Turquía dio un paso adelante en su participación en la guerra en Siria cuando, el 24 de agosto, cruzó la frontera con tanques y fuerzas especiales para acompañar a rebeldes sirios aliados a combatir en la población de Jarablos a “grupos terroristas”, entre ellos el Estado Islámico.
No lo hizo apremiada por la presencia de los yihadistas cerca de sus fronteras, sino por el temor a un enemigo más antiguo y temible: los kurdos.
En el epicentro de los conflictos bélicos de Oriente Medio se encuentra esta población con su propio idioma, su propia cultura, que ha logrado sobrevivir a las guerras, la represión y los intentos por borrar su historia.
Los kurdos son el pueblo que, en medio del caos y las masacres tribales en Irak, desatadas luego de la invasión de Estados Unidos, logra mantener alguna paz, estabilidad y hasta crecimiento económico del Kurdistán iraquí, cuya capital es Erbil.
Antes de que Occidente entrara en la lucha contra el Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, los kurdos le hicieron frente a este grupo terrorista.
Pero son una etnia sin Estado; su sueño es lograrlo. Para eso, sus combatientes, llamados peshmergas , han defendido la región iraquí, donde ahora tienen autonomía, y luchan en Siria, donde han fortalecido su alianza con Estados Unidos contra el EI.
Son entre 20 y 30 millones de personas, el mayor pueblo sin Estado, y podrían querer unir las cuatro partes para lograrlo en el gran Kurdistán. Y esa es la pesadilla turca.
La pesadilla. Turquía teme que el avance kurdo en Siria les permita formar un anillo alrededor de su frontera que amenace la seguridad del país y, a la vez, pretendan concretar sus aspiraciones de un Estado en el Kurdistán.
La minoría kurda que vive en Turquía ronda los 15 millones de habitantes (20% de la población turca) y la parte de territorio que corresponde al Kurdistán es cercana a los 20.000 km² donde se produce la mayor parte del petróleo nacional. Todo eso lo perdería ante un Estado kurdo.
“La cuestión kurda es ahora la principal de las prioridades de (el presidente turco, Recep Tayyip) Erdogan en Siria”, explicó a la agencia AFP Aron Lund, del centro de estudios Carnegie Endowment para la Paz .
Ante el caos de la guerra civil siria que comenzó en el 2011, los kurdos, 15% de la población, proclamaron en marzo “una región federal” compuesta por tres cantones. Controlan el 18% del país donde viven 2 millones de personas (60% kurdos).
Alarma. La luz roja se prendió para Ankara cuando las fuerzas kurdas expulsaron al EI de la población de Manbij en junio, mostrando la voluntad explícita de los kurdos de avanzar al oeste.
Cuando los milicianos kurdos entraron en Manbij, dieron un paso importante para concretar la creación de una gran región autónoma kurda en el norte de Siria, que debería incluir Al-Bab, salvo que Turquía lo impida.
Mutlu Civiroglu, experto en temas kurdos, considera que las milicias kurdas de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) se preparan para ir a la conquista de Al-Bab, una localidad que es crucial para juntar los cantones de Kobane y Afrin.
“Ankara piensa que impedir que las FDS lleguen a Afrin es muy importante para sus intereses. Es en este contexto que hay que situar la ofensiva en Jarablos”, la ciudad fronteriza entre Siria y Turquía rápidamente arrebatada a los yihadistas.
Estados Unidos prometió a Ankara impedir que l as FDS atraviesen el Éufrates hacia la provincia de Alepo.
Pero, a juicio de los expertos citados por la AFP, Ankara tendrá difícil frenar las ambiciones territoriales kurdas, a menos que se enfrente con las armas de forma directa, en especial, si quieren tomar Al-Bab, actualmente en manos del EI.
“Según creo yo, los kurdos van a perseverar en su sueño y no van a dejarse acobardar”, consideró Civiroglu.
Breve historia. Turquía ha pretendido, desde la década de 1920, dar la espalda a la historia de los kurdos y considerar como terrorismo lo que es un asunto territorial. Ahora, el problema político más grave del país lo ha convertido en un tema de terrorismo.
Alrededor de 1500, el territorio del Kurdistán estaba dividido en principados, disputados por los imperios otomano y persa (hoy Turquía e Irán). Los kurdos se alinearon con los otomanos ante las promesas de autonomía.
En el siglo XIX, este acuerdo empezó a ser cuestionado y ya a principios del XX, el fundador de Turquía, Kemal Atatürk, intentó ignorarlos al llamarlos “turcos de la montaña”.
La única vez que se habló de un Estado en el Kurdistán fue luego del fin de la Primera Guerra Mundial, en el Tratado de Sévres , que implicó la rendición del Imperio otomano. En este documento se reconocía el derecho kurdo a la autonomía.
Sin embargo, el tema se eliminó cuando el Tratado de Sévres fue sustituido por el de Lausana (1923, que estableció las fronteras de Turquía) y los territorios del Kurdistán se repartieron entre varios países (Turquía, Irán, Siria, Irak y algunas repúblicas de lo que fue la Unión Soviética). Desde entonces, el pueblo kurdo lucha por su independencia o, al menos, autonomía.
Fue así como se fundó en 1978 el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) como una facción nacionalista de extrema izquierda. Sus demandas se moderaron para pedir a Turquía un estatus autónomo.
En 1984, el PKK tomó las armas. Desde entonces, el conflicto entre turcos y estos “grupos terroristas” ha cobrado cerca de 30.000 muertos.