seis personas que estaban en la lista se quedaran en Managua como monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, y el expolicía Fanor Alejandro Ramos.
Cómo llegó a la cárcel
La primera vez que Carlos Alberto Bonilla López estuvo detenido fue en el 2018, por participar en las protestas sociales contra el gobierno. En ese momento, fue condenado a 90 años de prisión por, supuestamente, asesinar a un policía. Sin embargo, la sentencia solo tuvo efecto 11 meses, pues según indicó, “no había pruebas”.
El 11 de junio del 2019, fue puesto en libertad y se exilió en Costa Rica debido a las amenazas por parte de los paramilitares y policías. Cuatro meses después, volvió a su tierra donde fue recapturado.
Dos días antes de cumplir una nueva condena, el régimen lo acusó de guardar drogas en su celda. “Los funcionarios me pusieron droga en la celda. Yo no tenía visitas conyugales ni nada por el estilo y las personas que me conocen saben que yo no tendría droga. Me condenaron a 10 años más “, comentó a La Nación.
Al preguntarle cómo se convirtió en un preso político, señaló que antes del 2018 él fue coordinador del Frente Sandinista, pero que el 19 de abril de ese año, decidió unirse a las protestas estudiantiles.
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Carlos Alberto Bonilla López fue condenado tres veces por el régimen de Daniel Ortega. El pasado jueves 9 de febrero, se convirtió en uno de los 222 presos politicos expulsados de Nicaragua hacia Estados Unidos.
Durante su conversación con este diario, Bonilla López relató los tratos “inhumanos” que recibía en la sección de máxima seguridad de la cárcel “La Modelo”.
Sostuvo que el maltrato a todos los presos es evidente, la alimentación no es buena, no conocen el sol y hace falta el higiene, entre otras cosas.
“En el sentido físico hablamos de golpes, en rostro y abdomen. Utilizan el método de metálica en las manos y pies; se hacen las necesidad a como se puede con los grilletes puestos. Y en la parte psicológica, por ejemplo, restringen la comida; los familiares la llevan y ellos te la dan hasta cierta horas de la noche cuando está en descomposición”, aseveró.