Kiev. La toma el domingo por parte de ejército ucraniano de la ciudad de Limán, un importante centro ferroviario en la región de Donetsk (este) anexionada por Moscú, plantea un grave problema a las fuerzas rusas, a la defensiva y obligadas a establecer una nueva línea de frente.
En la región de Járkov (noreste), la red ferroviaria converge en un punto en la estación de Kupiansk Vuzlovyi, y luego se dirige hacia el sur hasta Svatove, en la región de Lugansk, anexionada por Rusia.
Durante los seis meses de ocupación rusa, los trenes transportaron suministros a las tropas de Moscú estacionadas más al sur, lo que convirtió a la estación en un centro logístico vital para las operaciones militares rusas.
Pero la situación cambió en los últimos días.
La contraofensiva ucraniana permite a Kiev retomar amplias franjas de territorio en la región, obligando a los rusos a retirarse.
La estación de tren, aunque muy dañada, está ahora en manos del ejército ucraniano.
“Este lugar siempre ha sido un punto estratégico importante. Es un cruce de mercancías y trenes”, dice “Rosomakha”, un soldado ucraniano cuyo nombre de guerra se traduce como “Glotón”.
Detrás de él, las ventanas de la estación han volado y el vestíbulo está desierto.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, anunció oficialmente la toma de Limán, en la línea del frente. La ciudad está en la región de Donetsk, anexionada por Moscú el viernes.
Limán está “totalmente libre” del ejército ruso, dijo en un vídeo, una importante victoria para Kiev, dos días después de que Moscú formalizara la anexión de territorios ucranianos que su ejército controla total o parcialmente.
“Presas del pánico”
Kupiansk Vuzlovyi se encuentra a 90 km al norte de Limán, a lo largo del río Oskil, a poca distancia de Kupiansk, una ciudad reconquistada por los ucranianos la semana pasada.
Ante sus fracasos, el ejército ruso ha tenido que retirarse precipitadamente en dirección a Svatove, a medio camino de las importantes ciudades de Severodonetsk y Lisichansk, que tanto le costó arrebatar a los ucranianos antes del verano boreal.
Pero esto no preocupa a “Rosomakha” y a sus hermanos de armas, decididos a continuar su marcha hacia la liberación de los territorios ocupados.
“Huyeron presas del pánico y a mediados del verano ya habían redistribuido sus tropas a otros lugares”, dice el soldado, explicando que la captura de varios prisioneros rusos ha dado al ejército ucraniano información sobre los planes de Moscú sobre el terreno.
Según él, el ejército ruso ya ha sido reforzado con reservistas --convocados por cientos de miles de forma precipitada hace menos de diez días por el presidente ruso Vladimir Putin-- para frenar la dinámica de las fuerzas de Kiev.
El militar se muestra confiado y recuerda que “según la legislación ucraniana, estos territorios forman parte de Ucrania”, dice sobre las regiones anexionadas por Moscú, anexiones condenadas por Kiev y sus aliados occidentales.
“Esta es nuestra tierra”, dice, de pie a pocos metros de un gran cráter formado por un bombardeo del ejército ruso en su retirada.
“Soy de la región de Lugansk”, que sigue en gran parte bajo control ruso. “Por eso no me detendré hasta que el último ruso abandone estas tierras”.