Río Baudó. El comandante Lucas del Ejército Liberación Nacional (ELN) escucha en un radioteléfono que extraños se aproximan por el río: “¿Soldados o paramilitares?”, manteniendo su arma lista sobre las rodillas. En la densa selva que alberga a la guerrilla más grande de Colombia, que actualmente está involucrada en negociaciones de paz, los fusiles nunca descansan.
Desde hace tres meses, la organización guerrillera, nacida en 1964 desafiando al Estado y sin ceder ante las Fuerzas Militares, acordó con el gobierno de Gustavo Petro, líder izquierdista, un cese al fuego bilateral, en medio de las conversaciones que comenzaron a finales del 2022.
No obstante, ya transcurrió una semana desde que secuestraron al padre de la estrella mundial del fútbol, Luis Díaz, en el norte del país. Antes de este acto, que pone en riesgo lo que podría ser la tregua más prolongada en la historia insurgente del ELN, Lucas expresó ante las cámaras de esta agencia que en el corazón de la selva, el fuego y la sangre persisten.
Este portavoz viste con atuendo camuflado y oculta su rostro tras una pañoleta, para denunciar una supuesta alianza entre la fuerza pública y el cartel narcotraficante Clan del Golfo, que tiene su origen en el paramilitarismo y opera en el departamento del Chocó (noroeste).
“Mientras persista una colusión entre las Fuerzas Militares y las fuerzas mercenarias, como se refiere al Clan, será sumamente complicado avanzar en un proceso político”, sostiene.
Los hombres y mujeres bajo su mando, jóvenes afrodescendientes e indígenas que vivieron su vida adulta en las filas guerrilleras, alegan estar defendiéndose de estos “enemigos” que parecen aliados en su afán de controlar territorios en los que los “elenos” (miembros de la guerrilla) establecen sus normas.
Además, el centro de estudios Indepaz documentó infracciones al cese del fuego por parte de los rebeldes.
Reporteros visitaron esta región, que es un bastión del Frente de Guerra Occidental y que cuestionó los diálogos de paz, declarando cinco “paros armados” en los últimos 12 meses, lo que implica acciones que paralizan a las comunidades, según la estatal Defensoría del Pueblo.
Analistas consideran que esta zona es crucial para alcanzar, finalmente, un acuerdo que lleve a la desmovilización de alrededor de 5.800 combatientes y colaboradores de lo que se convirtió en la guerrilla más longeva de América después del desarme de las FARC en el 2016.
Por esta razón, Lucas, de 35 años, en una inusual entrevista, argumenta que este cese del fuego podría ser descrito como un “cese bajo fuego”, ya que siguen ocurriendo acciones ofensivas por parte de las unidades guerrilleras del ELN.
LEA MÁS: Guerrilla del ELN es responsable del secuestro del padre del futbolista Luis Díaz en Colombia
Desde la cúpula hasta la base
El ELN fracasó en sus intentos de lograr la paz con cinco gobiernos previos. Lucas asegura que esta vez no sienten la urgencia de apresurarse en las negociaciones con Petro.
Los expertos consideran que la estructura federada del ELN dificulta la toma de decisiones unificadas.
Lucas niega la reputación que persigue al Frente de Guerra Occidental, que se dedica a recaudar “impuestos” de economías ilícitas como el tráfico de cocaína y la minería irregular, aludiendo a que no es una facción rebelde desobediente.
Él sostiene que el ELN está “unificado” desde la cúpula negociadora, que reside en Cuba desde el 2018, hasta sus combatientes rasos en Colombia.
“Siempre han intentado pintarnos como un obstáculo para el proceso de paz o como rebeldes a nivel organizativo. En ningún momento el Frente de Guerra Occidental ha manifestado su deseo de convertirse en una estructura disidente”, asegura.
“En cuanto a las decisiones, estamos centralizados, pero tenemos el derecho político a disentir y a expresar nuestras opiniones”, subraya.
Una de estas discrepancias generó dudas sobre su voluntad de paz a principios del 2023, cuando emitieron un comunicado expresando su escepticismo sobre los diálogos con el primer líder progresista en el poder en Colombia.
En junio, la Defensoría del Pueblo informó de que en Chocó se registraron el 79% de los casos de confinamiento forzoso de la población y fue el segundo departamento con más desplazamientos masivos (59). El gobernador, Ariel Palacios, advirtió de que esta zona junto al Pacífico es una “bomba de tiempo”.
Esto a pesar de que esta no es la única región donde ondean las banderas rojas y negras del ELN, ya que operan en el 19% de los 1.100 municipios de Colombia, el doble de lo que ocurría en 2018.
Tigre sin garras
Los combatientes guerrilleros llevan pulseras coloridas, boinas y gorros, con la radio pegada al pecho y el fusil siempre listo.
El acuerdo que llevó al desarme de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) estipulaba que debían entregar su arsenal a la Organización de Naciones Unidas (ONU) al abandonar la selva e integrarse a la vida civil.
Lucas, por su parte, no está convencido de que esta haya sido la mejor decisión: “Creemos que las armas deben estar siempre disponibles para el pueblo, sin importar donde se encuentre el guerrillero eleno”.
“¿Cómo se le quitan las garras a un tigre para que se defienda?”, se cuestiona tras el “velo” que oculta sus emociones.