Brasilia
"Tengo la impresión de que ya llevo tres o cuatro años de gobierno", dijo esta semana Michel Temer, presidente interino de Brasil desde hace 20 tormentosos días.
Este abogado de 75 años con reconocidas habilidades como articulador político ya perdió dos ministros arrastrados por el lodo del escandaloso festival de sobornos, sobreprecios y desvíos en la estatal Petrobras, que sigue extendiéndose como una inmensa sombra sobre la política brasileña.
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El nuevo gobierno no logró erradicar el aire de provisionalidad generalizada que dejó el proceso de juicio político que suspendió a Dilma Rousseff de la presidencia por supuesta manipulación de las cuentas públicas, y que le abrió las puertas del poder a Temer, su exvicepresidente ahora convertido en un encarnizado adversario.
Limitada a 180 días, el plazo máximo que tiene el Senado para decidir si destituye definitivamente a Rousseff, la gestión Temer nació entre sospechas de que intentará poner freno a la cruzada anticorrupción en Petrobras, que involucra a varios caciques del centrista PMDB en el poder.
Temer juró que apoyaría la sed de limpieza moral que simboliza la llamada "Operación Lava Jato", que reveló un fraude entre empresarios y partidos políticos para drenar más de $2.000 millones de la petrolera y que fue reivindicada en las masivas protestas callejeras que antecedieron al juicio.
Ese compromiso le costó tener que entregar a los ministros Romero Jucá, de Planificación, y Fabiano Silveira, de Transparencia.
Ambos cayeron tras ser reveladas grabaciones en las que se los escuchaba discutir opciones que sugerían que buscaban entorpecer la investigación.
"Nadie va a interferir en el Lava Jato (...) Me tomo la libertad de decir por enésima vez que no habrá la menor posibilidad de cualquier interferencia del Ejecutivo en esa cuestión", dijo Temer esta semana.
Pero lejos de desvanecerse, las sospechas se enraizaron gracias a las grabaciones tomadas por Sergio Machado, expresidente de una filial de Petrobras también bajo investigación judicial.
Según la prensa brasileña, Machado grabó a sus interlocutores —entre ellos los dos ministros de Temer caídos en desgracia— para colaborar con la justicia a cambio de una reducción de su eventual condena.
El gobierno interino y la sociedad brasileña tuvieron "una luna de miel de motel", definió en un ensayo Paulo Moura, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Porto Alegre (sur), ligado a grupos sociales que trabajaron en favor del juicio de Rousseff.
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"El gobierno nació presionado por una circunstancia económica y política muy complicada. Puede intentar revertir las expectativas, pero cometió un error al traer a personas involucradas en el Lava Jato. No sé hasta qué punto podría haberlo evitado porque son de su partido, pero lo ha debilitando", añadió en declaraciones a la AFP.
El senador Ronaldo Caiado, del partido de derecha Demócratas y también opositor a Rousseff, tiene una lectura diferente.
"Este gobierno debe seguir sin hacer concesiones, se trate de quien se trate, ya sea que esté involucrado en un proceso de corrupción o que esté obstruyendo el Lava Jato", dijo Caiado a la AFP.
"Ha sido un plazo demasiado corto para esperar cambios sustanciales, pero ahora quien es denunciado es dimitido" de su cargo, añadió.
Para algunos analistas, Temer no ha conseguido quebrar la inacción que marcó el final del gobierno de Rousseff por dificultades propias, como la pelea que se ganó con artistas e intelectuales por eliminar el Ministerio de Cultura, que pocos días después debió reinstalar.
Incluso el mismo día que desembarcó en el Palacio de Planalto le dio munición gruesa a su principal enemiga al anunciar un gabinete sin mujeres ni negros. Rousseff llamó al nuevo equipo un grupo "de hombres viejos, ricos y blancos".
"Tengo la más absoluta convicción que es posible revertir ese cuadro, retomar la confianza y el crecimiento (...) En menos de 20 días pudimos presentar al país una agenda positiva de reconstrucción nacional", dijo Temer el miércoles.
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Apoyado por los empresarios y el mercado, nombró un equipo económico de prestigio liderado por Henrique Meirelles, expresidente del Bank Boston y del banco central durante las presidencias de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) y anticipó que buscará reformar el costoso sistema de pensiones y orientar la política exterior hacia los negocios.
Mientras lucha para ganar tiempo y oxígeno en el frente económico, Temer deberá seguir lidiando con la amenaza mayor de la política brasileña, tal como le ocurrió al gobierno de su antecesora: el "Petrolao".
"La pérdida de apoyo social es un riesgo real, que corre a medida que su gobierno va siendo asociado al Lava Jato. Hay un margen muy estrecho para acertar", dijo Moura.