Baghuz, Siria. Una enorme humareda envuelve el campamento. Solo el estruendo de los aviones y el tableteo de las ametralladoras rompen el silencio.
El “califato” está en llamas, pero los combatientes más tenaces del grupo Estado Islámico (EI), asediados en un pedazo de terreno en Siria, oponen resistencia.
Nadie sabe cuántos son, pero los yihadistas logran desde su reducto desértico de Baghuz, entre tiendas de campaña y palmeras, lanzar contraataques contra las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS).
“Atacaron en dos ejes, desde el Éufrates y desde la colina”, explica el comandante, jeque Al Jabal, en la terraza de una casa de dos plantas usada como posición militar, a un kilómetro del campamento yihadista.
Señala con el dedo el río, en los confines de Siria, pero el humo denso impide ver gran cosa.Delante de él se extiende un gran terreno vacío que marca el comienzo del campamento yihadista, en el que las FDS han progresado. Se ven carros, camionetas y camiones cisternas calcinados.
El miércoles, los yihadistas lanzaron al menos dos contraataques con la ayuda de suicidas y de la artillería para detener el avance de las fuerzas enemigas.
“Usan túneles. Tienen a francotiradores con experiencia emboscados”, reconoce el comandante jeque Al Jabal, con un walkie-talkie en una mano y otro en el cinturón.
Detrás de él se ve una inmensa nube negra sobre el reducto yihadista. Varios almacenes de municiones, afectados por los bombardeos, siguen ardiendo, explica el comandante.
El viento polvoriento del desierto atiza el fuego."El EI recogió armas y municiones en el terreno conquistado en Siria y en Irak y las transportó a Baghuz", declara. “Tienen ametralladoras, francotiradores, obuses”. “Por el momento no aceptan la idea de que han perdido su Estado soñado”.
En el 2014, el EI fue conquistando terrenos en Siria e Irak hasta hacerse con el control de un territorio del tamaño del Reino Unido en el que proclamó un “califato“. En él instauró su propia administración, recaudó impuestos y cometió múltiples atrocidades.
Un sueño en ruinas
De todo ello le queda un pedazo de tierra con tiendas de campaña en medio de ruinas.
Susa, Al Shaafa, Baghuz. En estas aldeas del fértil valle del Éufrates arrebatadas al EI también se suceden las casas en ruinas o a medio caer y los montículos de escombros entre los que han quedado obuses sin estallar.
Las carreteras tienen cráteres provocados por los bombardeos aéreos de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos que apoya a los combatientes antiyihadistas de las FDS.
Unas inscripciones en una pared recuerdan una vida pasada: “Se venden pollos”, “Fábrica de cubitos de hielo”.
Durante los últimos días los combates se libran de noche, con bombardeos aéreos y avance terrestre.
De madrugada, un momento de calma permite a los yihadistas que quieran rendirse y a sus familias salir de la zona.”Cada vez nos sorprendemos, pensamos ‘ya no quedan muchos yihadistas’ (...) y entonces salen de bajo tierra”, explica Salah el Din, un combatiente que vuelve del frente."Tienen ametralladoras, misiles, obuses, cinturones de explosivos", añade.
En otra posición de las FDS en Baghuz, Masino Kobané, de 21 años, regresa del frente con los ojos enrojecidos y cansados tras una noche de combates.Él se enroló en el 2014 en las Unidades de Protección Popular (YPG), la milicia kurda y principal componente de las FDS.
Hace tres años que no ve a su familia.Habla con sus familiares por teléfono cuando puede. “Me metí en la cabeza que no volvería hasta que el EI fuera eliminado”, declara este kurdo, disculpándose por su árabe, titubeante.
En una casa ocupada por las FDS, el EI dejó sus huellas. En las paredes escribió con pintura azul: “el Estado del califato permanecerá”.
“Al comienzo los combates eran violentos, había muchos yihadistas”, afirma el joven, con jersey gris y pantalón militar.Lleva tres meses en Baghuz. Antes combatió para defender su ciudad natal, Kobane, en el norte de Siria. Fue una de las primeras y más arduas batallas para los kurdos, y una derrota simbólica para el EI.
“Con frecuencia pensaba que no íbamos a poder recuperar Kobane”, confiesa. “Pero los camaradas la reconquistaron”.
Reconoce, no obstante, que “los camaradas” están “un poco cansados después de todas estas batallas”. Y cuando se haya derrotado al EI ¿cuál es su sueño? Ver a sus familiares y encontrar trabajo en Kobane.