Moscú. Desde Chechenia a Siria, pasando por Ucrania, la Rusia de Vladimir Putin fue implicada en varias guerras desde la caída de la Unión Soviética en 1991. El lunes, tras meses de tensiones, el presidente ruso dio la orden a su Ejército de desplegarse en las “repúblicas separatistas” de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania, horas después de haber reconocido su independencia.
Este anuncio alimenta el temor de una escalada en Ucrania, en cuyas fronteras Rusia dispone de más de más de 150.000 hombres según Washington y Kiev (hasta 190.000 contando a los separatistas).
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Dos guerras sangrientas en Chechenia
A fines de 1994, tras tolerar durante tres años la independencia de facto de Chechenia, Moscú hizo intervenir a su Ejército para controlar a esta república del Cáucaso ruso. Al hallar una encarnizada resistencia, las tropas federales se retiraron en 1996.
Pero en octubre de 1999, bajo el impulso del entonces primer ministro, Vladimir Putin, que pronto sería elegido presidente, las fuerzas rusas volvieron a entrar en Chechenia en una “operación antiterrorista”, tras una serie de ataques de los independentistas chechenos contra la república caucásica rusa de Daguestán y sangrientos atentados en Rusia, atribuidos por Moscú a los chechenos.
En febrero del 2000, Rusia retomó la capital Grozny, devastada por la artillería y la aviación rusa. En el 2009, el Kremlin decretó el fin de su operación, dejando tras estos dos conflictos decenas de miles de muertos en ambas partes.
‘Guerra relámpago’ contra Georgia
En el verano boreal del 2008, Georgia lanzó una sangrienta operación militar contra Osetia del Sur, territorio separatista prorruso que escapó al control de Tiflis desde la caída de la URSS y una guerra a principios de los años 90.
Rusia replicó masivamente enviando tropas al territorio georgiano y en cinco días infligió una severa derrota a esta exrepública soviética. Los combates dejaron centenares de muertos. Luego, el Kremlin reconoció la independencia de Osetia del Sur y de Abjasia, otra provincia separatista, y mantiene desde entonces una fuerte presencia militar. Occidente denunció una ocupación de hecho.
Conflicto en Ucrania
En el 2014, tras el movimiento pro—Unión Europea del Maidán y la huida a Rusia del presidente Viktor Yanukovich, Moscu anexionó la península ucraniana de Crimea, anexión no reconocida por la comunidad internacional.
Movimientos separatistas prorrusos emergieron en el este de Ucrania, en Donetsk y Lugansk, regiones del Donbás fronterizas con Rusia. Se autoproclamaron las dos repúblicas, generando un intenso conflicto armado con las fuerzas ucranianas.
Kiev y los occidentales acusaron a Rusia de apoyar a los rebeldes enviando hombres y material. Por su parte, Moscú lo negó y solo reconoció la presencia en Ucrania de “voluntarios” rusos.
El conflicto disminuyó en intensidad a partir del 2015 y la firma de los acuerdos de paz de Minsk. Pero desde fines del 2021, Moscú llevó a cabo grandes maniobras terrestres, aéreas y marítimas en torno al territorio ucraniano, desplegando hasta 150.000 hombres en sus fronteras.
Tras meses de tensiones, el lunes Putin dio la orden a su Ejército de desplegarse en las “repúblicas” separatistas de Donetsk y Lugansk, horas después de reconocer su independencia. Los enfrentamientos en Ucrania causaron más de 14.000 muertos desde el 2014.
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Intervención en Siria
Desde el 2015, Rusia está presente militarmente en Siria, en apoyo de las fuerzas del presidente Bashar al Asad. La intervención militar rusa cambió el curso de la guerra y permitió al régimen de Damasco obtener victorias decisivas; asimismo, recuperar el terreno perdido ante los rebeldes y los yihadistas.
Moscú tiene dos bases militares en Siria: el aeródromo de Hmeimim en el noroeste del país y en el puerto de Tartus, más al sur. Más de 63.000 militares rusos han participado en la campaña siria.