Moscú. El presidente ruso Vladímir Putin celebró el jueves el “éxito” de sus tropas al tomar la ciudad portuaria de Mariúpol, en el sureste de Ucrania, y descartó un asalto final a la zona industrial donde se atrincheraron los últimos resistentes.
Después de aguantar casi dos meses de asedio y bombardeos, las últimas tropas ucranianas están escondidas en la enorme acería de Azovstal de esta ciudad del mar de Azov, estratégica en el plan de Moscú de unir los territorios prorrusos del Donbás y la península de Crimea, ya anexada en el 2014.
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Los ultimátum lanzados por Rusia no han llevado a la rendición de estos soldados. Uno de sus comandantes, Sviatoslav Palamar, del batallón Azov, pidió “garantías” de seguridad a los países occidentales para dejar el recinto donde, según Kiev, también hay alrededor de 1.000 civiles. En este contexto, “considero que el asalto propuesto de la zona industrial no es apropiado. Ordeno anularlo”, declaró Putin en un encuentro con su ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, difundido por la televisión.
“Se tiene que pensar (...) en la vida de nuestros soldados y oficiales, no se tiene que penetrar en esas catacumbas y arrastrarse bajo tierra”, prosiguió. “Bloqueen toda la zona de tal forma que no pase ni una mosca”, ordenó. El ministro Shoigu indicó que unos 2.000 militares ucranianos resisten en ese complejo, sin evocar el número de civiles.
Evacuaciones en Mariúpol
Casi desde el inicio del conflicto el 24 de febrero, Mariúpol ha sido uno de los lugares donde se ha concentrado la ofensiva rusa. Las autoridades locales temen la muerte de más de 20.000 personas en la localidad, debido a los bombardeos, pero también por la falta de agua, comida y electricidad.
El Ejército ruso controla gran parte de la ciudad desde hace días e incluso permitió la entrada de algunos periodistas occidentales que pudieron contemplar sus calles devastadas. Durante el asedio, las evacuaciones de civiles fueron raras y a menudo peligrosas. Aun así, el jueves, la vice primera ministra ucraniana Irina Vereshchuk afirmó que cuatro autobuses con civiles pudieron dejar la ciudad y se espera que otros salgan durante la jornada.
Por delante les espera un periplo de 200 km hasta Zaporiyia, salpicado por numerosos puntos de control en medio de una región inmersa en combates. Desde finales de marzo, cuando Rusia retiró a sus tropas del norte y de los alrededores de Kiev, el este y el sur de Ucrania se han convertido en escenario principal de la guerra. Las fuerzas rusas “mantienen sus disparos de artillería sobre toda la línea del frente”, manifestaron las autoridades ucranianas el jueves por la mañana.
Los combates son especialmente intensos en los alrededores de Izium, hay “bombardeos incesantes” en Popasna y Rubizhne en la región de Lugansk y nuevos ataques en Mikolaiv, en la ruta hacia Odesa, que han dejado un muerto y dos heridos, afirmó el gobernador Vitali Kim. “La situación se complica de hora en hora”, escribió en Telegram el gobernador de Lugansk, Sergei Gaidai. “Pónganse a salvo (...) ¡Salgan!”, alertó.
‘1.020 cuerpos de civiles’
Las autoridades locales han llamado a la población civil a dejar la zona del frente, especialmente tras los descubrimientos de decenas de cadáveres en varias localidades cerca de Kiev ocupadas hasta finales de marzo por los rusos.
Desde entonces, han llegado a las morgues de la región de Kiev “1.020 cuerpos de civiles, únicamente civiles”, comentó Olga Stefanishyna, vice primera ministra ucraniana para la Integración Europea y Euroatlántica, desde Borodianka. En esa ciudad a 54 km de la capital, la policía denunció el hallazgo de nueve cadáveres de civiles enterrados en dos fosas.
“Estas personas fueron asesinadas por los ocupantes (rusos) y algunas de las víctimas muestran signos de tortura”, aseveró el jefe de la policía local, Andrii Nebytov. En Borodianka, como en Bucha, cuyas calles aparecieron sembradas de cadáveres, algunos con las manos atadas a la espalda, Kiev denuncia “crímenes de guerra” de Rusia, que rechaza dicha acusación.
Una guerra larga
La batalla por el Donbás, la cuenca minera oriental donde Kiev combate con separatistas prorrusos desde el 2014, y parte del sur del país se anuncia larga. La toma de Mariúpol y el establecimiento de un corredor bajo control ruso hasta la península de Crimea puede permitir a Moscú reforzar sus posiciones en la línea más al norte, cerca de Járkov, la segunda ciudad ucraniana.
Al mismo tiempo, la resistencia ucraniana se anuncia feroz, especialmente con el aumento sustancial de la ayuda militar de Estados Unidos y de varios de sus aliados occidentales. Después de mucho dudar, Israel indicó el miércoles que aceptaba por primera vez enviar equipos de protección a Ucrania.
Y el jueves, el gobierno alemán aseguró que Kiev recibirá próximamente “carros de combate y blindados” de los países del este de Europa. En un aviso a navegantes, Moscú probó el miércoles un misil balístico “que quienes pretendan amenazar a nuestro país se lo piensen dos veces”. Aun así, el desfile de líderes occidentales sigue en Kiev.
Si el miércoles viajó el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, que prometió que la Unión Europea hará todo lo posible para “garantizar que Ucrania gane la guerra”, el jueves acudieron el presidente del gobierno español Pedro Sánchez y la primera ministra danesa Mette Frederiksen.
“Conmovido al comprobar en las calles de Borodianka el horror y las atrocidades de la guerra de Putin”, escribió en Twitter el jefe de gobierno español, junto a una imagen de una parte en ruinas de la ciudad, que pudo visitar. “No dejaremos solo al pueblo ucraniano”, agregó.
Algunos diplomáticos occidentales temen, sin embargo, que el alargamiento de la guerra debilite la unidad de acción en las medidas contra Rusia. Si la guerra se concentra en el Donbás, lejos de Kiev y de las fronteras de la OTAN, el sentimiento de urgencia y unidad de Occidente puede a la larga disminuir. “Es un desafío”, aseguró un diplomático.
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