París. El 28 de junio de 1919, a las 15H50, una salva de artillería resonó ante el castillo del Rey Sol, anunciando la firma del Tratado de Versalles. La Primera Guerra Mundial había terminado pero el texto, en el que Alemania quedaba humillada, sembraba el terreno para la propaganda nazi.
Una conferencia de paz reunida en París llevaba preparando el tratado desde el 18 de enero. En una Europa exhausta en la que se propagaba la tentación revolucionaria, ante el ejemplo ruso, las negociaciones entre los Aliados no fueron nada fáciles.
Por su parte, Alemania quedó apartada de los debates y el duro proyecto de tratado no se le presentó hasta el 7 de mayo. Sus contrapropuestas fueron rechazadas.
El 17 de junio, los Aliados le dieron cinco días para decidirse. El canciller Scheidemann dimitió, pero Alemania se inclinó ante el diktat.
“Alemania pagará”: este leitmotiv francés dictó hasta el lugar y la fecha de la firma, la Galería de los Espejos del Castillo de Versalles, para borrar la humillación que había supuesto en ese mismo lugar la proclamación del Imperio Alemán, el 18 de enero de 1871, tras la derrota de Sedán; y el 28 de junio, para conmemorar el asesinato del heredero del Imperio Austrohúngado y de su esposa en Sarajevo, desencadenante en 1914 de la Gran Guerra.
El día de la firma, Versalles estaba de fiesta. “Los cafés están rebosantes de gente. Muchos clientes entonan cantos patrióticos y el público corea los estribillos”, relató el periódico popular Le Petit Journal.
Las fuentes del castillo se activaron por primera vez desde 1914 y soldados y curiosos aclamaron a los héroes del momento: el francés Georges Clemenceau, el británico Lloyd George, el estadounidense Woodrow Wilson, que se presentó como líder del mundo civilizado, y el italiano Vittorio Orlando.
Los representantes alemanes, derrotados, entraron en la Galería de los Espejos en silencio y fueron los primeros invitados a firmar el tratado, ante las 27 delegaciones representantes de 32 potencias.
LEA MÁS: La guerra que dislocó el mundo
“La paz de derecho está firmada. Ayer en Versalles, 1919 borró 1871”, tituló un día después Le Petit Journal, que consideraba que los alemanes “firmaron el reconocimiento de sus crímenes contra la civilización”.
“La paz está firmada, pero la guerra no terminó”, consideró en cambio el órgano comunista l’Humanité. Las ideas de Wilson sobre el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el establecimiento de una paz duradera “salen vencidos del palacio de Versalles”.
Una nueva Europa
El Tratado reorganizó Europa y creó la Sociedad de Naciones (SDN).
Alemania, estigmatizada, perdió sus colonias y quedó amputada del 15% de su territorio. Alsacia-Lorena fue devuelta a Francia y el Sarre quedó bajo control de la SDN durante 15 años.
Polonia, reconstituida, se anexó Posnania y Prusia occidental. Prusia oriental fue separada del resto de Alemania por el Corredor Polaco.
Las fuerzas terrestres alemanas quedaron limitadas a 100.000 soldados y el servicio militar fue abolido.
Las cláusulas económicas impusieron el pago de "reparaciones" y le hicieron perder gran parte de su potencial económico y agrícola. Además, Alemania debía reconocer su responsabilidad en la guerra.
En 1920, el Senado estadounidense --dominado por la oposición-- rechazó ratificar el tratado y Estados Unidos tuvo que retirarse de la SDN, lo que debilitó la organización.
En 1921, la conferencia de Londres estableció en 132.000 marcos de oro el monto de las “reparaciones” a los Aliados, fundamentalmente a Francia. Los alemanes eran incapaces de garantizar sus obligaciones. Para forzarlos, las tropas francesas ocuparon el Ruhr en 1923 y el país se sumió aún más en el caos económico y la hiperinflación.
El Tratado creó nuevos problemas de minorías en el este de Europa y preparó el terreno para un aumento de los nacionalismos.
Un agitador llamado Adolf Hitler encontró el terreno perfecto para llegar al poder 10 años más tarde, antes de volver a castigar Europa al fuego y la sangre.