Monte Arafat, Arabia Saudita
Cerca de dos millones de fieles se han congregado este viernes en el monte Arafat, en el momento cumbre del hach, el peregrinaje a La Meca, el más importante del islam.
"Me siento como un recién nacido, libre de todo pecado", explica con lágrimas en los ojos Taofik Odunewu, un nigeriano, tras llegar al monte Arafat.
Este peregrino, cuyo país está enlutado por una oleada de violencia atribuida al grupo yihadista Boko Haram, dice "rezar por la prosperidad" y por su país.
Al alba, los fieles comenzaron a afluir al monte Arafat, también llamado "Jebal Al Rahma" (monte de la Misericordia), símbolo de la espera del Juicio Final.
"Aquí estoy, oh Dios", repetían al unísono los peregrinos que llegaron lentamente desde el valle de Mina, situado a unos 6 km, donde empezó el peregrinaje este jueves.
Algunos se desplazaban con maletas y demás efectos personales, los mayores en sillas de ruedas, antes de pasar el día en una ciudad de blancas tiendas de campaña donde estarán los próximos días.
Las autoridades saudítas, que han movilizado a 85.000 agentes de seguridad, afirman que el peregrinaje, uno de los cinco pilares del islam que todo musulmán debe realizar una vez en su vida si tiene los medios, transcurre sin incidentes, pese a la llegada de 1,3 millones de peregrinos desde el extranjero.
El gran muftí saudí, el jeque Abdel Aziz Al Sheij, hizo un llamado a golpear "con mano de hierro" a los yihadistas de Estado Islámico (EI) aunque sin nombrar al grupo explícitamente.
"Hay que golpear con mano de hierro a todos los enemigos" del islam que "llevan a cabo violaciones, derraman sangre y saquean", añadió durante la oración en el monte Arafat.
Algunos fieles se apresuraban a intentar alcanzar la cumbre de Jebal al-Rahma, un montículo pedregoso de apenas 60 metros de altitud desde el que se domina la llanura.
Algunos peregrinos rezaban y lloraban. otros, sentados más abajo recitaban versículos del Corán. Los más cansados yacían en esteras.
"Algunos fieles se creen obligados a ascender (el montículo) aunque no sea necesario. Pero todo va bien", explicaba Ali al-Shemmari, uno de los soldados encargados de la seguridad.
Las autoridades organizaban el flujo de peregrinos. "Pasen por allí. No se detengan, bloquean el tránsito", repetían unos policías en un altavoz.
Según la televisión estatal, las autoridades han negado la entrada a unos 253.000 peregrinos que querían viajar a La Meca sin permiso para el hach.
El peregrinaje, que acaba la próxima semana, está rodeado de medidas estrictas para proteger a los peregrinos de dos virus mortales, el ébola y el coronavirus MERS, que ha matado a más de 300 personas en Arabia Saudita.
Este año se efectúa, además, en un contexto tenso en Oriente Medio con el conflicto contra los yihadistas del grupo extremista Estado islámico.
Este viernes a mediodía, los fieles han participado a un rezo colectivo en la mezquita Namera, erigida en el lugar en el que, según la tradición, Mahoma pronunció su última prédica, hace más de 14 siglos.
Al atardecer, se dirigieron hacia el valle de Mouzdalifa, a unos kilómetros de allí, para pasar la noche.
Allí recogieron piedras para el ritual de la lapidación de Satán en el valle de Mina, este sábado, en el primer día del Aid, la fiesta del sacrificio.