París. La maltrecha economía palestina se hunde cada día más debido a la guerra entre el ejército israelí y el movimiento islamista Hamás en la Franja de Gaza, que acelera su fuerte dependencia hacia Israel.
“Técnicamente, no hay economía palestina bajo ocupación israelí”, explica Adel Samara, economista en Jerusalén. “Nuestra economía fue anexionada por Israel”, señala.
La economía palestina está enmarcada dentro de un conjunto de reglas acordadas entre palestinos e israelíes en el Protocolo de París, firmado en 1994.
Al igual que los Acuerdos de Oslo en virtud de los cuales se firmaron, estos textos debían aplicarse durante cinco años, hasta la creación de un Estado palestino.
Pero la promesa no se cumplió:la economía sigue dependiendo de una hoja de ruta que, con el tiempo, se volvió cada vez más inadecuada.
“Nuestra economía tiene una discapacidad”, analiza Samara, enumerando las trabas burocráticas a las que se enfrentan los empresarios palestinos para crear compañías, el control de los recursos por Israel, las limitaciones para desarrollar la agricultura o incluso el turismo.
La guerra entre Israel y Hamás en Gaza permitió que Israel refuerce su control sobre la economía palestina, utilizando mecanismos preexistentes, lamenta el economista.
“Crisis financiera sin precedentes”
Los textos de 1994 otorgan a Israel el control exclusivo de las fronteras palestinas y la recaudación de los impuestos de importación, que luego debe pagar a la Autoridad Palestina, la entidad que gobierna parcialmente Cisjordania.
Pero después del ataque de Hamás en el sur de Israel, que dejó 1.170 muertos, según un cómputo de la AFP, el Estado hebreo dejó de pagar la totalidad de los ingresos aduaneros, alegando que se negaba a financiar al movimiento islamista, en el poder en Gaza desde 2007 y al que considera una “organización terrorista”.
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, se indigno y se negó a recibir el resto.
Noruega, que media entre ambas partes, anunció en febrero que finalmente, Israel desembolsó unos $115 millones. Pero la crisis no ha terminado.
Israel suspendió estas transferencias en varias ocasiones. Según algunos economistas, las cantidades equivalen a un 60% de los ingresos de la Autoridad Palestina.
Sin estos fondos, la entidad “está en dificultad para pagar los salarios de sus funcionarios y para sus gastos corrientes”, recuerda Taher Labadi, investigador en economía política del Instituto francés de Oriente Medio.
El primer ministro palestino, Mohammed Mustafa, lamenta la existencia de una “crisis financiera sin precedentes” con un agujero de $7.000 millones en el ejercicio en curso, es decir, más de un tercio del producto interno bruto (PIB) de los Territorios Palestinos.
“Debilitar la Autoridad Palestina”
Para reforzar la “seguridad” de Israel tras el ataque de Hamás, 130.000 palestinos se vieron privados de permisos de trabajo en el país, dejándolos sin ingresos.
Más de uno de cada tres trabajadores está desempleado en Cisjordania, territorio ocupado por Israel desde 1967 y donde viven tres millones de personas. Es el doble que antes de la guerra.
“Al prohibir a los trabajadores palestinos entrar en Israel y al retener los impuestos palestinos”, Israel busca “debilitar la Autoridad Palestina porque la considera un enemigo”, afirma el investigador israelí Michael Milshtein, especialista en cuestiones palestinas.
El analista calcula, basándose en datos israelíes, que hasta el 7 de octubre, casi un tercio de los ingresos de Cisjordania procedían de los salarios de los 193.000 palestinos que trabajaban en Israel.
Según él, sólo unos 8.000 palestinos trabajan ahora legalmente en Israel.
Algunas figuras políticas israelíes, como el ministro Benny Gantz o el diputado Gideon Saar, quieren que estos trabajadores palestinos regresen a Israel para evitar un levantamiento en Cisjordania.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, “pone a los palestinos bajo presión y demuestra a la Autoridad [Palestina] que las palancas de su economía están en sus manos”, resume Nasser Abdel Karim, profesor de economía en la Universidad Árabe Americana de Yenín.
“Cree que debilitará a la Autoridad [Palestina] y le obligará a aceptar concesiones políticas”, prosigue. “El gobierno israelí no quiere una Autoridad fuerte ni que tenga un papel central tras la guerra” en Gaza, indica.