Bogotá. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, afirmó este fin de semana frente al nuevo alto mando militar que las tropas deben prepararse para ser un “ejército de paz”, tras décadas de conflicto interno que su gobierno quiere extinguir mediante negociaciones con grupos armados.
En una ceremonia celebrada en una escuela de cadetes en el norte de Bogotá, Petro fijó un nuevo rumbo para las Fuerzas Armadas, que por primera vez juraron lealtad a un exguerrillero.
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El primer mandatario de izquierda de Colombia, que se rebeló en armas en los setenta contra el Estado antes de firmar la paz en 1990, avisó a las tropas que deben cambiar la concepción de guerra ante su decisión de dialogar con el ELN, la última guerrilla reconocida, y plantear acuerdos con los demás grupos para que cesen la violencia a cambio de beneficios penales.
“Se trata de cambiar la concepción misma (...) lo que se le demanda por parte del pueblo colombiano (...) es un ejército que empiece a prepararse para la paz, que termine, ojalá si lo logramos, como un ejército de paz”, declaró Petro en presencia de la nueva cúpula de las Fuerzas Armadas, que nombró el 12 de agosto.
Con la designación de los nuevos mandos, Petro precipitó de manera inédita el retiro de una treintena de generales del Ejército y la Policía.
El gobernante enfatizó que su mayor “reto” es levantar los “pilares fundamentales de una paz que se vuelva definitiva”, tras lo que llamó una “violencia permanente” y “una guerra perpetua”.
Petro recibió el reconocimiento como comandante en jefe de 228.000 militares y 172.000 policías que sumados componen las fuerzas armadas más numerosas del continente después de las de Brasil.
A lo largo de décadas, Estados Unidos ha destinado millonarios recursos en su instrucción y equipamiento contra el narcotráfico y los grupos rebeldes.
Soberanía y drogas
El presidente colombiano señaló que el futuro “ejército de paz” deberá ocuparse de la “función esencial de defender la soberanía nacional”, ante amenazas como el crimen organizado en torno al narcotráfico.
“Puede afectar nuestra soberanía nacional el empoderamiento de carteles extranjeros de la droga que cada vez dominan más nuestro territorio (...) Ese crimen multinacional puede traer aquí armas más poderosas que las que podemos comprar (...) puede traer mercenarios y extranjeros y volverlos parte de la violencia colombiana”, agregó.
En ese sentido, subrayó nuevamente el “fracaso” de la lucha antidrogas: “Mientras se mantenga una política equivocada contra las drogas seguirán los colombianos matándose entre sí (...) tenemos que presionar cambios mundiales en la concepción” del problema.
En su mensaje a los militares, Petro los invitó a asumir además el cuidado “desde ya de la selva amazónica” como un “asunto de seguridad nacional”, debido al voraz avance de la deforestación, así como los convocó a desarrollar industrias en el sector del transporte aéreo y fluvial.
Asimismo, dentro de plan para transformar las Fuerzas Armadas planteó el acceso gratuito a las escuelas militares y un nuevo sistema de ascensos que permita que un soldado llegué a general, y no únicamente los oficiales.
El nuevo gobierno está tras ambiciosas reformas que incluyen la terminación del conflicto interno mediante diferentes negociaciones con los grupos que siguieron en armas tras el acuerdo de paz de 2016 con la ya disuelta guerrilla de las FARC, convertida en partido político.
Previo a la ceremonia militar, Petro suspendió las órdenes de captura y de extradición de los negociadores del ELN en Cuba para avanzar en un proceso de paz con esta organización rebelde, la última reconocida en el país.
Al mismo tiempo amplió su oferta de diálogo al Clan del Golfo, la mayor organización armada del narcotráfico, que también se hace llamar Autodefensas Gaitanistas de Colombia.
A diferencia de su trato al ELN, Petro le propuso al Clan una negociación jurídica para que se sometan al Estado a cambio de beneficios penales que todavía no ha especificado.
Colombia, el mayor proveedor mundial de cocaína, esta sumida en un lucha interna de más de seis décadas que dejan más de nueve millones de víctimas entre muertos, heridos y desplazados.