Los Ángeles, EE. UU. AFP La avalancha de niños que llegan solos desde Centroamérica en el último mes, ha desbordado la capacidad de atención de la Guardia Fronteriza de Estados Unidos y ha abocado al país a una de sus peores crisis humanas de las últimas décadas, según expertos.
Más de 52.000 menores han sido detenidos desde octubre pasado al cruzar la frontera con México, con la convicción de que lograr poner los pies en suelo estadounidense les permitiría obtener un permiso para quedarse en el país.
A pesar de los esfuerzos del presidente Barack Obama por disuadir de esta idea, al advertir de que la última etapa de este peligroso viaje sería la deportación, cientos de niños siguen llegando a diario a los estados del suroeste.
Saturación. En Texas y Arizona, epicentro de la crisis, los centros de detención y bases militares están saturados, explicó a la AFP una fuente anónima de la Guardia Fronteriza, y los menores permanecen hacinados a la espera de que las autoridades abran el proceso para devolverlos a su país.
La Cruz Roja estadounidense confirmó que ha tenido que brindar a los responsables de las dependencias gubernamentales mantas y kits de higiene personal para los detenidos, que llegan exhaustos, hambrientos y sucios tras recorrer miles de kilómetros y sortear decenas de peligros.
La organización Hermandad Mexicana, que defiende los derechos de los migrantes desde su base en California (oeste), considera que Washington pudo evitar esta situación dado “el patrón del flujo de niños llegados solos al país en los últimos años”.
El Departamento de Seguridad Interna “sabía de antemano que esto iba a pasar; se podría haber anticipado a tener suficientes camas y albergues” para atender a los migrantes, dijo Nativo López, consejero de Hermandad Mexicana.
Reforma estancada. Obama anunció el lunes que su reforma migratoria –pieza central de su segundo mandato– ha entrado en punto muerto en la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, y que a partir de ahora gobernará por decreto para intentar aliviar la desbordante situación. Para ello cuenta con que el Congreso libere hasta $2.000 millones, sobre todo para reforzar la frontera.
En el plano diplomático, el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, y el secretario de Estado, John Kerry, ya se han reunido con mandatarios de Centroamérica, de donde huyen los niños por la violencia y la pobreza, para impulsar una solución conjunta.
López, sin embargo, argumentó que “el presidente está intentando debilitar las reglas para facilitar las deportaciones inmediatas de los menores de edad, eliminando sus derechos legales”.
El experto señaló que estos niños deben ser tratados por el Gobierno estadounidense como refugiados, según la ONU, y no como “simples migrantes tradicionales indocumentados”.
Pero “su manera de responder a la crisis es deportando más rápido”, apuntó, en referencia a Obama, quien a principios de junio ya calificó la situación en la frontera de crisis humana.
En Brownsville, Texas, el Gobierno planea abrir una segunda dependencia con capacidad para 1.000 personas, pero las condiciones son precarias. Las pocas imágenes que se han podido captar del interior de algún centro, muestran a cientos de niños durmiendo en el suelo.
A corto plazo el problema no tiene solución. “La llegada de menores es el síntoma de que el sistema está roto”, advirtió López.