Gaza, Palestina
Cortes de electricidad, pobreza, bloqueo israelí, riñas interpalestinas. La franja de Gaza, controlada desde hace diez años por el movimiento islamista Hamás, vive una difícil situación que puede verse complicada por la incertidumbre sobre Catar, uno de sus principales donantes.
El 15 de junio del 2007, el movimiento islamista finalizaba la toma del control en este pequeño territorio enclavado entre Israel, Egipto y el mar Mediterráneo, casi al precio de una guerra civil con su rival, el partido palestino Fatah.
Diez años después, el riguroso bloqueo israelí sigue en pie, la frontera egipcia está cerrada casi todos los días y Hamás y sus aliados libraron tres guerras contra Israel.
"Los que pagan el precio son los gazatíes", dice el militante de derechos humanos Hamdi Shaqura. La reconstrucción del enclave no avanza, la mitad de la población activa no tiene empleo y más de tres cuartas partes de los habitantes dependen de la ayuda humanitaria.
El cierre de las fronteras y la destrucción de gran parte de los túneles de contrabando hacia Egipto hundieron la economía de Gaza, una crisis agravada por la división política y geográfica consecuencia de la pelea entre Hamás y la Autoridad Palestina.
La Autoridad Palestina, que controla apenas a unos kilómetros de allí la Cisjordania ocupada por Israel, parece haber decidido presionar a Hamás. En abril redujo los sueldos de sus funcionarios que se quedaron en Gaza.
"Ya nadie compra ni vende" desde que los funcionarios ya no van a los mercados, lamenta Nahed Abu Salem, quien atiende un comercio de golosinas en el inmenso campamento de refugiados de Jabalia.
A oscuras. "De todas maneras no podemos producir nada sin electricidad", señala Aed Hasuna, vendedor de café de 34 años. El generador que hace funcionar su moledora de granos cuesta cada día 300 séquels, unos 85 euros, lo cual hace que el negocio no sea rentable.
Los gazatíes con más suerte solo tienen tres a cuatro horas de electricidad por día, sin que se sepa cuánto va a durar la situación ya que Israel, principal proveedor de electricidad al territorio a pesar del bloque, reducirá sus entregas.
Tel Aviv lo haría por instigación de la Autoridad Palestina, según responsables israelíes. Las autoridades palestinas de Ramala cooperan con el Estado hebreo mientras que Hamás es una organización "terrorista", señalan.
Los gazatíes podrían tener entonces solo dos horas de electricidad por día. Los hospitales y las plantas para tratar el agua podrían detenerse.
Es el "desmoronamiento del sistema" entero que amenaza a Gaza, advirtió el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
Padrino en apuros. Hasta ahora, Catar, padrino de Hamás, inyectaba fondos en cada crisis. El emirato también garantizaba la construcción o la reconstrucción de la mayor parte de las infraestructuras y había lanzado recientemente la construcción de nuevas ciudades.
Pero Doha se encuentra en una grave crisis diplomática: el emirato fue aislado por sus vecinos del Golfo que lo urgen a romper lazos con los movimientos "terroristas" y con Hamas.
"Los grandes perdedores somos nosotros. Somos nosotros los que vamos a pagar el precio", dice Ahmed Yussef, un alto responsable de Hamás que defiende el diálogo y la moderación.
En mayo, Hamás inscribió esta moderación en su texto fundador, adjuntándole un documento político que, esperaban entonces los dirigentes del movimiento, le permitiría regresar al ruedo de las negociaciones internacionales.
Pero Hamás, que perdió en los últimos años el apoyo de Siria y de Egipto, y se encuentra más aislado que nunca, debe entenderse con la Autoridad Palestina, respaldada por Arabia Saudí y Egipto.
La electricidad fue los últimos años el único tema que incitó manifestaciones contra Hamás, reprimidas.
Una vez más se plantea la pregunta de saber si Hamás va a canalizar las tensiones interiores contra Israel.
Desde el 2014, Tel Aviv y Hamás observan un tenso alto el fuego. "La pelota está en el campo de Hamas", manifiesta el ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman.
Para el politólogo gazatí Mujaimer Abu Saada, el aislamiento político y el bloqueo continuarán a menos que Hamás renuncie al poder. Esta es la única solución para "evitar más catástrofes", afirma.