Rodeado de sus nietos, Mahmud al Sarsawi yacía el domingo conectado a un tubo de oxígeno en el pasillo de una escuela, convertida en refugio antiaéreo en la asediada Franja de Gaza.
“Vinimos aquí para protegernos de los bombardeos israelíes”, explica el hombre, de 68 años, que teme quedarse sin oxígeno.
Otras 70 personas se resguardaron en este edificio por segundo día consecutivo, indica Al Sarsawi, originario del barrio de Shejaiya en la ciudad de Gaza, capital del paupérrimo enclave sometido desde 2007 a un estricto bloqueo israelí.
“La situación era aterradora y no tuvimos más remedio que buscar refugio”, cuenta.
La Agencia de la ONU para la población refugiada de Palestina (UNRWA) habilitó el fin de semana 44 escuelas del enclave para albergar a familias que buscan resguardarse de los bombardeos israelíes, lanzados en respuesta a la ofensiva del movimiento islamista Hamás contra Israel.
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Más de 20.000 palestinos se vieron obligados a huir de sus casas en este enclave de 360 km2 que tiene una de las densidades de población más altas del mundo, con más de dos millones de habitantes.
‘No comimos nada desde ayer’
En un aula descansan las familiares de Sarsawi. Cuando huyeron de su hogar apenas pudieron llevarse unos colchones de espuma. A su alrededor hay bombonas de gas, comida enlatada y algunas bolsas con ropa.
“Recogimos lo que necesitábamos y nos apresuramos en llegar a la escuela”, cuenta Amal Al Sarsawi, una mujer de 37 años, añadiendo que toda su familia está aún en estado de choque emocional.
Añade que ninguno de sus cinco hijos pudo dormir en toda la noche. “La situación es insoportable, psicológica y económicamente”, describe.
Al menos 600 personas murieron del lado israelí desde que empezó la guerra y más de 400 en la Franja de Gaza, según las cifras proporcionadas por las autoridades de ambos bandos.
Un portavoz de Hamás, que gobierna el enclave, declaró que 13 torres con 159 viviendas fueron destruida y que otros 1.210 departamentos sufrieron daños parciales.
Mientras los niños patean un balón desinflado en el patio, algunas mujeres tratan de dividir el espacio con ropa para tener un poco de privacidad.
La mayoría de los desplazados llegaron de la parte este de la ciudad de Gaza y del norte de la Franja.
En uno de los pasillos, una mujer que huyó con 14 de sus familiares del norte del enclave permanece sentada con la cabeza entre las manos, sin poder contener las lágrimas.
Cuenta que no podía permitirse comprar leche para alimentar a dos bebés.
“No comimos nada desde ayer en la mañana. Apenas pudimos escapar de casa con algunas prendas”, afirma.