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Bagdad
Estados Unidos quiere acelerar la formación militar de miembros de las tribus sunitas iraquíes con el objetivo de reconquistar la ciudad de Ramadi, en manos de yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).
El martes las milicias chiitas, movilizadas por el gobierno de Bagdad, empezaron a agruparse a las puertas de Ramadi, a unos 100 kilómetros de Bagdad, para intentar reconquistar la ciudad junto a las tropas iraquíes, antes de que los yihadistas la conviertan en uno de sus bastiones.
Criticado tras la caída de Ramadi el domingo, el primer ministro iraquí, Haider Al Abadi, resolvió apelar a estas Unidades de Movilización Popular, que desempeñaron un papel clave en el éxito de las operaciones contra el EI en diversas zonas al norte de Bagdad.
Sin embargo, esta coalición de milicias y voluntarios mayoritariamente chiitas había sido mantenida al margen en la provincia de Anbar, cuya capital es Ramadi, para evitar el rechazo de la población, en su mayoría sunita.
Estados Unidos, aliado de Bagdad, reconoció que la caída de Ramadi representaba un "revés" y que las milicias chiitas, algunas de las cuales tienen el apoyo de Irán, tendrán a partir de ahora un papel a condición que estén bajo el control del gobierno iraquí.
El presidente estadounidense, Barack Obama, se reunió el martes con el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) para evaluar la situación en Irak.
"Estamos viendo cómo dar mejor apoyo a las fuerzas locales en la provincia de Anbar, incluyendo una aceleración del entrenamiento y equipamiento de las tribus locales y el apoyo a una operación liderada por Irak para recuperar Ramadi", dijo el portavoz del NSC, Alistair Baskey.
"No se trata de un cambio formal de estrategia", comentó Baskey, sino más bien de un ajuste en los tiempos para ayudar a las tribus sunitas.
Obama se ha negado hasta ahora a enviar soldados estadounidenses para librar combates en territorio iraquí y prefiere respaldar al ejército local o realizar bombardeos aéreos. El Pentágono siempre minimizó la importancia militar de Ramadi, cuyo control se disputan el EI y las fuerzas iraquíes desde hace 18 meses.
No obstante, la caída de la ciudad ilustra la gran fragilidad del ejército iraquí, que el domingo se retiró en desorden de sus últimas posiciones. Imágenes difundidas por el EI mostraron tanques, transportes de tropas y otros vehículos militares, así como armas y municiones abandonados en las bases del ejército.
La pérdida de Ramadi, situada a sólo un centenar de kilómetros de Bagdad, representa el revés más serio para el régimen desde la ofensiva que permitió al grupo EI controlar vastos territorios en junio de 2014.
En cambio, su conquista permite al EI, que cuenta con millares de hombres en Irak y Siria, reforzar su influencia en la inmensa provincia de Anbar, fronteriza con Siria y Arabia Saudí, de la cual Ramadi es la capital.
En la vecina Siria, el ejército gubernamental seguía enfrentándose a una ofensiva del grupo EI en Palmira, una ciudad en el centro del país con unas célebre ruinas monumentales.
Los combates proseguían en las afueras de la ciudad, cerca de la cárcel, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), una ONG con sede en Gran Bretaña.
Las fuerzas del régimen de Damasco se encuentran en dificultades, en particular en la provincia de Idleb (noroeste), donde el ejército perdió su último gran campo a manos de una coalición de rebeldes y miembros de al-Qaeda.
El régimen perdió en estos últimos meses el control de las partes más importantes de esta provincia, fronteriza con Turquía.