Asunción
Argentina pateó el tablero comercial del Mercosur, quebró su hegemonía ideológica, y en momentos económicos difíciles para sus miembros más poderosos, dio un golpe de timón al balance de fuerzas del bloque.
Cuando el nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, pidió el lunes "la liberación de los presos políticos en Venezuela", algo impensable en los años de vacas gordas del artífice del bolivarianismo Hugo Chávez, se resquebrajó el clima de concertación ideológica que antes primaba: el conservador Paraguay ya no está solo y la ausencia del presidente venezolano, Nicolás Maduro, fue estridente.
El resto de los presidentes del Mercosur (Dilma Rousseff, de Brasil; Tabaré Vázquez, de Uruguay, y Horacio Cartes, de Paraguay), así como de los Estados asociados (Michelle Bachelet, de Chile, y Evo Morales, de Bolivia), no apoyaron ni dejaron de apoyar a Argentina en su pedido, pero tampoco defendieron a Venezuela de algo que su canciller, Delcy Rodríguez, tomó como "injerencia en los asuntos internos" de su país.
Sin decir nombres, los presidentes sí revivieron un protocolo de derechos humanos que data de hace diez años y pidieron en una declaración conjunta a todos sus miembros que se adhieran "a la brevedad posible" a este mecanismo. Una indirecta para Venezuela, el único país que no lo ha suscrito. Su gobierno es cuestionado por organizaciones de derechos humanos, entre otras cosas, por el encarcelamiento de 75 líderes y estudiantes opositores.
"Si el presidente de Venezuela tiene los argumentos para defender lo que está pasando en su país, este era el mejor escenario para hacerlo", dijo a la AFP Marcelo Rech, analista del Instituto de Relaciones Internacionales InfoRel, con sede en Brasilia. "Pierde mucho Venezuela con esto y se fortalece mucho Argentina", añadió.
Otro tono en Mercosur. Argentina es ahora "un actor nuevo, con un gobierno nuevo, que gana todas las condiciones para poder dirigir al Mercosur por otro camino. Abandonamos el eje Brasilia-Caracas-Buenos Aires, que era totalmente bolivariano, por un eje ahora que tiene a Argentina de un lado y a Venezuela del otro", prosiguió Rech.
En efecto, para Argentina, el episodio con Venezuela fue solo un capítulo de su intervención en la cumbre. Además de eso, su nueva apertura comercial --con la ansiada eliminación de trabas arancelarias--, fue recibida con suspiros de alivio por parte de los demás socios, sobre todo Uruguay y Paraguay, que por años han reclamado a su vecino mayor flexibilización aduanera.
Tal cambio de actitud viene como anillo al dedo cuando la caída de los precios de los commodities y el desplome de los precios del petróleo caen como un mazazo sobre las economías más importantes del Mercosur.
Rousseff está a las puertas de un juicio político que agudiza sus males económicos: la economía de la sétima economía del mundo entró en recesión en el segundo trimestre, la inflación ya roza los dos dígitos y el desempleo continúa aumentando.
Mientras, los venezolanos sufren desde hace dos años una severa crisis de escasez de productos básicos que promedia 60% en 2015, además de una inflación proyectada de 205%, según analistas privados.
Ante ese panorama, el nuevo papel de Argentina, que ahora es afín al tratado de libre comercio con la Unión Europea y promete facilitar otro tanto con la Alianza del Pacífico y otros mercados, es clave para el futuro económico de Mercosur.
"El balance de fuerzas interno cambió", dijo a la AFP Roberto Codas, analista político y económico de la Consultora Desarrollo Empresarial. "Hoy tenemos al segundo país más importante de la región, Argentina, alineado en el otro espectro".
"La clave va a ser la búsqueda de una conciliación", añadió Codas. "El Mercosur tiene que privilegiar el dinamismo económico y no el conflicto político. Venezuela es un socio estratégico por más que tenga un signo ideológico distinto".
Rousseff dejó bastante clara esta postura cuando dijo en su discurso: "Sabemos que vamos a tener que convivir durante un período bastante significativo con el fin del superciclo de las commodities (...) El Mercosur tiene que acompañar y analizar, sin presiones ideológicas de ningún tipo, las distintas propuestas de integración en curso en el mundo".
Pero, según la analista política Liz Arnold, esto no será tan simple de implementar: "El Mercosur no puede seguir aplicando una política del avestruz, a pesar de que muchos dicen que los intereses económicos priman. Si la brújula es la libertad y la democracia, el respeto a los derechos humanos no puede quedar reflejado en simples discursos", dijo a la AFP.