Solo y encerrado en su casa en San Juan. Sin servicio eléctrico, ni agua.
El costarricense Carlos Alberto Paniagua Valverde sorteó la furia del huracán María entre cuatro paredes en un área de la capital de Puerto Rico que no estaba expuesta a gran riesgo, pero que tampoco se salvaba de la fuerza de los vientos y la lluvia que trajo el meteoro.
"Desde la 1:30 a. m. (del miércoles) se fue la luz. Lo noté porque nos quedamos sin ventiladores y sin aires acondicionados; en este momento (poco después del mediodía en la isla) tengo electricidad porque entre cuatro casas contamos con una planta eléctrica y compramos 100 galones (378 litros) de diésel, pero en nuestro caso esa planta solo la podemos usar para mantener la nevera encendida y un ventilador", dijo Paniagua.
María azotó este miércoles ese territorio insular con vientos de 240 kilómetros por hora y causó una enorme devastación, según los informes de las autoridades.
Este compatriota vive en la Isla del Encanto desde hace 33 años y se desempeña como asesor técnico en el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, una dependencia del Gobierno puertorriqueño.
Cuando habló con La Nación no tenía muy claro qué había pasado a a su alrededor, dado que seguía encerrado. "Por una ventana vi que perdí varias láminas de aluminio de un techo que tenemos en el patio; la última vez que salí fue anoche (martes), como a las seis de la tarde, para hablar rápidamente con un vecino".
No es la primera vez que este tico de 61 años debe esperar el paso de un huracán, dado que estos fenómenos visitan Puerto Rico con frecuencia. Mas en esta ocasión está completamente solo, pues su esposa, Lucrecia Garro Brenes –también costarricense–, se halla actualmente en Costa Rica y prefirió demorar su regreso a San Juan ya que siente gran temor por los meteoros.
"Yo pasé acá Hugo y George, que fueron muy fuertes, pero no tan seguidos. La gente que es de acá dice que nunca habían visto dos huracanes tan seguidos. Si tengo que comparar, digo que María está siendo más fuerte que Irma", agregó el hombre mientras se escuchaba la fuerza de los vientos al fondo.
Paniagua, quien fue cónsul de Costa Rica en la isla entre 1994 y 1998, calcula que hay alrededor de 165 familias costarricenses allá.