Cuando el sudafricano Nelson Mandela estaba hundido como el preso 466/64 en una cárcel de Sudáfrica en 1963 por luchar contra la discriminación racial, ignoraba que, a miles de kilómetros de distancia, un diplomático costarricense diseñaba en la sede de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York lo que llegaría a ser la política mundial contra el apartheid.
Y cuando Mandela, ya siendo presidente de Sudáfrica, encabezó una conferencia global de comercio y desarrollo en su país en 1996, finalmente conoció al hombre que, tras una minuciosa negociación diplomática, estructuró un mecanismo que la ONU aprobó en 1964 para aislar e imponer estrictas sanciones al régimen racista sudafricano: el costarricense Fernando Volio Jiménez.
Al encuentro con Mandela. Invitado a principios de 1996 por el entonces presidente de Costa Rica, José María Figueres, a incorporarse a la comitiva costarricense a la conferencia, como una cortesía política y a sabiendas de que toda su vida había combatido la discriminación racial, Volio aceptó emocionado porque era una oportunidad única para conocer a Nelson Mandela.
Tras viajar en avión de América a Europa y luego al sur de África, Figueres y Volio arribaron el 25 de abril de 1996 a Johannesburgo. Volio, quien llegó enfermo y debió cuidarse para acudir a la conversación pactada para dos días después, viajó con dos ejemplares de un libro que escribió en 1971 – Apartheid: prototipo de discriminación racial – y que llevó con el doble objetivo de obsequiarle personalmente uno a Mandela y de que el otro se lo autografiara.
Superadas las rígidas trabas protocolarias, los sudafricanos aceptaron que Volio –sin ser canciller– acompañara a Figueres al saludo de 20 minutos con el gobernante anfitrión. Figueres y Volio fueron transportados del hotel a un centro de convenciones de Johannesburgo.
En el trayecto, Volio se percató de que en el hotel había dejado olvidados los libros, explicó el abogado Fabián Volio, hijo del ya fallecido diplomático, en una entrevista a este periodista, basado en relatos de su padre. José María Figueres logró que personal de protocolo sudafricano fuera al hotel a recogerlos: cuando los dos costarricenses pasaron a una sala donde Mandela les esperaba, Volio ya tenía los ejemplares en su poder.
Luego del saludo, Volio se presentó ante Mandela como profesor de derechos humanos que se inspiró en su causa contra la discriminación racial para escribir el libro que le obsequiaba, contó el hijo. “¡Ah, qué bien!”, exclamó el Premio Nobel de la Paz 1983 al aceptar el regalo, describió el hijo, al recordar que su padre le narró que Mandela “tuvo muchas palabras positivas”, porque tenía claro quién le obsequiaba el libro, y que había sido un “encuentro con mucho calor humano”.
¿Pero qué unió a Mandela y a Volio? Todo se remonta a 1962.
Época dictatorial. Con el único delito de ser negro, Mandela estuvo preso de 1956 a 1961 por traición y, en el inicio de su más prolongado y doloroso presidio político, volvió a ser apresado en 1963 y recibió una condena de cinco años de cárcel, aunque la sentencia fue modificada en 1964 a cadena perpetua.
De manera coincidente, Volio arribó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como embajador de Costa Rica en 1962, en una época cuando las dictaduras militares y gobiernos autoritarios pululaban en casi todos los continentes. “Pronto se topó con un asunto que cerraba la posibilidad de avanzar a sistemas democráticos: la constante y profunda violación de los derechos humanos con el silencio o apoyo de fuerzas cómplices de muchas esquinas del planeta”, rememoró Volio hijo.
El entonces embajador costarricense impulsó el primer movimiento para que la ONU creara una comisión para investigar, denunciar y verificar la situación mundial de los derechos humanos. En alianza con un delegado de Estados Unidos, redactó el texto que creó la comisión e integró la primera comitiva de la ONU para una verificación in situ, ya que viajó en 1966 a observar la crisis por la guerra entre Yemen del Sur y Omán, en el sudoeste de Asia.
Pero la grave crisis en Sudáfrica por el sistema de segregación racial ( apartheid ) instituido en 1948 acaparó gran parte de su interés, con la meta de ligar la presión internacional con una política común de la ONU sobre el régimen.
Luego de múltiples y prolongadas negociaciones, y ya convertido en presidente de un comité de Naciones Unidas contra el apartheid , Volio gestó una fórmula para excluir a Johannesburgo de organismos políticos, sociales, económicos, financieros y culturales internacionales, así como de competencias deportivas. De manera paralela, una gran cantidad de países rompió relaciones diplomáticas y de todo tipo con Sudáfrica.
Pese a la hostilidad internacional, el encarcelamiento de Mandela se prolongó por 27 años y solo acabó el 11 de febrero de 1990, cuando el entonces presidente sudafricano, Frederik De Klerk, cedió al acoso externo y aceptó liberarlo.
Una rápida sucesión de hechos precipitó el desmontaje del pesado aparato racista, la democratización avanzó incontenible y en los comicios de 1994, con Mandela como candidato a la presidencia y De Klerk a la vicepresidencia, aquel hombre marcado como el preso 466/64 se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.
Emoción y muerte Cuando la delegación costarricense a la cita comercial retornó a Costa Rica a finales de abril de 1996, Fernando Volio llegó jubiloso por haber conocido a Mandela y porque el gobernante anfitrión le escribió una dedicatoria en el libro.
Con la emoción de un diálogo que le impactó en lo más profundo, Volio siguió enfermo. Y menos de un mes después –el 21 de mayo de 1996– de cumplido el sueño de conocer a Nelson Mandela y víctima de un infarto masivo, el activista mundial de derechos humanos falleció, a los 71 años, en su hogar ubicado en la ciudad de San José.
Pero entre sus galardones internacionales destacó uno que se le confirió a mediados de la década de 1970, cuando Volio fue designado como uno los “siete sabios” de Naciones Unidas en reconocimiento a sus gestiones para acorralar a los racistas sudafricanos.