Bogotá
Pocas horas antes de viajar a Oslo, Noruega, para recibir el Premio Nobel de la Paz, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, respondió las preguntas del Grupo de Diarios América (GDA) que lo escogió como personaje del año en esta parte del mundo.
El mandatario habló, esencialmente, del proceso de paz que se adelanta con las FARC tras un conflicto que cumple 52 años. Dijo que confía en que el Congreso y la Corte Constitucional den vía libre a la implementación de los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), reconoce que el camino con otra guerrilla, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), es distinto y espera que el apoyo que viene brindando Estados Unidos desde hace décadas, ahora con Donald Trump a la cabeza, se mantenga.
Santos es especialmente enfático en asegurar que las víctimas merecen todo el reconocimiento porque han sido las que en carne propia han padecido la guerra en Colombia. A ellas dedicó su Nobel y dice que fueron esas víctimas las que le dieron las lecciones más importantes para no desfallecer en su empeño por alcanzar la paz.
-- El expresidente Álvaro Uribe se opone al nuevo acuerdo con las FARC, como lo hizo con el primero que naufragó en las urnas y dejó un país dividido. ¿Cómo hará para administrar, en el período que le queda de gobierno, esta situación, con una oposición que prácticamente tiene el apoyo de la mitad de los colombianos?
-- Todos los colombianos están de acuerdo y apoyan la paz. A raíz de la muy estrecha victoria del no (menos del 0,4%), inicié un amplio y profundo proceso de diálogo nacional para reunir a los colombianos alrededor de un nuevo acuerdo de paz. Los cambios y ajustes realizados al acuerdo incluyen la inmensa mayoría de las sugerencias, de las propuestas, de las observaciones de los voceros del no, también muchas de los voceros del sí, porque ellos también aportaron en este diálogo. El acuerdo que salió de ahí y que firmamos en el Teatro Colón cuenta con un apoyo mucho más amplio. Acuérdese que el resultado del referendo fue 50/50. Una parte muy importante de los del no ya están con el sí.
"La Iglesia Católica, las organizaciones cristianas, las organizaciones de víctimas, los jóvenes salieron a las calles como nunca antes, a apoyar la implementación rápida del acuerdo. Los indígenas, los afrodescendientes, los empresarios, muchos de los que habían votado no, ahora dijeron no, con estos cambios votamos sí. Todos los alcaldes, gobernadores, en fin, todos han apoyado este nuevo acuerdo y han pedido que se inicie rápido su implementación. El 77% del Congreso votó a favor de los acuerdos. Solo algunos de los más radicales del no se siguen oponiendo. Yo los llamo los del 'nunca', los que siempre van a estar en desacuerdo con cualquier proceso de paz. Entre otras cosas, porque la guerra y la continuación del conflicto, políticamente la saben aprovechar muy bien. Y con ellos tenemos que convivir, estamos en una democracia".
-- ¿Qué experiencias de las negociaciones con las FARC se van a capitalizar para no repetir los mismos errores en la negociación con el ELN?
-- El proceso con las FARC, a pesar de que fue muy difícil y tuvo muchos obstáculos, fue exitoso, así lo señala el mundo entero. Viene ahora lo más difícil, que es la implementación. Eso va a requerir muchos esfuerzos y mucha unidad del país. ¿Qué lecciones? Lecciones que podrían ser útiles: no convertir el proceso en un circo mediático, hacerlo con prudencia, hacerlo con discreción. El ELN es un grupo diferente, cada proceso debe tener sus propias características, sus propias condiciones. Por eso hay que saber distinguir un grupo de otro. Toda negociación requiere buena planeación, paciencia, perseverancia. Hay que seguir adelante. Hay que seguir un consejo que me dio Nelson Mandela: haga oídos sordos a lo que dicen por fuera del proceso, concéntrese en los textos, en lo que realmente se está negociando, porque muchas veces se habla a diferentes audiencias que nada tienen que ver con el proceso mismo.
-- ¿Tiene cómo financiar el posconflicto que implica $30.000 millones? Dado que la economía se frena y hay una reforma tributaria en marcha con alza de impuestos.
-- La reforma tributaria se requiere porque se bajó el precio del petróleo. Eso nos pegó muy duro en el ingreso fiscal, 20%, y nos afectó. Nosotros dependíamos 20% de los ingresos del petróleo. Y muchos de los impuestos que están pagando hoy desaparecen por ley, entonces tenemos que reemplazarlos. No sé de dónde sale esa cifra de los $30.000 millones. Lo que sí le puedo asegurar es que la paz va a tener un altísimo dividendo económico. Todos los economistas, todos los académicos señalan el efecto positivo de la paz, porque va a incrementar la inversión privada, la inversión extranjera. El posconflicto y la construcción de la paz son procesos de largo plazo, pero que van a dinamizar la economía. Las inversiones públicas que se van a hacer van a tener un efecto muy positivo en el crecimiento. Y en todo caso –como quedó en forma explícita en el acuerdo— todo esto se va a hacer respetando el principio de la sostenibilidad fiscal, que es algo que nosotros introdujimos en nuestra propia Constitución para no desequilibrar las finanzas públicas. Y una de las razones para prolongar de 10 a 15 años el cumplimiento de los acuerdos es precisamente para reducir la presión fiscal. O sea que todo eso está contemplado.
-- Usted ha firmado un nuevo acuerdo de paz con las FARC y le pasó al Congreso la tarea de aprobarlo, tras la derrota de la primera propuesta en el referendo. ¿Eso no le quita al acuerdo legitimación y compromete su cumplimiento, con serios riesgos a la búsqueda de una paz duradera?
-- Todos lo contrario: aquí lo que se ha hecho ha sido en concordancia con nuestra propia Constitución, con nuestras leyes. El presidente de la República tiene la facultad constitucional y legal, y tiene la obligación de buscar y negociar la paz. Así lo dice expresamente la Constitución. El Congreso, aquí en Colombia y en todas las democracias, es el representante directo del ciudadano. Tiene la legitimidad del voto popular. En él tienen presencia todas las tendencias, todas las regiones, todos los departamentos, las diferentes etnias. Y su mandato es el de representar al pueblo. Su responsabilidad constitucional es la de aprobar las políticas y aprobar los tratados, por ejemplo los tratados internacionales, los acuerdos de paz, implementarlos. Es la esencia misma de la democracia, que está separada en tres poderes.
-- Su lucha ahora es también contra el tiempo: ¿cuál considera su argumento más eficaz para lograr que el Congreso refrende la aprobación final del acuerdo de paz?
-- Algunos de los críticos han dicho: ¿y cuál es el afán? Hay mucho afán. El argumento más eficaz, el más real, que lo estamos viviendo en estos últimos días, es acelerar la implementación por la fragilidad del cese al fuego. Tener 8.000 hombres armados recorriendo el país es una bomba de tiempo. Por otra parte, una lección que nos ha dejado el estudio de todos los procesos de paz que hemos hecho, es que hay que acortar el tiempo entre el momento de la firma y el momento de la implementación. Y por eso hay que acelerar todas las decisiones en el Congreso, en la Corte Constitucional, y la implementación.
-- ¿Existe el peligro de que con la firma del acuerdo de paz, facciones de fuerzas irregulares colombianas trasladen sus operaciones a los países vecinos? ¿El Gobierno venezolano le ha expresado alguna preocupación al respecto?
-- No. Y no veo ninguna razón para que el acuerdo de paz en Colombia tenga algún efecto negativo en los países vecinos. Por el contrario, la paz en Colombia, y así se ha dicho, es la paz de la región, porque los conflictos tienden a desbordarse, a irse a otras regiones. Cuando se termina el conflicto, pues ese peligro deja de existir. Además, con este acuerdo vamos a poder concentrar nuestro poderío militar, las Fuerzas Armadas, en controlar los grupos que quedan, las expresiones de violencia y de criminalidad que quedan. Seguiremos, como ha sido nuestra política, promoviendo la cooperación con todos nuestros vecinos para garantizar la seguridad y la tranquilidad regionales.
-- Es sabido que las FARC obtenían una parte importante de su financiamiento del narcotráfico. En el acuerdo de paz se habla de un plan de sustitución de cultivos ilícitos, pero el narcotráfico es un problema más complejo que eso. Existen redes y carteles internacionales que verán la oportunidad de llenar un vacío. ¿Tienen un plan para combatir de fondo este problema con las FARC?
-- Sí. Estamos desde ya adelantando un plan de presencia del Estado en las regiones más afectadas por el conflicto, liderado por las Fuerzas Armadas, precisamente para evitar que otras organizaciones copen esos espacios. Esa es una prioridad del posconflicto. El fin del conflicto con las FARC nos permitirá por primera vez tener una solución estructural al problema del cultivo de plantas de coca, las plantas de cultivos ilegales. Dar una solución integral y real a los campesinos que se dedican al cultivo de droga y, al mismo tiempo, concentrar toda la capacidad de la fuerza pública y la Justicia en el combate a los carteles del narcotráfico. El acuerdo incluye un compromiso de las Farc para colaborar en la lucha contra este flagelo y hacerlo de manera clara ante la Justicia. Eso es muy significativo. Por eso el efecto sobre el narcotráfico va a ser positivo.
-- ¿Cree que la asunción de Donald Trump en Estados Unidos podría ser un problema para el proceso de paz en Colombia y que podría dejar en riesgo el apoyo prometido por Washington para financiar el posconflicto?
-- Los Estados Unidos y Colombia tienen una relación estrecha, rica y de larga data. Hemos construido una alianza sólida a lo largo de los años, basada en el respeto y el apoyo y la colaboración mutua. Ha sido una relación que se ha tejido con amplio apoyo bipartidista, tanto con el Partido Republicano como el Partido Demócrata. Frente al proceso de paz, los Estados Unidos han expresado su apoyo desde el primer momento. En este tema también hemos encontrado respaldo bipartidista. Tanto republicanos como demócratas han apoyado el Plan Colombia, pieza fundamental para haber llegado a una posición de negociación fuerte ante las FARC, y ahora lo hacen con Paz Colombia, la iniciativa de cooperación para el posconflicto que se está discutiendo actualmente. Yo espero que este apoyo bipartidista se mantenga, no hay razón para que no sea así.
-- A la luz de cómo usted lideró el proceso, ¿cuál es la lección personal más importante que sacó? ¿En qué cambió su visión de la sociedad colombiana?
-- Este proceso ha sido muy difícil, pero cuando uno hace lo que cree en el fondo del corazón que es lo correcto, persevera y mantiene el rumbo, se superan todas las dificultades. En este camino aprendí muchas lecciones, en particular aprendí de las víctimas. Ellas han sido las más generosas, a pesar de ser las que más sufrieron el fragor de la guerra, y las más dispuestas a perdonar y a reconciliarse. Eso para mí fue una lección muy importante de vida. Las víctimas son un ejemplo de valor y de la capacidad de superar, de trascender el dolor, de controlar el sufrimiento para salir adelante.
-- Cuando ya han pasado un par de meses desde la derrota del referendo, ¿usted reconoce hoy que se equivocó al convocarlo cuando no tenía necesidad de hacerlo?
-- No me arrepiento de haberlo convocado porque siempre pensé que era lo correcto, cumplí con mi palabra que había dado hace seis años, pero sí aprendí la lección que cuando no hay necesidad de convocar plebiscitos, no hay que hacerlo. Esa lección la aprendí. Uno ahora sabe que las personas a veces votan en los plebiscitos o referendos por otras razones diferentes a las que se les está poniendo en la pregunta, así lo estamos viendo alrededor del mundo. Así que aprendí mi lección.