Gaza. Los contenidos del celular de Maayan Zin representan tanto la pesadilla que está viviendo como el último vestigio de esperanza que le queda, a la espera de tener noticias de sus dos hijas, posiblemente retenidas como rehenes en Gaza.
“Abro WhatsApp y veo una foto de Dafna sentada en pijama sobre un colchón en Gaza con el comentario ‘en ropa de oración sería mejor’”, dice Maayan Zin, de 52 años, suspirando. Se refiere a su hija de 15 años, quien fue secuestrada por los milicianos del movimiento islamista Hamás junto a su hermana Ela, de ocho.
“Me digo a mí misma que no puede ser real”, asegura Zin a esta agencia. No hay noticias de sus hijas Dafna y Ela Elyakim desde que recibió esta única prueba de vida, que se remonta al 8 de octubre, el día después del ataque sin precedentes perpetrado por el movimiento islamista palestino en suelo israelí.
Dos días antes, el 6 de octubre, sus hijas regresaron de unas vacaciones en Turquía. Maayan fue al aeropuerto para abrazarlas antes de que volvieran a partir, esta vez para pasar la noche en casa de su padre Noam y su pareja Dikla, en Nahal Oz, un kibutz fronterizo con la Franja de Gaza.
Ante las primeras sirenas de alerta del sábado 7 por la mañana, Maayan le escribió a su exmarido. Él la tranquilizó, pero ese fue el último mensaje en la pantalla del grupo familiar.
La terrible experiencia que siguió quedó documentada en video. Al final de la mañana, Dikla comenzó a transmitir un Facebook live desde su cuenta.
En las imágenes, aparecen dos hombres enmascarados con una banda verde de Hamás filmándose en la casa israelí. El padre está ensangrentado y Ela, con los ojos exorbitados de miedo, está arrodillada.
Los familiares intentan comunicarse a través de chat en Facebook. A la 1:20 p.m., uno de los hijos de Dikla, que no se encontraba en su casa, escribe: “Mamá, te amo”.
Su otro hijo, Tomer, de 17 años, quien estaba presente durante el ataque, fue amenazado con un fusil y utilizado “durante varias horas” por sus captores para ir de puerta en puerta en el kibutz y llamar en hebreo a sus vecinos, que estaban refugiados.
“También lo obligaron a entrar en las casas para acorralar a todos”, cuenta Maayan Zin.
Madre asegura: ‘Las veo muertas’
Los cuerpos de Tomer, Dikla y Noam fueron encontrados acribillados a balazos en un terreno baldío.
Nadie sabe por qué, pero Dafna y Ela se salvaron y fueron llevadas a Gaza.
Cientos de combatientes de Hamás se infiltraron el 7 de octubre desde Gaza en suelo israelí, principalmente en los kibutz, donde perpetraron el ataque más mortífero desde la creación de Israel en 1948.
Más de 1.400 personas murieron, la mayoría de ellas civiles, en este ataque sin precedentes de Hamás. Según las autoridades israelíes, el grupo todavía mantiene retenidos al menos 240 rehenes.
Unas 8.800 personas, principalmente civiles, murieron en los continuos bombardeos realizados como represalia por el ejército israelí en la Franja de Gaza, que está sometida a un asedio total, según el Ministerio de Salud de Hamás.
“A veces imagino que las violan, que las golpean, y luego... me digo que hay tantos niños allí, que están obligados a tratarlos bien”, dice Maayan Zin, completamente destrozada.
“Las veo en túneles, en habitaciones sin luz, bajo tierra o refugiándose en hospitales para no ser bombardeadas”, dice. “Las veo muertas, heridas”.
‘Pesadillas’ cada noche gracias a Hamás
Cada mañana, Maayan Zin se apresura a buscar en su teléfono grupos de Facebook, Telegram y WhatsApp, con la esperanza de encontrar un nuevo video de Gaza o un mensaje de los secuestradores.
Le dan sofocos varias veces al día, y termina empapada en sudor, pero controla esos ataques de angustia obligándose a “no colapsar”, porque sabe que, en el caso de que sus hijas regresen, ella será lo único que les quede.
Pero tres semanas después del secuestro, Maayan Zin, que duerme todas las noches con el pijama de sus hijas pegado a la cara para sentir su aroma, también teme pagar un alto precio por esta esperanza que brota de su interior.
“¿A lo mejor mataron a mis hijas? ¿A lo mejor hay 230 cadáveres allí?”, plantea.
Es posible que se requieran “días, semanas, o incluso años, no lo sé”, continúa Zin, temiendo también que sus hijas “vuelvan distintas”.
Entre los escenarios que contempla en el caso de que regresen, se pregunta cómo podrá abrazarlas a las dos al mismo tiempo y también desea “comprar una cama grande para que las tres durmamos juntas”, dice.
Tener hijos rehenes en Gaza, explica, es como vivir en una “montaña rusa constante”. “Solo cuando despierte de esta pesadilla podré empezar a soñar”.