Yedá, Arabia Saudí
Arabia Saudí recibe este semana a cerca de dos millones de peregrinos, procedentes de todo el mundo, quienes muchas veces hacen una travesía que no repetirán en el resto de sus vidas, para llegar a La Meca, con motivo del hach, uno de los pilares del islam.
"Estoy tan emocionada porque muchas personas sueñan con estar en mi lugar", contó Eni, una indonesia de 47 años, quien portaba un velo de color beige.
"Nos sentimos más religiosos cuando nos vamos de este lugar", dijo.
Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, también es el que más peregrinos envía para el hach.
En el aeropuerto de Yeda, a 80 kilómetros al oeste de La Meca, decenas de miles de indonesios franqueaban la puerta dispuestos a llevar a cabo el hach.
Eni, absorta en su lectura del Corán, ignoraba el alboroto que la rodea y el calor aplastante.
"Después de mi primera peregrinación sentí que quería volver para sentirme más conectada", dijo en referencia al profeta Mahoma.
Después, volvió a centrarse en el libro sagrado.
El hach es uno de los cinco pilares del islam, un viaje que todo musulmán que tenga los medios debe hacer al menos una vez en su vida.
"Este año esperamos cerca de dos millones de peregrinos", expresó Abdelmajeed Mohamed Al Afghani, director del organismo que se encarga del hach y de la umra (la peregrinación en otras épocas del año).
Vuelven los iraníes. Este año volverán a La Meca los peregrinos iraníes, quienes no viajaron en el 2016 tras la mortal estampida del año anterior que dejó cerca de 2.300 muertos.
Esta fue la peor catástrofe de la historia de esta celebración y dejó cerca de 464 víctimas iraníes.
Después de la tragedia, Irán criticó duramente a Arabia Saudí por la organización de la peregrinación.
En enero del 2016, ambos países rompieron sus relaciones diplomáticas. La decisión la tomó Riad tras el ataque a su embajada en Teherán por manifestantes que protestaban contra la ejecución en Arabia Saudita de un dignatario religioso chiita.
Según los analistas, ni Riad ni Teherán desean prolongar la pugna.
"Politizar un evento como este no aporta nada bueno", manifestó Sliman Zeghidur, autor de La vida cotidiana en La Meca: de Mahoma a nuestros días.
Pero desde hace un tiempo en la región se escuchan acusaciones de que el hach se contamina con asuntos políticos ajenos.
La semana pasada, Arabia Saudí decidió reabrir su frontera con Catar para permitir que los fieles cataríes realicen esta peregrinación, en medio de una crisis diplomática entre Riad y Doha.
Desde el 5 de junio, Catar vive aislado y bajo un duro embargo impuesto por sus vecinos del Golfo -Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Baréin-, además de Egipto, que lo acusan de apoyar el "terrorismo" y de ser demasiado cercano a Irán.
Doha había acusado a Riad de obstaculizar la peregrinación, pero la semana pasada el reino anunció que la frontera iba a ser abierta para los cataríes que desearan ir a La Meca y que aviones saudiíes iban a ser enviados a Doha para transportarlos.
Realización. En la zona de llegadas del aeropuerto, los peregrinos caminaban raudos y atentos para no perder al resto del grupo.
"Estoy tan contento de ser parte de esto este año", dijo Mohammed Said, un nigeriano de 43 años, vistiendo el ihram, el traje tradicional que usan los hombres para este rito.
"Quiero poder hacerlo todos los años en los que pueda permitírmelo", agregó Said, quien acude por tercera vez. "Cada vez es diferente, es como hacerlo por primera vez".
Para Zeghidour, este viaje hace que los peregrinos experimenten un sentimiento colectivo.
"El peregrino tiene que correr, moverse y cumplir con varias etapas" del ritual.
"Es tan absorbente a nivel físico y mental que no hay tiempo para pensar en la crisis del Golfo", comentó.
El autor contó que muchos peregrinos vienen desde Asia o África y llegan a un lugar donde pueden intentar olvidar los sufrimientos en sus países de origen.
Para muchos peregrinos, esto incluye los temores de ataques yihadistas, especialmente para quienes vienen de países como Irak o Siria.
Pero esta amenaza no ha disuadido a Fátima, originaria de Perpiñán, en el sur de Francia.
"He estado esperando hacer este viaje durante mucho tiempo", declaró la mujer, quien llevaba un velo rojo, como el resto del grupo con el que viaja.