Jartum. En la guerra de Sudán los dos generales no solo tienen a sus propias tropas sino que cuentan con mercenarios, guardias privados, combatientes tribales e instructores extranjeros, motivados por la codicia y atraídos por el oro.
Desde hace décadas, recurrir a las milicias es una actividad lucrativa en Sudán.
A veces es el gobierno quien les encarga reprimir a las minorías étnicas y los movimientos armados, o bien paga por sus servicios en campos de batalla en el extranjero.
El país africano es escenario desde mediados de abril de una lucha abierta entre el jefe del ejército regular, el general Abdel Fattah al Burhan, y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) del general Mohamed Hamdan Daglo.
Las FAR de Daglo, apodado “Hemedti”, ya intervinieron en la región sudanesa de Darfur, en Malí, Libia, la República Centroafricana o Rusia.
Durante un tiempo, estos temidos paramilitares lucharon también en Yemen, apoyando a Arabia Saudita y los Emiratos, Libia y en otros lugares del Sahel.
Ahora que la guerra está en su territorio, las FAR publican en las redes sociales videos de combatientes que les expresan su apoyo en Chad o Níger.
Según Abdel Fattah al Burhan, jefe del ejército sudanés y gran rival de Daglo, hay “mercenarios venidos de Chad, de República Centroafricana y de Níger” que luchan entre las fuerzas enemigas.
El ejército incluso aseguró recientemente haber matado a “un francotirador extranjero”.
“El número de mercenarios venidos de Malí, Chad y Níger para apoyar a las FAR no es insignificante”, afirmó el enviado de la ONU a Sudán, Volker Perthes.
Testigos en Jartum aseguran haber oído a combatientes de las FAR hablar francés, un idioma poco común en Sudán, donde se habla principalmente árabe, lo que sugiere que son chadianos.
La familia Daglo posee una gran parte de las minas de oro de Sudán, el tercer mayor productor de África, por lo que “Hemedti” “puede pagar salarios, como pocas personas pueden hacerlo en África subsahariana o en Sahel”, explica a la AFP Andreas Krieg, del King’s College de Londres.
“En los últimos años, los chadianos se unieron a las FAR por el salario”, asegura.
‘Empresa transnacional’
Chad, al oeste, es una prolongación natural para “Hemedti”, procedente de la tribu de los rizeigat de Darfur. Los agricultores y ganaderos, amenazados por la sequía, hacen poco caso de las fronteras oficiales.
La mayoría de los jefes de las milicias, entre ellos “Hemedti”, son de origen chadiano.
A lo largo de las generaciones, reclutaron hombres y luego a sus hijos, ofreciendo a todos “pasaportes sudaneses y tierras abandonadas por desplazados no árabes”, aseguró en 2017 el centro de investigación Small Arms Survey.
Para el experto en Sudán Alex de Waal, “las FAR son ahora una empresa mercenaria privada transnacional”, “un operador de extracción y venta de oro y el “brazo armado del imperio empresarial de ‘Hemedti’, afirma un artículo publicado en la London Review of Books.
En Sudán también hay otros mercenarios extranjeros, como los del grupo ruso Wagner, que apoyan a las FAR.
Desde que la República Centroafricana llamó a estos combatientes rusos en 2018 para sofocar una rebelión, los diplomáticos occidentales afirman que hay contingentes de mercenarios rusos en el aeropuerto y los hoteles de Jartum.
Sudán sirve de base, pero también de fuente de financiación para Wagner.
Y las minas de oro de la familia Daglo firmaron contratos con testaferros del jefe de Wagner, Yevgueni Prigozhin, según el Tesoro estadounidense.
Hoy, “el grupo Wagner no lucha en Sudán pero tiene asesores técnicos”, asegura a la AFP el experto estadounidense Cameron Hudson.