Moscú. Decenas de personas visiblemente desorientadas bajan en Moscú de uno de los primeros trenes que trajeron a la capital rusa a evacuados de la región de Kursk. Desde hace cuatro días, Kursk es escenario de una importante incursión del ejército ucraniano.
Entre los que llegan a la estación, que lleva el nombre de la capital ucraniana, Estación de Kiev, observan muchas familias con niños y ancianos.
“Es terrible, están bombardeando”, afirma un anciano con una pequeña bolsa de viaje, sin dar su nombre, al referirse a la situación en Kursk. Otro evacuado, que tampoco desea compartir su identidad, menciona que proviene de Kurchatov, a unos 50 kilómetros de la frontera ucraniana.
Los combates aún no llegan a esta ciudad de unos 40.000 habitantes. La defensa antiaérea trabaja arduamente para repeler los bombardeos ucranianos, asegura.
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“La guerra llegó. Todos nuestros familiares partieron hacia Moscú porque da mucho miedo”, comenta a algunos periodistas una mujer que vino a recibir a sus seres queridos junto a su hija de 10 años.
Este tren es uno de los fletados por las autoridades para evacuar a los habitantes de la región de Kursk, donde las tropas ucranianas se adentraron varios kilómetros. Cuatro días después, las fuerzas rusas siguen tratando de repeler este ataque, el más significativo contra Rusia desde el inicio de la ofensiva en Ucrania en febrero de 2022.
Según las autoridades rusas, cinco personas murieron y 66 resultaron heridas en Kursk por los bombardeos ucranianos. Cerca de 3.000 personas fueron evacuadas, anunció el gobernador de la región.
‘Los próximos’
En la Estación de Kiev, los evacuados preguntan a los transeúntes dónde se encuentra la salida.
Una mujer de unos 50 años que tomó el tren con su hijo adolescente se sienta en un banco del andén, llorando mientras acaricia a su gato Murka, que trajo consigo.
Los moscovitas entrevistados por esta agencia en las inmediaciones afirmaron estar dispuestos a ayudar económicamente a los desplazados.
“De un modo u otro, creo que todo esto tiene que acabar. No debería haber guerra”, declara Larisa, de 59 años, encargada de un vagón restaurante.
“El presidente (Vladimir Putin) ya está haciendo todo lo que puede” para ayudar a las víctimas, afirma Liubov, de 43 años.
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Liudmila, de 68 años, oriunda de Oriel, a unos 140 km al norte de Kursk, desearía que el mandatario tomase “medidas militares más decididas” para repeler la incursión. “Me temo que seamos los próximos”, añade.
Las regiones rusas fronterizas, especialmente Bélgorod, ya fueron objeto de asaltos terrestres procedentes de Ucrania y son blanco frecuente de bombardeos ucranianos, pero esta operación es excepcional por su potencia y duración.
El ejército ruso confirmó que las tropas ucranianas llegaron a Sudzha, una localidad de 5.500 habitantes situada a unos diez kilómetros de la frontera.
Rusia anunció el viernes el envío de más tropas y armas a la región para enfrentar a las fuerzas ucranianas y de más recursos para ayudar a la población a evacuar.