Bucha. En las improvisadas fosas comunes o en medio de las calles, los cadáveres están en todas partes en la ciudad ucraniana de Bucha, al noroeste de Kiev, donde los habitantes siguen llorando a sus muertos tras la retirada de las tropas rusas.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski dijo que los dirigentes rusos debían ser considerados responsables de “asesinatos” y “torturas” en Bucha, donde los macabros descubrimientos generaron indignación en Europa y Estados Unidos.
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Liuba, de 62 años, llevó a un vecino hacia una empapada trinchera detrás de una iglesia de cúpulas doradas. No tenía fuerzas para ver si su hermano yacía ahí, como algunos rumores le indicaron.
Al menos 57 personas estaban enterradas de forma somera en esta fosa común, afirmó un empleado de la ciudad a un periodista de la AFP. Pero solo parte de ellos estaban a la vista.
Algunos en bolsas mortuorias. Otros, portaban atuendos civiles, fueron parcialmente enterrados. Se veía emerger de la tierra, en extrañas posiciones, una pálida mano, un pie calzado con una bota, expuestos a los copos de nieve que caían sobre esta localidad del extrarradio de la capital.
Un cadáver estaba rodeado de una sábana roja y blanca, cerca de una única sandalia rosa de mujer. El vecino de Liuba retrocedió, y luego se derrumbó. No pudo acercarse más a la fosa. “Estas heridas jamás se van a curar”, temía Liuba. “No le desearía esto a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo”.
‘Absolutamente necesario’
Cerca de ahí, a lo largo de una estrecha carretera rodeada de casas en ruinas, se desplazaron cuatro hombres a bordo de una camioneta, sorteando los cuerpos. Un periodista de AFP vio el pasado fin de semana al menos 20 cuerpos, todos con ropa civil, tendidos en una calle.
Tres de los cuerpos estaban enredados en bicicletas, mientras otros cayeron cerca de vehículos aplastados o con agujeros de bala. Uno tenía las manos atadas a la espalda y su cabeza estaba en una bolsa color escarlata.
Vitalii Shreka, de 27 años, levantó un cadáver, para colocarlo en una bolsa mortuoria que sus compañeros cerraron. Inspeccionaron cuidadosamente cada cuerpo, buscando un documento de identidad, antes de cargarlo en la camioneta.
Uno de ellos lanzó una bicicleta contra dos perros que se acercan demasiado a los cadáveres. “Tenemos que hacerlo. Lo que hacemos es absolutamente necesario” explicó Vladyslav Minchenko, de 44 años, de pie ante un cuerpo abandonado.
Serhii Kaplychnyi, un empleado de la ciudad, explicó que él y sus colegas ya no daban abasto para enterrar a los muertos durante el breve período de la ocupación rusa. “Mucha gente murió por disparos o por esquirlas de obuses, pero al principio no se nos autorizaba a enterrarlos” explicó a la AFP. “Nos decían que los dejáramos mientras hiciera frío”.
Los rusos acabaron por permitirles que juntaran los cuerpos. “Cavamos un gran fosa con la ayuda de un tractor, y luego los enterramos” recordó. Ahora él coordina los esfuerzos para hallar cadáveres en toda la localidad.
Tras la partida de los rusos, los soldados se dieron viriles abrazos, la gente salió a ondear pequeñas banderas ucranianas y los convoyes de ayuda llegan a la ciudad. Pero Serhii Kaplychnyi no pudo olvidar las escenas de las últimas semanas.
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Recordó en particular un día en el que sus colegas hallaron a diez personas abatidas de un disparo en la cabeza. “Aparentemente, había un francotirador que se divertía” comentó con un hilo de voz.
Los empleados de la ciudad no eran los únicos improvisados sepultureros. Varios habitantes hicieron lo posible para proporcionar una sepultura provisional a sus vecinos, en jardines u otros lugares.
“Había un viejo alcantarillado ya fuera de uso. También ahí fueron dejados algunos cadáveres. Ahora vamos a buscarlos”, dijo.