Teherán. Decenas de miles de personas salieron a las calles de Teherán este viernes tras el ataque con un dron de Estados Unidos que mató en Irak al poderoso general iraní Qasem Soleimani, al que Washington acusó de estar preparando una “acción importante” contra sus intereses.
El presidente Donald Trump dio la orden de "matar" a Soleimani después del ataque de una turba proiraní a la embajada estadounidense en Bagdad el martes.
Soleimani era el jefe de la fuerza Al Quds, encargada de las operaciones exteriores en el seno de los Guardianes de la Revolución, ejército ideológico iraní.
Ese poderoso dirigente militar de 62 años debió ser asesinado "hace muchos años" aseguró luego Trump en un tuit.
"Aunque Irán no será nunca capaz de admitirlo claramente, Soleimani era a la vez detestado y temido en su país", aseguró.
Soleimani murió de un disparo desde un dron contra el coche en el que viajaba. En el ataque, a las afueras del aeropuerto de Bagdad, murieron otras ocho personas, entre ellas Mehdi al Muhandis, número dos de las Fuerzas de Movilización Popular o Hashd al Shaabi, una coalición de paramilitares mayoritariamente proiraníes integrados en el Estado iraquí.
Soleimani, que según Estados Unidos encabezaba una organización "terrorista", "estaba activamente tramando en la región (...) una acción importante, como él la describió, que habría puesto docenas, si no centenares de vidas estadounidenses en peligro", dijo el secretario de Estado, Mike Pompeo.
La reacción del régimen iraní fue furiosa. El líder supremo, ayatolá Ali Jamenei, pidió "severa venganza" por la muerte de Soleimani, la peor escalada en el pulso que mantienen desde hace años Irán y Estados Unidos en suelo iraquí.
Empleados estadounidenses en el sector petrolero iraquí abandonaron ese país, que desde hace meses vive además desgarrado por una revuelta popular contra el Estado y la clase política, acusada de corrupción.
Se trata de “la operación de decapitación más grande jamás llevada a cabo por Estados Unidos, más que las que mataron a Abu Bakr al Bagdadi u Osama bin Laden”, jefes del Estado Islámico (EI) y de Al Qaeda respectivamente, según Phillip Smyth, un especialista estadounidense en grupos armados chiitas.
‘Horrible crimen’
Las reacciones no se hicieron esperar. Mientras China, Rusia, la Unión Europea, Gran Bretaña, Francia o Alemania llamaban a la calma y a la prudencia, Irán y sus satélites como el Hezbolá libanés, el Hamas palestino, o los hutíes yemeníes clamaron venganza. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu interrumpió su viaje a Grecia para regresar de urgencia al país.
"No hay ninguna duda de que la gran nación de Irán y otras naciones libres de la región se vengarán por este horrible crimen del criminal Estados Unidos", prometió el presidente iraní, Hasan Rohani.
La diplomacia iraní convocó al responsable de la embajada suiza, que representa a los intereses de Estados Unidos en Teherán.
Pompeo aseguró por su parte mediante un tuit que a pesar de este ataque, cuyas consecuencias se pueden extender a toda la región, Estados Unidos está "comprometido con la desescalada".
Jamenei, nombró por su parte rápidamente a un sustituto de Soleimani al frente de Al Quds, el brigadier general Esmail Qaani.
Entre dos fuegos
Las muertes del viernes incrementan la amenaza que se cierne sobre Irak desde hace meses: su territorio se está convirtiendo en un campo de batalla indirecto entre Irán y Estados Unidos.
El presidente iraquí Barham Saleh instó a “todo el mundo a la moderación” mientras que el influyente líder chiita iraquí, Moqtada Sadr, anunció la reactivación de su milicia anti-Estados Unidos, el Ejército de Mehdi.
El gran ayatolá Ali Sistani, figura tutelar de la política iraquí, consideró que el ataque estadounidense era "injustificado".
Sin embargo, las protestas populares que han sacudido a Irak desde hace meses indirectamente han tenido como objetivo también a las fuerzas chiitas proiraníes que crecientemente controlan el país.
Poco después del ataque, la cuenta Twitter de Pompeo mostró imágenes de una marcha en las calles de Bagdad con una gran bandera iraquí, portada por manifestantes que aparentemente festejaban la muerte de Soleimani.
Atrapado entre dos aliados
Tras el derrocamiento del régimen de Sadam Husein, y mientras Estados Unidos apuntalaba un nuevo y frágil sistema político, Teherán y los proiraníes se infiltraban rápidamente.
Los proiraníes han acumulado un arsenal gracias a Irán, pero paradójicamente también a lo largo de años de combate junto con los estadounidenses, en particular contra el Estado Islámico.
Soleimani era considerado uno de los grandes responsables en esa lucha sangrienta y sin cuartel contra el yihadismo sunita.
Washington, sin embargo, había advertido repetidamente contra los numerosos ataques esporádicos contra sus intereses y fuerzas en Irak, que culminó en el intento de asalto contra su embajada en Bagdad el martes.
"Los servicios de inteligencia estadounidenses seguían a Qasem (Soleimani) desde hacía años, pero nunca apretaron el gatillo. Él lo sabía pero no midió hasta qué punto sus amenazas (...) cambiarían las cosas", explica a la AFP Ramzy Mardini, del Institut of Peace.
“Trump cambió las reglas al eliminarlo”, aseveró.
División política en EE. UU.
Las consecuencias del asesinato selectivo de una de las figuras más populares de Irán suscitaron también preocupación en Estados Unidos, en un año electoral.
Este bombardeo amenaza con provocar "una peligrosa escalada de la violencia", advirtió la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, la demócrata Nancy Pelosi.
Las principales bolsas mundiales operaban en rojo el viernes mientras el petróleo de referencia en Estados Unidos, el WTI, subía 3,55% y el Brent, referencia europea 3,48%.
El oro negro iraní ya está sujeto a sanciones estadounidenses, e Irak depende vitalmente de sus exportaciones de crudo.