MONTEBELLO, Puerto Rico
Varios familiares ayudaron a Maribel Valentín Espino a encontrar cobijo cuando el huracán María azotó su localidad en el norte de Puerto Rico. Los vecinos formaron brigadas de voluntarios para cortar árboles caídos y despejar carreteras de montaña tras la tormenta. Ahora, amigos y un rancho local proporcionan el agua que necesitan para sobrevivir en el calor tropical.
Valentín y su esposo dicen que no han visto a nadie del Gobierno de Puerto Rico, ni mucho menos de la Agencia Federal de Gestión de Desastres (FEMA, por sus siglas en inglés) desde que la tormenta barrió la isla el 20 de setiembre. María mató al menos a 16 personas, dejó a casi todos los 3,4 millones de habitantes sin electricidad y a la mayoría sin agua corriente.
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Mientras enseñaba el martes a periodistas de The Associated Press los restos empapados de su casa, Valentín dijo que estaban esperando la ayuda de la FEMA.
Muchos otros esperaban ayuda, ya fuera del Gobierno federal o el puertorriqueño. Pero la devastación es tan amplia y los esfuerzos de auxilio tan concentrados en San Juan que mucha gente fuera de la capital dice haber recibido poca o ninguna asistencia.
Valentín, su esposo y su hijo adolescente viven en una de esas zonas, Montebello, a 20 minutos por carretera de la localidad costera de Manatí, en el norte, en una zona montañosa que antes mostraba bosques frondosos. Los vientos del huracán, de categoría 4, arrancaron las hojas y dejaron los árboles desnudos como palos.
Con sus propias manos.Las carreteras ya son transitables, pero la población sigue aislada. Los vecinos afirman que no ha llegado nadie ni del Gobierno, ni de la ciudad.
La misma queja se oía en la ciudad sureña de Yabucoa, la primera golpeada por María cuando embistió la isla con vientos de unos 250 kilómetros por hora.
En un río cercano, docenas de personas se congregaron para bañarse y lavar ropa, mientras protestaban por la falta de asistencia.
La recuperación en la primera semana desde la tormenta ha sido principalmente obra de los afectados. La gente recoge agua de pozos y arroyos, despeja carreteras y repara sus casas cuando no espera en filas que duran un día entero para conseguir combustible. Para la mayoría, el único indicio visible de autoridad son policías que dirigen el tráfico, un servicio clave porque los semáforos han dejado de funcionar en toda la isla.
Apoyo federal. Hay varios miles de trabajadores federales en Puerto Rico ayudando con las labores de recuperación.
Los empleados de distintas agencias federales proporcionaron combustible a hospitales y llevaron comida y agua que se necesitaba con desesperación en poblaciones afectadas de toda la isla. Han reparado los sistemas de control de tráfico aéreo y devuelto la electricidad al aeropuerto, que recibe unos 100 vuelos al día, pero está lejos de funcionar al ritmo normal.
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Los agentes estadounidenses también han prestado seguridad en toda la isla, y la Guardia Costera trabaja con autoridades locales para restaurar puertos de mar, un vínculo vital porque Puerto Rico depende casi por completo de las importaciones.
Además, equipos del Cuerpo de Ingenieros del Ejército ayudan a reparar la red eléctrica y a inspeccionar y buscar formas de evitar el colapso de una presa cerca de la localidad occidental de Quebradillas.
El gobernador, Ricardo Roselló, y la comisionada residente, Jennifer González, representante de la isla en el Congreso, han dicho que pedirán más de $1.000 millones d de asistencia federal y han elogiado la respuesta al desastre de la FEMA y del presidente, Donald Trump, que tiene previsto visitar Puerto Rico la próxima semana.
Aun así, es difícil negar que la respuesta es diferente a otras anteriores. Después de los huracanes en Luisiana, Texas y Florida, oleadas de camiones de compañías eléctricas de otros estados llegaron en largas caravanas, algo que obviamente no es posible en una isla situada 1.600 kilómetros al sureste del continente.
Tras el devastador sismo en Haití, en enero del 2010, el Ejército de Estados Unidos envió barcos y el cielo parecía lleno de helicópteros de transporte y aviones con ayuda de emergencia, aunque la escala de ese desastre era mucho mayor.
El huracán María es el más fuerte que golpea Puerto Rico en casi 100 años y las autoridades dicen que el coste de la recuperación dejará en poco el del duro huracán Georges en 1998. Sea cual sea la factura final, Valentín confía en que tenga en cuenta a gente como ella, y afirma que si la FEMA les ayuda, reconstruirán de nuevo.