Haifa. Un estruendo despertó a Abigail Levy de madrugada. “Vi las noticias, escuché las alarmas... y entendí que había una escalada de hostilidades entre el ejército israelí y el Hezbolá libanés”, cuenta esta habitante de Haifa, ciudad portuaria del norte de Israel.
Al salir a la calle, sintió un aire de tristeza en su ciudad, la tercera más grande de Israel. El ejército acababa de decretar el estado de emergencia tras un ataque a gran escala del movimiento islamista Hezbolá desde el vecino Líbano el domingo.
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“No había nadie afuera. Todo estaba cerrado, cuando normalmente hay mucha gente y actividad”, comentó.
En estos meses de verano, las playas suelen estar repletas. Pero con la lluvia de drones y cohetes lanzados desde el otro lado de la frontera, a solo 30 kilómetros, el Ministerio de Defensa ordenó el cierre de las playas entre Haifa y Nahariya, la ciudad más al norte del litoral.
Restricciones en Haifa
Una cinta roja y blanca impide el acceso a la playa de Bat Galim, en Haifa, cuando las temperaturas en la ciudad superan los 30 grados.
Hedva, una estudiante de 32 años que no dio su apellido, no entiende la medida. “Hay refugios en todos los edificios cerca de la playa”, sostiene.
Sin embargo, el ejército considera que estos refugios son insuficientes. Dada la proximidad de Haifa con Líbano, los habitantes deben poder acceder a los refugios anticohetes en menos de un minuto después de escuchar las sirenas.
Hezbolá comenzó a lanzar cohetes contra Israel el 8 de octubre, un día después del ataque sin precedentes del movimiento islamista palestino Hamás en el sur de Israel, que desató la actual guerra en la Franja de Gaza.
La violencia transfronteriza dejó centenares de muertos, en su mayoría en Líbano, y forzó el desplazamiento de decenas de miles de personas en ambos países.
En Líbano murieron 605 personas, en su mayoría combatientes de Hezbolá, pero también al menos 131 civiles, según un balance de esta agencia.
En Israel y los Altos del Golán, las autoridades afirman que murieron 23 soldados y 26 civiles.
‘No podemos vivir con miedo constante’
Haifa alberga una refinería y una gran zona industrial, lo que genera temor entre los residentes por un posible desastre químico en caso de ataque.
En el verano de 2006, durante la guerra entre Israel y Hezbolá, el movimiento islamista disparó cohetes contra Haifa.
15 años antes, Irak lanzó misiles contra la ciudad durante la Guerra del Golfo.
Pese a ello, Jane Paz, de 62 años, afirma que no tiene “ni una onza de miedo (...) Si debe caer un misil, caerá. Los judíos no estamos seguros en ningún lugar, no podemos vivir con miedo constante”, comenta.
Sentada en la arena de una playa, Olga Log, una habitante de origen ruso, comparte esta opinión. “Vengo al mar todos los días. Israel es una gran nación. No debemos tener miedo de los misiles”, expresa.
Log se enteró de que las playas estaban cerradas después de consultar un sitio de noticias, pero decidió salir de todas maneras.
“No me importa”, dice a esta agencia, mientras está junto a un grupo de personas que desafían la prohibición de bañarse.