Río de Janeiro. AFP. Los más radicales llaman a no votar o anular el voto, otros que aún creen en el sistema elegirán el “mal menor”: los manifestantes brasileños del 2013 no tienen un candidato claro, pero Marina Silva quiere a toda costa conquistar su voto.
La ecologista, de 56 años, es “sin dudas” la candidata de los “insatisfechos” con el Gobierno para los comicios del 5 del octubre, consideró Mauro Paulinho, director de la encuestadora Datafolha.
“Marina parece ser la candidata que consigue mayor identificación con aquella masa de manifestantes. Supo encajarse con precisión en esta expresiva parcela de electores que rechazaba a los dos partidos hegemónicos y que se decía indecisa”, explicó Daniel Kosinski, un politólogo que participó en las masivas protestas de junio de 2013, en plena Copa Confederaciones.
Rousseff ha ganado terreno ante Silva para la primera vuelta, aventajándola por 13 puntos (40% contra 27%), pero los sondeos muestran que siguen empatadas técnicamente en una eventual segunda vuelta (47% para Rousseff contra 43% para la ecologista).
Lo que comenzó como una protesta mayoritariamente de jóvenes estudiantes de clase media contra el aumento del pasaje de autobús, terminó en un masivo movimiento contra la corrupción y en demanda de mejor transporte, educación y salud.
Sin el apoyo de ningún partido, más de un millón de personas salieron a las calles a protestar en medio de enfrentamientos con la Policía, y lograron que el Gobierno prometiera atender varias demandas.
Más dinero para salud y educación, médicos en zonas aisladas y leyes aprobadas en tiempo récord, se pueden anotar entre sus logros. Pero la reforma política, que elimine por ejemplo la “compra” de votos y cargos públicos y el financiamiento privado de las campañas, está pendiente.
“La sociedad siente que las instituciones políticas no la representan. No es por azar que las manifestaciones del 2013 dieron esta señal”, dijo Silva recientemente.
La ecologista, que defiende una “nueva política”, entró en la contienda en el último minuto, en sustitución de su compañero de fórmula Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño, quien murió en agosto en un accidente aéreo .
Al ser una amenaza real para la reelección de Dilma Rousseff, ganó rápidamente el apoyo de los “anti-PT” (Partido de los Trabajadores, en el poder).
Silva quiere conquistar a los jóvenes manifestantes, pero su ferviente devoción religiosa, sus posiciones contra el aborto y el casamiento gay y su tránsito por varios partidos –PT, Partido Verde y ahora PSB– no la ayudan.
“Marina es una figura incógnita que no me inspira confianza”, expresó Luisa Alves, una profesora de música que participó en el 2013 en varias protestas en Río, hasta que se tornaron violentas.
Lucas Oliveira, del Movimiento Pase Libre, que organizó las primeras protestas contra el alza del pasaje en São Paulo, aseguró que ninguno de los 11 candidatos presidenciales representan al grupo.