San Salvador. Nayib Bukele tenía algunos días de haber sido expulsado del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) cuando recibió a un empresario salvadoreño radicado en Washington, D. C. que quería hacerle una propuesta electoral.
Luis Reyes voló hacia su país de origen en octubre del 2017 porque leía señales inequívocas de que había llegado el momento que por años habían estado esperando él y algunos grupos de compatriotas organizados en Estados Unidos.
LEA MÁS: Jueces salvadoreños ordenan detención provisional de pandilleros sin evaluar casos
La expulsión del partido de izquierdas del joven alcalde capitalino —y su inmediata declaración de independencia a través de un tuit— abría camino para la construcción de un vehículo que la diáspora venía diseñando para tener voz y voto en las decisiones trascendentales de El Salvador. Reyes llegó hasta la casa de Nayib Bukele con las bases del partido Nuevas Ideas bajo el brazo.
“Desde la diáspora te queremos ayudar a crear un partido de la diáspora”, le dijo Reyes, y le explicó que, tras varios meses de intercambios sobre el presente desalentador del país y sobre el incierto futuro, estaban dispuestos a prestarle su proyecto partidario para que le sirviera como vehículo hacia la presidencia de la República.
Durante ocho meses, La Prensa Gráfica y la Redacción Regional reconstruyeron la historia detrás del verdadero origen de Nuevas Ideas, el partido que hoy controla el poder Legislativo.
Los testimonios de una treintena de fuentes que participaron en su génesis, y la revisión de documentos oficiales inscritos en Estados Unidos y El Salvador, correos, mensajes de texto y documentos contables confirman que fueron migrantes salvadoreños los impulsores del partido que terminó en manos de Bukele, su familia y amigos.
“Queremos que seas el candidato de la diáspora. La gente está entusiasmada”, añadió Reyes en aquella reunión. Faltaban solo 15 meses para la elección presidencial del 2019 y había que apurarse.
Luego de empaparse del plan de la diáspora, Bukele tomó el teléfono y marcó a dos políticos formados en el partido de derechas, Arena, para que le ayudaran con esta pregunta: ¿cuánto dinero podría requerir crear un nuevo partido político e inscribirlo y que le permitiera competir en el 2019?
Uno de los convocados era un conocido en común. Su nombre es Walter Araujo, otrora discípulo del fundador de Arena, el mayor Roberto d’Aubuisson. A inicios de siglo llegó a presidir el partido y en su última etapa dirigió el Tribunal Supremo Electoral (TSE) en nombre de Arena, tras el triunfo electoral del último presidente tricolor, Antonio Saca, en el 2004.
Para finales del 2017, presuntamente jubilado de la política, Araujo sorteaba los dardos que le enviaban sus detractores, quienes le señalaban de ser “asesor” de Nayib. “No soy asesor, no soy organizador, soy un salvadoreño que públicamente llevo dos años cantándoles lo que se venía y no entendieron; dos años de brindarle apoyo a un alcalde que ha hecho cosas importantísimas en la transformación (de San Salvador)”, se defendió en la transmisión número 18 del programa ‘Toda la verdad’ que promueve en Youtube.
En aquella transmisión, subida a la red el 17 de octubre, Araujo agradeció a un amigo por un apoyo puntual: “Mis queridos amigos, aquí con este live streaming de transmisión nuevo, esta cámara muy buena que nos ha colaborado Luis Reyes…”.
Walter no llegó solo a la casa del alcalde. Lo acompañaba su hermano, Carlos, con quien todavía mantenía cercanías y, de hecho, era un invitado regular en los inicios de ‘Toda la verdad’. Sin producción, los hermanos le hablaban a una cámara y acercaban papeles con gráficas estadísticas a un lente que perdía enfoque mientras ellos comentaban la política nacional. Eran inseparables.
Durante años Carlos fue pieza clave de Arena en la Junta de Vigilancia Electoral, al punto que cuando su hermano Walter llegó a presidir al Tribunal, en el 2004, entre los magistrados bromeaban que el TSE era controlado por la “dinastía Araujo”. Pero el acercamiento total de Walter con Nayib y el alejamiento de Carlos hacia Arena los distanció.
LEA MÁS: Nayib Bukele insulta a investigador de pandillas en Centroamérica
Ante la pregunta de Nayib, los hermanos respondieron que para hacer un partido como el que se proponía se necesitaban unos $250 mil. Luis Reyes hizo cálculos rápidos en su mente y pensó que si 100 personas de la diáspora aportaban cada una $2.500, tendrían la solución.
El empresario restaurantero volvió a la capital estadounidense con la propuesta de juntar el capital semilla para el nacimiento del nuevo partido. Un partido propio, controlado por la comunidad y al que invitarían a otros a subirse. El primer invitado, entonces, sería Bukele. Nunca cruzó por su mente que los primeros en ser bajados de él serían los fundadores.
Contacto en Lauriol Plaza
Cuando Reyes visitó a Bukele, el encuentro era seguimiento de una reunión que habían tenido dos meses antes, el 9 de setiembre del 2017, en el Lauriol Plaza, el restaurante de Washington, D. C. que el empresario fundó en 1983, apenas cinco años después de llegar a Estados Unidos como indocumentado.
Hizo de todo para triunfar Luis Reyes, en una clásica historia de superación en la que de lavar platos en un ‘steakhouse’ escaló puestos hasta que logró asociarse, invertir, ganar. Su trayectoria es reconocida en la capital estadounidense, y él se jacta de que el Lauriol sea un punto de encuentro para la clase política nacional, pero también estadounidense.
En un perfil publicado en la revista Inc., se reseña que entre sus comensales están la expareja presidencial Laura y George Bush, pero también Al Gore y Michelle Obama. El 14 de febrero del 2019, 11 días después del triunfo presidencial de Bukele, Reyes fue homenajeado con el Premio Frederick Douglass que se entrega a ‘líderes’ destacados en el marco del bicentenario en honor a al líder antiesclavitud. En la gala también fueron honrados Barack Obama, Oprah Winfrey, Noam Chomsky y Alexandra Ocasio-Cortez, entre otros.
Para la clase política salvadoreña de los últimos 20 años, el Lauriol Plaza es una parada obligatoria para acercarse a un empresario con contactos, capacidad de movilización y de obtención de recursos. El mismo Reyes ya ha confirmado que sirvió de enlace para la campaña presidencial de Arena (la de Tony Saca, en el 2003); para la de Mauricio Funes (2008) y para la de Salvador Sánchez Cerén (2013). Es con el FMLN, de hecho, con el partido que más simpatizaba hasta que apareció Nayib.
Su peso como interlocutor para mediar entre partidos, políticos en campaña y la diáspora es reconocida incluso por el expresidente Funes, hoy con asilo político en Nicaragua mientras en El Salvador se le persigue por delitos de corrupción, entre estos el desvío de más de $351 millones de su presidencia.
LEA MÁS: Estados Unidos denuncia amenazas a prensa y violencia de pandillas en El Salvador
“En varias visitas que hice como candidato a Washington le vi, me reuní con él y hasta cenaba en su restaurante. Tenía cierto liderazgo entre la diáspora. De hecho, en su restaurante se organizaron varias reuniones cuando fui candidato presidencial, y conocía a varios de los que integraron el Movimiento Amigos de Mauricio en Washington”, cuenta Funes, haciendo alusión al movimiento cívico político que impulsó su candidatura.
El Lauriol Plaza era un paso imprescindible para Bukele. Lo supo desde setiembre del 2016, cuando conoció a Reyes. Para entonces, el empresario ya estaba encantado con el slogan del “Team Nayib” que le presentaron emisarios del alcalde. Justo un año después, invitó a Nayib a compartir con él y los suyos en su restaurante.
Aquel 9 de setiembre del 2017, reunido con un puñado compatriotas preocupados por el rumbo del país, el alcalde confirmó la enorme simpatía que levantaba entre sus anfitriones, que desde febrero del 2017 ya hablaban de impulsar su candidatura en el FMLN. Pero Nayib en ese encuentro estaba inquieto por un proceso disciplinario que derivaría en su expulsión justo un mes después.
Por otro lado, se enteraba de que en la capital estadounidense y en Nueva Jersey, entre sus anfitriones había quienes se autodenominaban como el movimiento ciudadano ‘Nuevas Ideas USA’, en alusión al nombre con el que Bukele había bautizado su plan de gobierno municipal 2015—2018. Otros grupos querían llamar al partido ‘Buenas Ideas’ o ‘Nueva Nación’ o ‘Nuestra Nación’. No se decidían.
Después de esta reunión en el restaurante, todo se precipitó: en una semana, el grupo organizado en Washington, D. C. con miembros de Virginia y Maryland, alarmados por la posibilidad de que el FMLN se deshiciera de Bukele, consensuaron unificarse y dar vida a un solo proyecto con un propósito partidario.
Luego se sumaron más salvadoreñas y salvadoreños de la diáspora de otras ciudades de la unión americana como Las Vegas, Los Ángeles, Boston, Nueva York y Nueva Jersey; y se pusieron a cruzar las palabras “Nueva”, “Nación”, “Buenas” e “Ideas”.
Según algunos, ante la sugerencia “del propio Nayib” se decantaron por Nuevas Ideas para aglutinar en público, aunque la organización madre inscrita ante un registro federal por sus padres y madres en Estados Unidos se quedaría con uno de los nombres iniciales: ‘Buenas Ideas USA-NY, INC’.
Salvar a un náufrago
La expulsión de Bukele se concretó el 10 de octubre siguiente, cuando el partido hizo el anuncio. En los días previos, Nuevas Ideas USA publicó una carta abierta a la dirección efemelenista en la que le advertía que castigar al alcalde desterrándolo sería “un error histórico”.
El movimiento reconocía que el partido y el Gobierno no habían hecho todo bien, y que Bukele se había excedido en algunas de sus críticas, pero les pedía recapacitar, por el bien del país. Luis Reyes también había enviado una carta al presidente Sánchez Cerén para pedirle que intercediera y buscara la conciliación, porque de no hacerlo, se arriesgaba todos los avances que, según él, había experimentado El Salvador en los últimos años.
Eso sí, Nuevas Ideas USA y Reyes coincidían en que, si les forzaban a decidirse por alguna de las partes en pugna, no dudarían en darle la espalda al FMLN. Cuando se oficializó la expulsión, la versión más extendida sobre la causa fue una supuesta agresión de Bukele contra la síndica de la alcaldía capitalina, Xochitl Marchelli.
Ella denunciaba que en medio de discrepancias en el concejo municipal por la legalidad de algunas decisiones del alcalde, este había perdido el control, le había llamado bruja y le había lanzado una manzana. Sin embargo, las causas se habían originado tiempo atrás, cuando en la cúpula se plantó la perturbadora idea de que quizás había una incompatibilidad irreparable con Nayib.
Un juego a dos bandas
Hoy, en el FMLN dicen tener claro que Bukele calculó todo. Que premeditó usar al partido como una escalera porque ya desde el 2013 se dedicaba a criticar en público al Gobierno y a la organización mientras él se pintaba como la encarnación del cambio.
El 9 de febrero del 2013, Bukele lanzó una de las primeras críticas abiertas al FMLN y a su bancada legislativa. El Frente estaba intentando quitarle fuerza a la Ley de Acceso a la Información Pública, algo que a la postre el mismo concretaría en el 2021 ya como presidente. “¿Por qué ahora nos echamos para atrás? ¿Acaso ya no creemos en la transparencia? ¿Por qué le damos armas a Arena?”, cuestionó el alcalde.
Tres meses más tarde, invitado a dar una charla motivacional al Centro Universitario de Oriente, en San Miguel, bosquejó un anhelo de que El Salvador llegara un día a ser gobernado por un populista. El video de aquel encuentro todavía sobrevive en internet. “¿Ustedes quisieran un presidente populista?”, preguntó a los centenares de jóvenes que le escuchaban.
La respuesta masiva fue un profundo silencio. “¿Nadie?”, insistió Bukele, contrariado. “Pues yo sí», añadió. Y luego se explicó: según dijo, cuando iba de camino a la universidad, había tomado el Diccionario Larousse y buscó la palabra populismo y encontró esta definición. “Es la doctrina política que profesa la defensa de los intereses del pueblo”.
Así que él adoptaba esa acepción e invitó a los estudiantes a hacer un esfuerzo por cambiar sus paradigmas y tratar de superar todas aquellas ideas equivocadas que el sistema les había vendido para garantizar, precisamente, que las cosas no cambien. En medio de su charla no perdió oportunidad de aclarar que no le gustaba del todo el primer gobierno del FMLN, aunque no precisó qué objetaba.
LEA MÁS: Bukele y las pandillas: de negociaciones encubiertas al régimen de excepción
Más tarde, en octubre, llegó a acusar de corrupción en público al entonces presidente de la Administración Nacional de Acueductos (ANDA), Marco Fortín, por un supuesto mal manejo en un proyecto de agua que impedía acceso al recurso a comunidades de su pequeño municipio.
“DENUNCIA PÚBLICA: Marco Fortín, Presidente de @anda_sv, ha malversado parte de los $9 millones del proyecto FIHIDRO”, tuiteó el 16 de octubre ese año y agregó: “Marco Fortín, de @anda_sv, también malversó $200,000 asignados por la Asamblea para la construcción del sistema de aguas negras en NC (Nuevo Cuscatlán)”.
La confrontación tocó al partido y a la Presidencia Funes. Bukele declaró a su biógrafo y asesor, el escritor Giovanni Galeas, que dirigentes le habían solicitado desistir, señalando que Fortín respondía a Funes y no al FMLN.
El expresidente, sobre este incidente, dice desconocer si el partido intervino, pero acepta que él se reunió con Fortín a petición de parte. “Marcos sí me solicitó una reunión para tratar este tema, pues le parecía que era una acusación sin fundamento y que quería ver si procedía legalmente. Le dije: ‘Esa es decisión tuya’”, dice Funes. “Nunca me reuní con él (Bukele) para tratar este tema. Nunca me solicitó audiencia. Cómo se resolvió este tema, lo desconozco”, añade.
Aquella denuncia y una posible demanda se silenciaron, pero vinieron más: Bukele criticó una de las obras insignia del FMLN: el Sitramss, y después criticó la postura tibia del partido ante las denuncias de corrupción del entonces presidente de la Asamblea, Sigfrido Reyes.
En retrospectiva, altos mandos en el FMLN concluyen ahora que el proyecto personalista de Bukele comenzó desde cuando el partido lo reclutó para la Alcaldía de Nuevo Cuscatlán, arropado de la influencia de su padre, Armando Bukele, un antiguo amigo de dirigentes del partido y especialmente de Schafik Jorge Hándal.
Según algunos excomandantes y confirmado por el mismo Bukele, fue el dirigente Roberto Lorenzana quien se reunió con él para que ingresara y se postulara como candidato a alcalde. Tras ganar la comuna, en la presentación de su equipo de transición, a la derecha de Nayib se sentó Lorenzana; a su izquierda, José Luis Merino, uno de los hombres más poderosos del FMLN.
Merino es un excomandante del PC y cabeza de las empresas Alba Petróleos de El Salvador, una compañía investigada por lavado de dinero. Según investigaciones de los medios El Faro y Factum, Merino fue clave para que una empresa respaldada por Bukele fundara un canal de televisión en el 2012, con una inyección de $467 mil provenientes de la sociedad Inverval, una de las principales empresas fondeadas por Alba.
Casi al mismo tiempo, y mientras gestionaba permisos para desarrollar proyectos urbanísticos en Nuevo Cuscatlán, Inverval prestó $1.9 millones a Bukele. Entre el 2013 y el 2015, la sociedad también inyectó $11 millones a la compañía Las Vistas, que construyó 38 casas en la residencial Garden Hills del municipio, según reveló La Prensa Gráfica en el 2017.
Desde sus inicios en Nuevo Cuscatlán, Bukele tuvo claro que crear una estructura paralela al partido con personas de su confianza era clave para su carrera. “Él jamás se apoyó en las estructuras del Frente, nunca, sino que siempre creó su propio equipos de trabajo de manera paralela, creó su propio comando de campaña, gestionó su propio recurso, el padre lo apoyó con recursos”, recuerda Eugenio Chicas, exdirigente efemelenista.
En vez de usar el rojo del FMLN, adoptó el cian; en lugar de apoyarse en el partido, tomó decisiones inconsultas; en lugar de dirimir las diferencias en privado, las aireaba en redes sociales. Hasta los enlaces del FMLN en La Libertad comenzaron a reclamarle a la dirigencia su actitud, pero no hicieron caso. La popularidad del joven alcalde fue más importante.
A pesar de los desencuentros reiterados, el FMLN volvió a apostar por él en el 2015 para la Alcaldía de San Salvador. “El partido cayó en una visión electorera, no electoral, de ganar por ganar. Lo que predominó fue que con Bukele le quitábamos la alcaldía de San Salvador a Arena”, dice Chicas. Él y otras personas de la Comisión Política (CP) advertían que con Bukele no sería el partido el que gobernaría la capital, pero al final Medardo González, como secretario general, terminó decantándose por el grupo que veía en Nayib el caballo ganador. Años más tarde, el propio González ha reconocido que fue un error potenciarlo tanto.
Pero en el 2015 Bukele terminó ganando por con un margen ajustado, y usando sus colores y haciendo campaña a su modo. El trabajo territorial lo hizo, en alguna medida, su propio equipo proselitista, el Team Nayib.
Durante su primer año en San Salvador, continuó con los choques con su partido, pero el discurso que más encendería las alarmas no ocurrió en El Salvador, sino en EUA.
Desconfianza total
La ciudad de Gaithersburg dio las llaves de la ciudad a Nayib el 11 de setiembre del 2016, gracias a las gestiones que hicieron miembros de la diáspora. En un evento diseñado para recordar la identidad salvadoreña al son de las cumbias famosas de los 80, el alcalde aprovechó la tarima para lanzar críticas hacia su partido y hacia el Gobierno, como lo venía haciendo desde el 2013, pero esta vez a la dirección efemelenista le parecieron excesivas.
Bukele señaló que El Salvador iba por mal rumbo y que el presidente Sánchez Cerén ponía en riesgo la relación con Estados Unidos. “Ya teníamos señales del trabajo que él venía haciendo para atacar lo que era la vieja guardia del partido, o sea él ya estaba planteando una especie de renovación del proyecto”, recuerda Eugenio Chicas.
Otra persona que integraba la dirección del partido en aquellos días concuerda: “Ese año en San Miguel había andado haciendo serrucho contra el partido… y luego vimos lo que fue a decir a Washington…”, recuerda. En la siguiente reunión de la CP discutieron la situación y, desde entonces, hubo quienes plantearon la posibilidad de considerar un proceso de expulsión si aquello se agudizaba.
A Bukele no le bastaron sus críticas a viva voz en el festival, sino que en redes sociales también sugirió que el Gobierno era incapaz de generar condiciones para que la población no tuviera razones para largarse. “Ojalá algún día nuestro país les dé las oportunidades para que regresen”, publicó en sus cuentas.
Aquellas palabras en Gaithersburg sonaban a futuro para líderes de la diáspora como Luis Reyes, que en ese evento tendría el primero de muchos encuentros con aquel al que llegaría a tratar como un “amigo”.
LEA MÁS: Bukele advierte a maras: ‘Si desatan una ola de criminalidad, nosotros quitamos comida en cárceles’
Para entonces, en el partido ya habían entendido que el alcalde pretendía la postulación presidencial. Pero sus anhelos no concordaban con los planes del Frente, y a finales del 2016 hubo consenso en la CP en que él no sería candidato. Sin embargo, no había nada oficial en la carrera por la candidatura, así que no hubo comunicación oficial de nada. No todavía.
Desde entonces, a medida que se deterioraba su relación con el partido, la semilla que dejó sembrada en Washington, D. C. germinó. Todas las condiciones le favorecían: un mes antes de esta primera visita, El Salvador se estremecía con la huida del expresidente Funes a Nicaragua, acusado de corrupción.
Y el segundo presidente efemelenista, Salvador Sánchez Cerén, había hecho todo lo posible por encubrir las irregularidades achacadas a Funes. A eso se sumaban niveles de violencia de cifras récord desde cuando en el 2015 Sánchez Cerén declarara la guerra a las pandillas, apenas transcurridos tres años de que el Gobierno Funes pactara con esas organizaciones criminales. El Salvador no iba a ningún lado, y eso era lo que Bukele pregonaba y lo la diáspora le aplaudía.
La moneda estaba en el aire y la erosión de la relación con Bukele era una cara de esa moneda; la construcción de una relación fuerte con la diáspora la otra.
El 2 de abril del 2017, a través de un Facebook Live, Bukele anunció que había aceptado la oferta del FMLN para buscar un segundo mandato como alcalde de San Salvador. Ese anuncio hizo rabiar más a algunas personas de la dirección, porque Bukele añadía críticas que no tenían nada de indirectas.
“Cansa la política sucia, cansa la política asquerosa del país, una política que ha mantenido en el subdesarrollo al país durante mucho tiempo, y ojo que no estoy hablando de un partido político, estoy hablando de todo el sistema político”, dijo.
En esos 11:30 minutos en los que comunicó su futuro y atacó a la política tradicional, añadió: “Lo que se ve desde adentro es todavía más asqueroso que lo que se ve desde afuera. A veces uno quiere salir y alejarse de eso. Pero, ¿a quiénes vamos a dejar? ¿A los mismos de siempre? ¿Que gane Arena y destruya todo lo que hicimos? ¿Que el Frente siga yéndose al camino de parecerse a Arena o de convertirse en Arena 2.0 quitando subsidio a la gente pobre, poniendo impuestos, no persiguiendo la elusión fiscal, dejando todos los privilegios de las clases poderosas, manteniendo todos los poderes fácticos intactos y haciendo todo lo que el pueblo esperaba que no hicieran?”, agregó.
Aun con esas palabras el entonces secretario general, Medardo González, le respaldó. “La dirección del partido quiere que él sea nuestro candidato, pero él va a decidir y va a notificar”, dijo González y advirtió que, si Bukele desistía de la reelección, tenían otras opciones. Pero desde antes de ese anuncio, la CP lo tenía claro: Bukele no figuraba como presidenciable por más que lo insinuara en sus círculos cercanos.
Una ruptura. Un plan b
Para el primer trimestre del 2017, enrumbado a la reelección como alcalde, Bukele se trabó en un enfrentamiento por diferencias sobre cómo conciliar las obras de renovación del centro histórico de la capital con las obras de protección del patrimonio que defendía la Secretaría de Cultura de la Presidencia. Acusó al presidente Sánchez Cerén de sabotear sus proyectos y hasta tuiteó: “Definitivamente, hay quienes quieren convertir al FMLN en Arena 2.0″.
Eugenio Chicas y dos fuentes de la pasada dirección del FMLN coincidieron en entrevistas por separado en que fue durante el primer trimestre del 2017 cuando el secretario Medardo González se reunió con Bukele en el local central del partido, conocido como “1316″, para dejarle clara la decisión: “No vas a ser candidato presidencial”.
La reunión fue tensa, según narran las fuentes que participaron del encuentro. Bukele respondió que él no había pedido la candidatura presidencial. “Está claro que vos nunca la has pedido, pero yo sé que vos querés ser candidato, así que no, del FMLN no vas a ser candidato”, le subrayó González.
“Nayib se airó, se molestó, se levantó y se fue. A partir de ahí se conflictuó más una relación en el concejo municipal”, relata Chicas.El FMLN había decidido que ya no correría riesgos con un político rebelde, un “outsider” como Nayib, a pesar de que en el 2017 las encuestas mostraban una caída sostenida del partido en las simpatías entre la población desde el 2014, cuando ganó el segundo mandato presidencial.
Para el 2017, solo un 20 % de las personas mayores de 18 años decían simpatizar con el FMLN, y Arena era, de nuevo, el partido favorito, aunque por muy poca diferencia.
LEA MÁS: Bukele dice que Trump sí le ayudó a combatir pandillas en El Salvador
La relación se vino a pique a alta velocidad. En el concejo municipal, Bukele comenzó a impulsar proyectos apresuradamente y sin pasar por todos los procesos. Y llegó setiembre, cuando la síndica Xochitl Marchelli intentaba poner freno a lo que le parecían potenciales ilegalidades, y los encontronazos terminaron con supuestas agresiones verbales del alcalde hacia la concejal a inicios de ese mes.
Después, viajó a Estados Unidos para reunirse de nuevo con la diáspora, y el día 10 hizo suyas las críticas que la derecha salvadoreña lanzaba al presidente Sánchez Cerén: “El Salvador no tiene presidente, cuando estaba Mauricio Funes teníamos un mal presidente, pero había uno, ahora no hay”, señaló.
Las cartas ya estaban echadas. Eran dos causas las que movían los ánimos de la dirigencia del FMLN: esas críticas contra el partido y contra el gobierno, y la ‘agresión’ a la síndica Marchelli. Por las primeras, la CP discutió que debía considerarse arrojarlo del partido, y por la segunda, ya el sector femenino efemelenista había promovido un proceso disciplinario ante el tribunal de ética del partido, que terminó en la expulsión.
Aunque lo que trascendió en público fue que el ‘ataque’ a Marchelli había sido el motivo de que le echaran, dos personas que participaron en reuniones de la CP aseguran que pesó, sobre todo, su campaña de hostilización permanente. “Su expulsión se debía a razones de irreverencia, de rebeldía, de intenciones claras de dañar al partido y al gobierno”, dijo.
Excursionistas timados
Cuando Luis Reyes retornó a Washington, D. C. tras reunirse con Bukele y los hermanos Araujo, se puso a trabajar por conseguir el dinero para crear el nuevo partido. La meta era un cuarto de millón de dólares, pero solo recogieron unos $89 mil, después de que en el proceso hubo quienes vieron razones para la suspicacia, y después de que uno de los dos grupos principales que impulsaron la creación del nuevo partido, el de Nueva York, se frenara casi en seco.
Aun así, el respaldo económico en realidad fue muy superior a los $89 mil. Un dirigente de California asegura que solo ahí recolectaron $75 mil más, y en todas las ciudades costearon viajes, viáticos, estadías de Bukele y sus acompañantes y organizaron cenas de recaudación de fondos.
Luego todo se aceleró. Una semana después de la reunión del 9 de setiembre del 2017 en el Lauriol Plaza, la ruta ya estaba trazada a la espera de lo que ocurriera con Bukele. Expulsado del FMLN, Reyes viajó con la propuesta y el 25 de octubre el mismo Nayib anunciaba que ese día se fundaba el ‘Movimiento Nuevas Ideas’ en El Salvador.
No hizo alusión a la diáspora, que al día siguiente recibió la notificación de que la organización BUENAS IDEAS USA-NY, INC. ya tenía permisos para operar y captar fondos.
Entusiasmados por el maridaje, nadie vio extraño que no fueran mencionados. El entusiasmo era desbordante. Decenas de inmigrantes residentes en algunas de las principales ciudades habían accedido a aportar la cuota de $2.500. Y coordinando el trabajo con personas del círculo cercano a Bukele en El Salvador, programaron la fecha en que se constituiría, en acta notarial, el nacimiento del partido Nuevas Ideas en El Salvador: el 11 de marzo del 2018. Después de eso todos simularon que había opción de inscribirse para la presidencial, aunque en realidad había claridad de que Nuevas Ideas no llegaba a tiempo para los comicios.
LEA MÁS: El Salvador restringe libertades por pedido de Bukele para enfrentar crímenes de pandillas
Entre la diáspora, el mecanismo de recaudación de fondos se diseñó así: quien aportara los $2.500 tendría derecho a figurar en el acta de constitución del partido como miembro fundador. Decenas compraron boletos para volar a El Salvador. “Nos fuimos unos 69 miembros de la diáspora”, recuerda una dirigente de la comunidad en Boston, que pidió que no se le identifique con nombre y apellido por temor a represalias.
“Ese día de la constitución nos empezamos a sentar en las sillas de la primera fila. Después empezaron a poner otras líneas de sillas enfrente de nosotros y apareció el familión del presidente… la mamá, los primos… y resultó que ellos firmaron como fundadores y aunque nosotros también firmamos, después nos dijeron que quedábamos afuera y que el grupo que habíamos formado ya no valía”, dice otro líder de la diáspora.
Quienes sí lograron que sus nombres se incorporaran a la escritura de constitución vieron cómo la autoridad interina fue tomada por hombres y mujeres claves en el entorno de Nayib. Como secretario nacional asumió Federico Anliker, uno de los amigos de infancia y hoy presidente de la Comisión Ejecutiva Aeroportuaria. En esa dirección transitoria también figuraron el hoy ministro de Hacienda, la primera vicepresidenta y exministra de Cultura, la secretaria de Comunicaciones, el ministro de Turismo… Con cargo en el partido y representante de la diáspora solo figuró Roy García, que renunció en 2018 porque asegura que detectó que Bukele les había mentido desde cuando se firmó el acta de fundación.
Según García, en una cena celebrada a inicios del 2018 en San Salvador, Bukele les había prometido que su familia y su grupo no se vaciarían en el partido, que “el 20% sería para ellos, y el 80% para la diáspora”. Fuera de Nuevas Ideas, García figuró en las primeras marchas masivas contra Bukele del 2021. Luego, en octubre pasado, fue acusado de urdir una conspiración para dividir a la fracción legislativa con apoyos de Estados Unidos. La embajada en El Salvador niega los señalamientos.
En el nacimiento del partido ante notario, entre los fundadores estuvo Luis Reyes, pero también destacaron los primos, un tío, los hermanos y hasta la madre del presidente. Un mes después de la juramentación, en una entrevista radial, ya como secretario general, Federico Anliker habló de los líderes de la diáspora como un grupo de invitados y no como socios. “Nunca han sido tomados en cuenta, nosotros incluso los hemos tomado en cuenta para el acta de fundación del partido”, dijo. De 257 fundadores, los líderes de la diáspora alcanzaron solo el 16 % de representatividad.
Pero Nuevas Ideas no podría competir en las presidenciales debido a que el 3 de abril de 2018 vencía el plazo para la inscripción de los partidos contendientes legalmente inscritos ante el TSE, y este apenas era un partido en formación. Esto hizo que Bukele buscara otras vías y a, finalmente, incumplir una promesa que le había hecho a Luis Reyes y a otros líderes en el Lauriol Plaza.
En la reunión celebrada un mes antes de su expulsión, algunas de esas personas sostienen que tras haber recibido una llamada telefónica en la que le comunicaron la inminente ruptura, Bukele comenzó a escribir en el papel blanco colocado a modo de mantel sobre la mesa las posibles opciones que le quedaban. Aseguran que le prometieron tratar de interceder ante la dirección efemelenista y que, antes de retirarse, les prometió que, sucediera lo que sucediera, nunca sería candidato de Gana, el partido de disidentes de Arena.
Les incumplió. De hecho, solo unos días antes de inscribirse en Gana, Bukele tuiteó que, por principios, no sería candidato de ese partido de derechas al que su mismo candidato a vicepresidente, Félix Ulloa, había caracterizado como “lo más podrido de la política salvadoreña”.
Más tarde, para explicar su incorporación, Bukele creó la narrativa de que el sistema político tradicional había impedido la inscripción de Nuevas Ideas para bloquear su candidatura; había desaparecido a un partido de centro izquierda con quien ya había entablado negociaciones y le había dejado contra la espada y la pared con Gana.
Consultados sobre si la diáspora era consciente de que Nuevas Ideas no iba a poder competir, Reyes y otros líderes responden que sabían que no llegaban a tiempo, que el objetivo era crearlo para acompañar la candidatura y buscar espacios de participación para las legislativas y municipales del 2021.
Por eso, aunque quedar fuera del acta de nacimiento de Nuevas Ideas fue un golpe, siguieron con entusiasmo trabajando por la candidatura y por la legalización del partido. La idea de tener un partido propio era más fuerte que la promesa incumplida.
Ruptura de Nuevas Ideas USA
Entre marzo y julio del 2020, el partido eligió a sus autoridades definitivas y a sus candidaturas para alcaldías y Asamblea Legislativa. Luis Reyes compitió sin éxito en las internas por la Secretaría de Salvadoreños en el Exterior de Nuevas Ideas. Debido a una campaña de desacreditación en su contra, decidió renunciar a la contienda. Al frente del partido, fue electo Xavi Zablah, primo hermano de Bukele.
Antes de las elecciones internas, varias de las personas que se involucraron para darle a Bukele un partido con el cual competir, habían decidido también alejarse, decepcionadas porque habían observado cómo las personas más cercanas a aquel personaje que les había cautivado con su discurso fueron cobrando protagonismo y tomando decisiones sobre Nuevas Ideas.
Ya en el 2018, antes de que el TSE inscribiera al partido, había denuncias entre la diáspora de que personas como Arena Ortega, hermana de la esposa de Bukele, sembraba discordias dando declaraciones en las que dejaba entrever que el nuevo partido debía ser manejado por el círculo más próximo a Bukele porque la clave del éxito estaba en su carisma.
En la diáspora hoy dicen que Ortega y “otros personajes oscuros” hicieron una labor para dividir a la diáspora organizada y, de hecho, después del surgimiento de Nuevas Ideas USA y sus filiales, un grupo se escindió y formó su propio movimiento Nuevas Ideas América, respaldado por la argolla bukeleana.
Hoy, en estos grupos descontentos de la diáspora dicen tener claro que Bukele calculó todo. Que premeditó usarles como escalera porque, aunque desde cuando lo conocieron exhibía el discurso que añoraban, nunca tuvo más intenciones que -literalmente- sacarle partido a la relación: el partido Nuevas Ideas.
LEA MÁS: Prensa salvadoreña fustiga reforma ‘mordaza’ de Bukele
Hoy, los grupos organizados que especialmente desde Washington, D. C., Nueva Jersey, Nueva York, Boston y California visualizaron la constitución de un partido propio, concluyen que Bukele y su gente ni siquiera les robaron el partido, sino que ellos mismos se lo entregaron.
No todos pudieron convertirse en miembros fundadores, carecen de peso alguno en su dirección, y siguen sin tener posibilidades de incidir en el rumbo del país.
Cinco años más tarde, algunos de los personajes principales de aquel esfuerzo se sienten utilizados. Engañados. “Fue algo que empezó con algarabía, esperanzado en el cambio.
Yo lo hice por eso, pues Bukele nos dijo lo que queríamos oír y pensamos que era el momento de la diáspora porque el partido se formó aquí entre la diáspora”, dice ahora Merlin Serrano, una de las lideresas de la comunidad salvadoreña en Boston, Massachussets.
Las conclusiones de Sixto Álvarez, residente de Nueva Jersey, uno de los que habían trabajado en la creación de Nuestra Nación y exmiembro de Nuevas Ideas, son idénticas a las de Serrano: “El muchacho encontró tierra fértil aquí, por la incapacidad y por la inexperiencia de los líderes que teníamos aquí. Cuando vino a Washington y a Nueva York, vino a decir lo que muchos queríamos escuchar”.
Otro de los entusiastas que ahora se sienten burlados es Fredy Romero, youtuber del área de Washington, D. C. Él recuerda cómo con motivo del Festival Salvadoreñísimo del 2016, en las redes sociales en El Salvador y en Estados Unidos circulaban posts en los que se aseguraba que miles de salvadoreños se habían reunido para recibir a Bukele, cuando en realidad estaban más por el festival musical que por el alcalde.
De hecho, hay un video que sobrevive en redes sociales en el que se aprecia a un Bukele que es entrevistado en medio del público y pasa desapercibido, mientras en la tarima el show lo roban los Hermanos Flores, una de las bandas ochenteras más queridas por los migrantes.
“El tipo es experto en marketing, ya tenía planeado que se iba a agarrar de la diáspora. Para nosotros fue lo que estábamos buscando y ahora muchos creemos que todo esto estaba planeado. Cuando se presentó en el festival de Gaithersburg se presentó como ese personaje que pensamos que necesitábamos y le funcionó”, dijo Romero, que también se retiró del partido cian.
Luis Reyes, el restaurantero que promovió la idea de un partido y un Bukele para todos pasó de ser la mano derecha de Nayib en las giras de presentación de Nuevas Ideas a ser un ‘traidor’. Hoy es un crítico acérrimo.
Tanto que protagonizó reuniones con otros líderes junto al enviado especial de EUA para la región, Ricardo Zúñiga, en la que expuso sus preocupaciones por la deriva autoritaria tras el golpe a la Sala de mayo del 2021. Un golpe liderado por los diputados del partido que ayudó a crear.
“Soy uno de los artífices de Nuevas Ideas. Mi apoyo encendió esa llama de esperanza para miles tanto en El Salvador como afuera de sus fronteras”, dice Reyes, sin tono de jactancia. “Nos vendieron humo, nos engañaron, nos usaron y nos hicieron creer que la diáspora iba a tener un papel importante en el proceso”, se lamenta.
Si a inicios del 2018 lideró mítines codo a codo con Nayib en tres cabeceras departamentales claves para la diáspora (San Francisco Gotera en Morazán, San Miguel y Chalatenango), ahora los separan millas de distancia.
Es tan grande la ruptura que en la cuenta oficial de Bukele en Twitter, el principal canal por el cual se comunica al mundo, su nombre y el rastro de su protagonismo en la campaña electoral han sido borrados por completo.
Ni Xavi Zablah, ni Nayib Bukele, ni los hermanos, ni Arena Ortega ni Federico Anliker respondieron las peticiones de entrevistas para este reportaje. Walter Araujo contestó que no dará declaraciones.
Este reportaje forma parte de República Finquera, un proyecto de cobertura del autoritarismo en Centroamérica y México de la Redacción Regional , una alianza entre medios y periodistas de la región, entre ellos La Prensa Gráfica.