Brasilia
El arquitecto del impeachment (juicio político) de Dilma Rousseff parecía invencible hasta hace unos meses, pero acabó bebiendo el trago amargo de su propia medicina: a últimas horas del lunes, el diputado Eduardo Cunha fue destituido.
Presidente de la Cámara de Diputados entre febrero del 2015 y julio de este año, cuando renunció ya en su ocaso, supo mover los hilos del poder para apuntarse victorias como la apertura del juicio político a Rousseff, aunque las acusaciones de corrupción en su contra acabaron empujándole al vacío.
Sus dotes como hábil equilibrista en el agudo filo de la política brasileña no consiguieron salvarlo de esta caída propiciada por sus propios pares de la Cámara de Diputados, que aprobaron su destitución por una diferencia rotunda de 450 votos a favor, 10 en contra y 9 abstenciones.
¿La razón? Haber mentido sobre la titularidad de cuentas bancarias en Suiza, adonde supuestamente desvió fondos de la trama de corrupción de Petrobras.
Su mandato ya había sido suspendido en mayo por la Corte Suprema por manipular en su beneficio los reglamentos de la Cámara, que siempre conoció muy bien. Para el alto tribunal, este hábil y maquiavélico político a punto de cumplir 58 años trató de obstruir las investigaciones que le involucran en el caso Petrobras.
Soledad política. Aquella suspensión le congeló la autoridad y sus aliados comenzaron a abandonar este barco que ya no tenía la misma fuerza para surcar las olas del poder.
"Es el precio que estoy pagando para que Brasil quede libre del PT. Me están cobrando el precio del impeachment que acepté y que nadie más estaba en condiciones de hacer en ese momento", dijo después de recordar a sus colegas que al menos 160 de ellos también enfrentaban investigaciones de la Justicia.
Su mayor obra a la cabeza de la Cámara, efectivamente, culminó el 31 de agosto con la destitución definitiva de la mandataria de izquierda y el ascenso de Michel Temer, de su mismo partido de centroderecha PMDB.
Rousseff siempre consideró que la decisión de iniciar el proceso de destitución fue un acto de "venganza" por no impedir que el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) apoyara el proceso que la Comisión de Ética de la Cámara le abrió a Cunha, un proceso que el diputado consiguió dilatar mientras en paralelo corría un pedido de la Fiscalía para que fuese apartado de su cargo.
Cunha, además, es el único político brasileño con fueros que es juzgado por el máximo tribunal en el marco del megafraude a Petrobras. La Fiscalía lo denunció el año pasado por corrupción y lavado de dinero vinculado a la red de sobornos en la estatal petrolera. La Corte Suprema acogió la acusación en marzo.
Su vínculo con casos de corrupción mermaron parte de su fuerza y le significaron amplia reprobación pública, pero este economista evangélico había conseguido seguir en su puesto hasta que la comisión recomendó finalmente su destitución en junio.
No en vano lo llaman el Frank Underwood brasileño, en referencia al inescrupuloso personaje de la serie House of Cards.
Underwood "es ladrón, homosexual y asesino. Yo no", replicó una vez Cunha.
Temer terminará el mandato de Rousseff hasta fines del 2018, ya sin el lastre del polémico Cunha como primero en la línea de sucesión.
Un jefe menos. "Existen dos jefes del golpe, que actúan en conjunto y de forma premeditada", dijo Rousseff en algún momento de su proceso de destitución, en un claro ataque a los dos protagonistas.
Compañeros en el poderoso Partido del Movimiento Democrático Brasileñó (PMDB), juntos diseñaron la caída de la mandataria izquierdista en una carrera de fondo en la que, por ahora, solo Temer queda en pie.
Si bien Cunha quemó las naves con el gobierno y el PT al aprobar el pedido de impeachment, eso no le valió las gracias de la oposición que siempre guardó distancia con él.
"Si derribo a Dilma, al día siguiente ustedes me derriban a mí", les dijo a políticos opositores en diciembre antes de dar luz verde al proceso contra la mandataria, según reportó la prensa brasileña. Cunha sabía oler el peligro.
El PMDB ha sido aliado del poder desde el fin del régimen militar en Brasil en 1985.
En los hilos del poder. Cunha llegó a los mandos de la Cámara tras ganarle una pulseada a Rousseff, que promovía a un candidato más afín. Y no tardó en desatar la batalla con el Poder Ejecutivo.
Desde su podio, este político dueño de más de 150 dominios de Internet con la palabra "Jesús", impulsó proyectos conservadores como la reducción de la edad de responsabilidad penal a 16 años o la celebración de un "Día del Orgullo Heterosexual".
En la Cámara tenía apoyos entre parlamentarios de la bancada "BBB" (Buey, Biblia y Bala) integrada por los lobbies agrícola, evangélico y de expolicías y militares que defienden el porte de armas.
Dio sus primeros pasos en política vinculado al tesorero de la campaña del expresidente Fernando Collor, quien renunció en 1992, también bajo la presión de un juicio de destitución.
"La historia hará justicia al coraje que tuvo la Cámara de Diputados bajo mi conducción, de abrir el proceso de impeachment que terminó con el alejamiento de la presidenta, sacando al país del caos", afirmó al momento de renunciar.
Pero, por ahora, Cunha se va. Está por ver si el Frank Underwood brasileño será capaz de renacer de las cenizas.