Han pasado 100 días desde que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ordenó una “operación especial” para invadir Ucrania con el objetivo de “desmilitarizar y desnazificar” el país. Con esa frase, el líder del Kremlin dio comienzo, en realidad, a una guerra que se ha convertido en el mayor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Poco después de ese anuncio, las tropas rusas cruzaron la frontera e invadieron el país, al tiempo que se reportaban bombardeos en las principales ciudades ucranianas. Lo que Putin pretendía como una ocupación rápida, con la idea de tomar Kiev en los primeros días de combates, se transformó en un conflicto que ha dejado destrucción y muerte a su paso.
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“Ha sido, militarmente, una absoluta catástrofe para Rusia. Perdieron su guerra que era adueñarse de Ucrania en poco tiempo. El plan era una parada militar de victoria a los tres días de entrar en Kiev”, explicó a La Nación el exsubsecretario de Defensa Adjunto para asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, en la administración de George W. Bush, Roger Pardo-Maurer.
Carlos Murillo Zamora, especialista en Relaciones Internacionales y profesor de la Universidad de Costa Rica (UCR), concuerda en que Putin esperaba una “operación relámpago” de unos pocos días en Ucrania. El experto añadió que el conflicto ha estado en un “estira y encoge” característico de las guerras de desgaste que se prolongan en el tiempo.
En el caso de Ucrania, ha tenido de su lado el apoyo de toda la comunidad internacional, liderada por Estados Unidos, así como de los países miembros de la Unión Europea (UE). A pesar de que no han intervenido directamente en la guerra, han jugado un papel clave en la defensa del territorio ucraniano con el envío de armas y las sanciones en bloque contra Moscú.
Las primeras secuelas del conflicto ya son evidentes, con la crisis de refugiados más grave en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, así como considerables consecuencias económicas y financieras en todo el planeta debido a la prolongación de los combates, como el incremento en los precios de los combustibles y los cereales.
Las víctimas
Luego de 100 días de conflicto, la cifra oficial de personas fallecidas sigue siendo incierta, pero el balance, por donde se vea, es un fiel reflejo de la tragedia.
Según los últimos datos recogidos por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), al 31 de mayo han muerto 4.074 civiles, entre ellos 262 menores, y 4.826 resultaron heridos.
Sin embargo, la ONU estima que la cifra es considerablemente mayor, ya que la recepción de información de algunos lugares, principalmente del este del país, se han retrasado y muchos otros aún están pendientes de corroboración.
Fuentes occidentales estiman que unos 15.000 soldados rusos perdieron la vida, sin duda menos que del lado ucraniano, del que no hay estimaciones decentes. No obstante, Moscú ha brindado poca información, por no decir casi nada, en relación con las muertes de sus tropas. El último reporte fue en marzo, cuando confirmaron que 1.351 soldados habían muerto y 3.825 habían resultado heridos.
Además de ese trágico balance en vidas humanas, hay que sumar el desplazamiento de personas tanto dentro como fuera de las fronteras ucranianas. De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), más de 7 millones de personas han sido desplazadas dentro de Ucrania.
La cifra de refugiados es igual de alarmante y ya supera los 6,8 millones de personas, las cuales han sido recibidas en países fronterizos con Ucrania, como Polonia. Estos números representan la crisis de refugiados más grave en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Camino hacia el Este
Rusia quería una guerra rápida, que le permitiera llegar pronto a Kiev para así derrocar al gobierno de Volodímir Zelenski, cuyas posturas están más alineadas con Occidente, al mostrar intenciones de adherirse a la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Sin embargo, esa idea de concluir el conflicto en poco tiempo se fue esfumando con el paso de los días. Entre la férrea e inesperada defensa ucraniana y los problemas de organización y logística rusos, la guerra no progresó como deseaban y a principios de abril decidieron abandonar su apuesta por tomar Kiev y dirigir la mayor parte de sus recursos hacia el Donbás, en el este del país.
“Putin pensaba que el que tenía totalmente infiltrado al gobierno (ucraniano) y que esto iba a ser más bien una maniobra política más que militar. Todo el mundo está sorprendido con el éxito de los ucranianos en combatir a los rusos, pero nadie se esperaba que el Ejército de Rusia fuera tan débil, con planes mal ejecutados y falta de liderazgos”, apuntó el exsubsecretario de defensa.
En el este se ubican las dos regiones separatistas prorrusas de Lugansk y Donetsk, en guerra contra las fuerzas ucranianas desde hace ocho años. Esto representa una menor ambición, que llega acompañada de esfuerzos para solventar las deficiencias militares de los inicios del conflicto.
“En este momento en esa zona (Donbás), están enfrascados en una zona de combate. Ahí hay una mayoría de rusos étnicos y queda a la par de Rusia, por lo que es muy fácil para ellos mover sus tropas. En esas dos pequeñas regiones, Rusia tiene la ventaja, en el campo mayor de lo que es Ucrania ya perdieron la guerra”, afirmó Pardo.
Controlar este sitio es vital para Moscú, ya que le permite conectar por tierra la península de Crimea —que anexionó ilegalmente en el 2014— con las áreas separatistas. Según Pardo, las tropas rusas quieren acorralar a a las ucranianas en ese sector para cerrar el cerco entre el Donbás y Crimea, pero no lo han logrado aún porque no cuentan con suficientes hombres ni materiales.
Por el momento, el avance de Rusia se mantiene estancado desde hace semanas, pese a que controlan Jersón, Mariúpol, Zaporiyia e intentan hacerse con la totalidad de Donetsk y Lugansk. Siendo la toma de Mariúpol uno de los logros más significativos para Rusia, al ser uno de los bastiones más representativos del conflicto.
Negociaciones infructuosas
El fin de la guerra no parece estar cerca y el presidente Zelenski ya advirtió que solo los medios diplomáticos, y no la vía militar, podrían terminar la invasión. Las negociaciones se mantienen estancadas desde hace más de un mes y las posturas cada vez lucen más alejadas.
“Veremos un poco de lo mismo en los próximos días hasta que haya un cambio de táctica y se inicie o un retiro de las tropas rusas lentamente, para no decir que fueron derrotadas, o un contraataque grande de Rusia que le permita controlar definitivamente la zona del Donbás”, explicó Murillo.
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El internacionalista destacó que es común que las partes no se sienten a dialogar hasta que no haya algún cambio concreto en el escenario de guerra. “Tienen que llegar con algo nuevo y con más poder de negociación. Pareciera que en este momento ninguno de los dos bandos tienen suficiente fuerza”, agregó.
Por otra parte, Pardo Maurer manifestó que “ahora no es el momento de negociaciones”, ya que no existen las condiciones óptimas para establecer acuerdos entre ambos países. “Ahora todo está en función para Rusia de fortalecer su posición de negociación. Para mí hay una gran división dentro del liderazgo político ruso; entonces creo que vamos a ver cierta incoherencia en los objetivos y en las estrategias rusas, que se van a reflejar en la mesa”, puntualizó.
El papel de Occidente
Los países occidentales adoptaron desde finales de febrero sanciones contra todos los sectores en Rusia y en Bielorrusia, aliado de Moscú: embargo de petróleo, inversiones prohibidas, congelación de activos, restricciones bancarias, de espacios aéreos y marítimos.
De igual forma, Estados Unidos ha respondido con una ayuda de $40.000 millones para Kiev, que incluye objetivos macroeconómicos y humanitarios, así como armas y municiones. Así, la comunidad internacional ha hecho sentir su apoyo a Ucrania, a pesar de que no han intervenido directamente en la guerra.
Los expertos coinciden en que las ayudas y sanciones han sido buenas, pero señalan que han dejado mucho que desear en ciertas cosas. “En el discurso diplomático, la preocupación es ‘pobre Ucrania’, pero en el fondo la preocupación está en qué hacer si Rusia sigue expandiendo sus aspiraciones territoriales. O sea, convirtieron a Ucrania en el frente para detener a Putin y que no vaya más allá.
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El compromiso no ha sido tan firme en los hechos como en el discurso, porque se ha anunciado que van a haber envíos de armamento y ayudas; habría que ver cuáles se han concretado. Entonces hay compromiso, pero llega en un momento en el que la ejecución se complica un poco”, indicó Carlos Murillo.
Otro papel determinante ha sido el de la OTAN, que recientemente aceptó las solicitudes formales de Suecia y Finlandia para integrarse al bloque militar, a pesar de la negativa de Turquía de aceptarlos. “Lo que está en juego en este momento, más que Ucrania, es el sistema internacional como un todo. Lo que está ocurriendo en ese momento es un reacomodo del sistema de seguridad europeo”, comentó Murillo.
Pardo Maurer aseveró que, en caso de concretarse la adhesión de estos dos países, la Alianza Transatlántica estaría “a tres horas por carretera de San Petersburgo”, por lo que cualquier intención de Rusia de atacar alguno de los países bálticos quedaría totalmente descartada.