Londres. El gobierno británico anunció el jueves una nueva estrategia sobre seguridad energética, buscando acelerar la energía nuclear, eólica y solar, pero, en el contexto de la guerra de Ucrania, también la extracción de hidrocarburos pese a su promesa de priorizar la neutralidad de carbono.
Este plan hará lo necesario para que el Reino Unido no se vea “nunca más sometido al chantaje de personas como (el presidente ruso) Vladimir Putin”, afirmó el primer ministro Boris Johnson durante la vista a las obras de la central nuclear de Hinkley Point, en el suroeste de Inglaterra, la única en construcción en el país, que acumula años de retrasos y miles de millones en sobrecostes.
Líder mundial en la energía eólica marina, Londres buscará propulsarla para obtener de ella casi la mitad de su capacidad energética en 2030, además de incrementar su producción solar y relanzar su muy abandonada energía nuclear con la creación de ocho nuevas plantas.
Pero el gobierno británico también defendió que la conmoción provocada en los mercados por las sanciones a Rusia, líder en la extracción de hidrocarburos, le obliga a reevaluar temporalmente su propia producción de combustibles fósiles, con nuevas licencias para extraer petróleo y gas en el mar del Norte.
“No se trata en absoluto” de reducir los compromisos climáticos del Reino Unido, que en noviembre coorganizó con Naciones Unidas la conferencia internacional COP26 presentándose como campeón en la lucha contra el calentamiento, aseguró el ministro de Energía, Kwasi Kwarteng.
Pero desde entonces la inflación galopante y las barreras a los hidrocarburos rusos han cambiado la situación.
“Habida cuenta de lo que ocurre en el mundo (...) actuamos también para garantizar que devolvemos la independencia energética” al país, se justificó Kwarteng en declaraciones al canal privado Sky News.
En su respuesta a la invasión de Ucrania, el ejecutivo británico anunció inicialmente que reduciría de forma progresiva sus importaciones de petróleo ruso. Pero el miércoles aseguró que cesará todas las importaciones de carbón y crudo antes de finales de año y las de gas natural “en cuanto sea posible después”.
Aunque menos dependiente de los hidrocarburos rusos que otros países europeos como Alemania, el petróleo y el gas siguen representando el 75% del mix energético británico.
El gobierno de Johnson inscribió en la legislación el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono en 2050.
“Locura moral y económica”
En opinión de Nick Eyre, experto en política energética y climática de la universidad de Oxford, esta “estrategia de seguridad energética del primer ministro se centra en tecnologías caras y de lento suministro”, “no ha estado bien pensada y no logrará lo que se precisa”.
El informe del IPCC, los expertos climáticos de la ONU, presentado esta semana “muestra que la demanda de energía puede reducirse a la mitad para 2050, mejorando al mismo tiempo nuestra calidad de vida”, subrayó, mientras Alex Veitch, responsable de la Cámara de Comercio Británica, denunciaba también que “este plan no impulsa medidas de eficiencia energética” cuando “el primer paso en cualquier estrategia de seguridad energética debe ser reducir la demanda”.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, consideró como una “locura moral y económica” invertir más en combustibles fósiles, durante la presentación el lunes del informe del IPCC.
Este advierte en sus 3.000 páginas de que los países corren el riesgo de acabar con billones en activos sin valor, como plataformas marinas y oleoductos, cuando la demanda de combustibles fósiles disminuya en las próximas décadas.
El propio Kwarteng reconoció que perforar más a nivel local no hará bajar los precios del gas, que siguen los del mercado internacional. “Así que tenemos que generar más electricidad en el Reino Unido” con energías renovables y nuclear, insistió.
Pero para Andy Mayer, analista en el Institute of Economic Affairs defensor del libre comercio, los nuevos planes nucleares del gobierno británico requerirán subvenciones públicas para controlar los costes.
Con “una factura de 24.000 a 63.000 millones de libras (31.000-82.000 millones de dólares) por central y unos plazos de entrega previstos de 13 a 17 años”, cuando estén terminadas “es probable que existan opciones mejores, más baratas y más rápidas”, subraya.