Ottawa. Los comerciantes del centro de Ottawa se disponían a reabrir sus negocios cuando la protesta contra las medidas sanitarias por la covid se instaló frente a sus puertas. Dos semanas después, los manifestantes siguen allí y los clientes brillan por su ausencia.
“Esta protesta es peor que la covid”, dijo Inaas Kiryakos, propietario de la tienda de ropa Milk, en el centro de la capital federal canadiense, a unos pasos del Parlamento, donde se instaló un convoy de camiones. Desde hace varias semanas, cientos de transportistas ocupan las calles para protestar contra el requisito de vacunación para los camioneros que cruzan la frontera entre Canadá y Estados Unidos.
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Pero el movimiento ahora se amplió a otras demandas y los manifestantes se niegan a abandonar las calles hasta que se levanten todas las medidas sanitarias. A finales de enero, “estábamos muy contentos de ver la reapertura de los restaurantes y por eso la gente vuelve al centro, después de un mes de cierre por el confinamiento en Ontario”, agregó Kiryakos en su tienda repleta de bisutería.
Pero nada salió como estaba previsto. “La llegada de los camioneros solo alargó el confinamiento, pero de manera mucho más dura para nosotros”, explicó. Desde el 29 de enero, las autoridades recomiendan evitar el centro de la ciudad, las calles son inaccesibles para el tráfico y los peatones son escasos.
Así que la mayoría de las tiendas cerraron temporalmente. Otros redujeron el horario. Una docena de tiendas entrevistadas por AFP estimaron sus pérdidas en varios miles de dólares diarios. El centro comercial más grande de Ottawa permanece cerrado desde hace dos semanas luego de ser invadido por manifestantes, algunos de los cuales se negaron a usar mascarilla.
En un comunicado, el grupo propietario del centro comercial de la cadena Cadillac Fairview dijo que se vio obligado a cerrar “debido a preocupaciones de seguridad pública relacionadas con las protestas”, en tanto calificó la situación de “insostenible”.
Ironía
Un poco más allá, la papelería Paper Papier optó por permanecer abierta. “Pero no viene nadie”, lamentó Tom Charleboix, un solitario empleado en medio de exhibidores de bolígrafos, postales y papel fantasía. Los empleados federales de las oficinas cercanas teletrabajan desde hace semanas y ahora evitan el centro.
“Todo esto es muy irónico: el día que todo puede reabrir, al final no es lo que realmente pasa”, indicó descorazonado. “Los bloqueos, las manifestaciones ilegales son inaceptables y tienen un impacto negativo en nuestros negocios”, lamentó el miércoles el primer ministro Justin Trudeau ante los diputados.
Algunas empresas pidieron que se destinen ayudas económicas a comercios y restaurantes afectados por este movimiento de protesta que no decae. En las calles, algunos residentes de la ciudad también se muestran furiosos por la situación, preocupados por los negocios y la vida de la capital canadiense.
Bobby Ramsay es uno de ellos. Solitario en medio de los camiones estacionados frente al Parlamento, sostiene un cartel: “Estás dañando a los residentes de Ottawa. Por favor, vete”.
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