Kiev. Un niño de 10 años salta del autobús a los brazos de su padre, en Kiev: es uno de los 17 que, gracias a una Organización No Gubernamental (ONG), pudieron volver a sus hogares tras haber sido llevados a Rusia o a zonas ocupadas por fuerzas rusas en Ucrania.
Denis Zaporozhenko no había visto a su hijo ni a sus dos hijas desde hace seis meses y medio. Todos vivían juntos en Jersón, en el sur ocupado de Ucrania, cuando se separaron, el 7 de octubre, un mes antes de que las fuerzas ucranianas reconquistaran la ciudad.
Este padre de familia explica que aceptó enviar a sus hijos a “campamentos de vacaciones” más al sur, en la Crimea anexada, porque se anunciaban terribles combates en Jersón, con la contraofensiva ucraniana.
Los funcionarios rusos de la escuela en la que estaban escolarizados “prometían enviarlos durante una semana o dos”, explica.
“Cuando nos dimos cuenta de que no debíamos aceptar ya era demasiado tarde”, continúa.
Precisa que pudo hablar con sus tres hijos por teléfono durante esos largos meses de separación.
Para Ucrania, estos niños son parte de los 16.000 que fueron “secuestrados” por los rusos.
Moscú desmiente y se felicita de “salvarlos” de la guerra y de establecer procedimientos para reunirlos con sus familias.
La Corte Penal Internacional (CPI) emitió la semana pasada una orden de detención contra Vladimir Putin, considerando que era presunto responsable del “crimen de guerra de deportación ilegal” de menores.
Intimidación, manipulación y chantaje
Miroslava Kharchenko, jurista de la ONG Save Ukraine la cual organizó la repatriación de los 17 niños, detalla que las autoridades rusas utilizaron “la intimidación, la manipulación y el chantaje” para apoderarse de ellos.
“Decían a los padres que tenían una hora para reflexionar y que si los ucranianos llegaban, traerían mercenarios estadounidenses que los golpearían y violarían”, lamenta.
“Les afirmaban que era ‘la única oportunidad para salvar a sus hijos’”, relata.
La ONG responde a peticiones de padres desesperados que no logran recuperar a sus hijos, ante el rechazo de la administración rusa.
A falta de un acuerdo diplomático entre Kiev y Moscú, la ONG debe someterse a los procedimientos administrativos establecidos por los rusos para cada repatriación.
Por primera vez, la asociación logró organizar un regreso en grupo a Ucrania.
Alquiló un autobús y llevó a algunas de las madres, tras un largo camino, primero hacia el oeste, luego al norte, después al este y finalmente al sur a través de Polonia, Bielorrusia, Rusia y Crimea, ya que no le permitieron cruzar la línea del frente en el sur de Ucrania.
Situación vivida
Varios niños, entrevistados este miércoles por esta agencia, dicen que no sufrieron malos tratos, pero relatan episodios de adoctrinamiento.
“Si no cantabas el himno nacional ruso te obligaban a escribir notas explicativas. Y en Año Nuevo nos mostraron el discurso de Putin”, cuenta Taisia Volinska, de 15 años, originaria de Jersón.
Yana Zaporozhenko, una niña de 11 años de Dionisio, indica que había “muchas” inspecciones de funcionarios rusos en su campamento.
“Nos pedían cantar y bailar cuando había inspecciones”, añade.
Inessa Vertoch, de 43 años, que esperó a su hijo “día tras día”, destaca encontrarlo “más serio”.
“Me mira y me dice: ‘Mamá, no quiero contarte, no dormirías más en la noche’”, subraya.
Miroslava Kharchenko, de Save Ukraine, asegura que los psicólogos atenderán a cada uno de estos niños. E insiste en que los padres no deben regresar a vivir en “zonas peligrosas”.