La noche del miércoles 8 de febrero y la madrugada del día siguiente serán inolvidables para Miguel Mendoza, periodista nicaragüense que pasó 19 meses y 13 días preso en la temida cárcel de El Chipote, Nicaragua. Aunque él prefiere que se le llame un secuestro político.
Las autoridades que siguen la hoja de ruta del presidente Daniel Ortega jugaron con el aspecto psicológico de los presos políticos hasta el último momento.
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“Cada paso que di mientras subía la escalinata hacia el avión, fue con lentitud. Sabía que eran mis últimos pasos en mi tierra por algún tiempo. Me carcomía la angustia y el miedo porque mi pareja y mi hija, de nueve años, se quedarían ahí”, le dijo este cronista deportivo, de 30 años de carrera, a La Nación mientras interrumpió ver el inicio del Super Bowl en el que Kansas City Chiefs se impuso (38-35) a los Philadelphia Eagles.
La conversación se extendió por casi 40 minutos. En este tiempo recapituló los momentos más tormentosos, y dolorosos, que vivió en una de las cárceles más crueles del continente americano, luego de ser detenido en el mes de junio del 2021, “sin una orden judicial, sin explicación lógica”.
“Por eso digo que fui un secuestrado político”, sostiene Mendoza desde Washington, Estados Unidos, mientras piensa en la habitación de un hotel en cómo reacomodar su vida. De momento, lo único que tiene claro es que hará todo lo posible para que su esposa, Margin Pozo, y su hija, Alejandra, puedan viajar cuanto antes.
El miércoles 8 de febrero fue un día que transcurrió con normalidad en la reducida celda donde se preparó para “sobrevivir cada 24 horas con fuerza física, mental y espiritual”. En ese espacio donde repetía las charlas con su compañero para evitar volverse loco, según detalla .
Nadie tenía una ligera sospecha de lo que pasaría a eso de las 10 p. m.
“Esa noche no podía dormir. Escuché que a los de la celda del frente les dijeron que se quitaran los uniformes y que se cambiaran. Ellos jugaron a quebrarnos la cabeza hasta el último momento, cuando llegaron a nuestra celda nos pidieron lo mismo y que les diéramos las chinelas (sandalias). ¿Por qué debíamos quedarnos descalzos si todo indicaba que saldríamos de esa cárcel? Todo fue parte de ese juego psicológico que ellos aplicaron siempre, incluso hasta el último momento”, relató Mendoza.
Ese juego mental se mantuvo al salir de la cárcel. Según el comunicador, la gente tiene que entender que para ellos todo era nuevo, no recibían noticias al instante, no sabían con exactitud las horas, todo era un cálculo constante.
“Los policías nos intimidaban en el autobús. Nos decían que bajáramos la cabeza, que subiéramos las manos y que no abriéramos las cortinas que estaban tapando las ventanas. Creo que subimos al autobús a eso de la 1:00 a. m., nos sacaron en medio de patrullas y motocicletas.
“Estábamos desorientados, o al menos yo lo estaba. Uno de los presos, que es un líder del sector campesino me susurraba, para que no nos regañaran, que seguro íbamos para La Modelo, una cárcel a la que temíamos ir, o que nos iban a tirar en algún punto de la frontera con Costa Rica. Me sentí más tranquilo cuando noté, en un giro, que podríamos estar en el aeropuerto. Fueron cuatro o cinco horas de expectativa desde que llegaron a las celdas hasta que bajamos y logramos ver un avión enorme”, describió Mendoza. Este comunicador, apasionado por el boxeo y el béisbol, menciona que ese momento fue una mezcla de alegría y desazón. Para ese momento ya sabían que el siguiente paso era en Estados Unidos, se encontraron con personeros de la embajada de ese país y les entregaron pasaportes temporales que fueron impresos cuatro días antes.
Ahora tiene la tranquilidad de estar fuera de una cárcel. Sin embargo, espera tener certeza del día en que su familia podrá viajar a los Estados Unidos.
También tiene el dilema sobre qué será de su oficio.
“Es difícil. Fuimos borrados de Nicaragua en todo sentido. No puedo trabajar en un medio de comunicación en mi país, conseguir patrocinadores para seguir laborando en lo que llevó 30 años ejerciendo será complicado porque ellos tendrán temor de financiar a un periodista que tiene al Gobierno en contra, temen represalias”, menciona.
Su hija le narró la final en la que Messi levantó la copa del mundo
La final de una copa del mundo es casi un evento imperdible. Para quien cubre los deportes es casi un pecado dejarla pasar por alto.
Miguel Mendoza pudo reencontrarse con su hija de nueve años el pasado 25 de diciembre del 2022 luego de no verse por 18 meses cuando fue detenido por la Policía nicaragüense y ser acusado, y sentenciado de manera fugaz, por menoscabo a la integridad nacional en perjuicio del Estado de Nicaragua y de la sociedad.
Fue su pequeña Alejandra quien le contó todos los detalles de cómo fue la histórica final en la que Lionel Messi levantó la tercera copa para Argentina, partido que se jugó el pasado 18 de diciembre en Catar 2022.
Estos presos no tenían orientación alguna entre las cuatro paredes. Creían que día era, creían que hora era. No tenían certeza. Los custodios en la cárcel no podían decirles absolutamente nada. No había un cruce de palabras. Solo preguntas sin respuestas.
“Creíamos que ese día era la final del mundial porque logramos escuchar la porra de los aficionados en el estadio en Managua. La cárcel da con el costado sur”, comentó.
“Pensamos que quizás hubo alguna actividad con pantallas gigantes para ver el partido ahí y la algarabía de los presentes nos iban dando una idea de cómo iban las cosas. Aunque no sabíamos cuáles equipos la jugaron en ese momento”, manifestó.
“Yo dibujaba en mi cabeza a Brasil, siempre me ha gustado esa selección. Mi compañero de celda pensaba en Alemania”, destacó.
“Todo era adivinar. Nos extraña que después de mucho tiempo la gente seguía ahí, por lo que pensamos que hubo tiempos extra y mi compañero suposo lo de los penales porque habían gritos de goles muy seguidos”, agregó.
“Yo le pedí a mi hija que viera ese partido, sabía que nos veríamos el 25 de diciembre y yo quería que ella me contara todo. Que se lo contara a su papá”, externó.
“Ese día ella me describió el juego. Me dijo que fue un partido emocionante, con muchos goles y que se habían ido a los penales, como imaginó mi compañero. Esto nunca lo olvidaré, al final mi hija de nueve años me narró un partido como el papá solía narrar una pelea de boxeo o un partido de béisbol”, contó Mendoza.
“Yo bromeaba con los custodios. Les decía que les regalaba mi casa en la playa si me decían quién ganó la copa del mundo. Y, entre risas, ellos se decían entre sí: “Este nos quiere ver ahí adentro como él…”.
“No les permitían cruzar palabra con nosotros, ni tan siquiera algo tan poco trascendente como saber quién era el campeón mundial. Estar ahí era como tener un pájaro en una jaula, en la que solo nos abrían el espacio necesario para pasarnos la comida y los medicamentos”, mencionó.
Mendoza considera que Nicaragua será diferente más pronto que tarde y sigue convencido que ninguna de las personas que fueron encarceladas merecieron vivir todo lo que pasaron.