El Cairo
El movimiento rebelde chií de los hutíes tomó este martes el palacio presidencial de Saná y bombardeó la residencia del jefe de Estado, Abdo Rabu Mansur Hadi, en un nuevo golpe de efecto en su disputa con las autoridades de Yemen, país que vive sumido desde hace meses en el caos.
También conocidos como Ansar Alá (seguidores de Alá), los hutíes son fieles al clérigo Abdelmalek al-Huti, sucesor del fundador del movimiento Husein Badrudin al-Huti, padre de Abdelmalek y muerto en en un enfrentamiento con el ejército en 2004.
De confesión musulmana, son chiitas de la rama de los zaidíes, que representan entre el 30% y el 50% de los 25 millones de habitantes que pueblan Yemen, el país más pobre de la península Arábiga.
Su principal feudo es la provincia septentrional de Saada, que controlan desde 2010, aunque en los últimos meses han expandido su dominio a otras zonas del país, incluida la capital Saná.
El conflicto armado con el Gobierno central estalló a mediados de 2004, en una revueltas que fueron sofocadas por el Ejército apoyado por las fuerzas armadas saudíes.
En agosto de 2009, un nuevo brote de violencia enfrentó a las milicias hutíes y las fuerzas leales a Saná, que de nuevo solicitaron la ayuda de Riad para sofocar la rebelión que se prolongó hasta febrero de 2010.
Cientos de personas perdieron la vida y miles se vieron obligadas a abandonar sus hogares.
Con el estallido de la Primavera Árabe en 2011, que forzó la renuncia del entonces presidente Ali Abdalá Saleh en favor de Hadi, los hutíes se unieron a las protestas con la esperanza de ver cumplidas sus reivindicaciones.
Hadi se comprometió a elaborar una nueva Constitución y a convocar elecciones legislativas y presidenciales en 2014.
En el marco de su política de reconciliación convocó una Conferencia Nacional para el Diálogo que concluyó en enero de 2014, y en la que participaron distintas fuerzas que acordaron la creación de una federación compuesta por seis estados.
Sin embargo, los hutíes, que solo aceptan un Estado de dos provincias, y otros grupos del sur del país denunciaron la ralentización de la aplicación del diálogo.
Las tensiones por el fracaso de las conversaciones sumadas a las decisión del Ejecutivo de retirar los subsidios a los carburantes desataron una oleada de protestas por parte de los hutíes que, el 19 de agosto, comenzaron a desplegarse en los alrededores de la capital para presionar al Gobierno.
A pesar de que Hadi respondió con la bajada de precios de los combustibles y alcanzó un acuerdo con los rebeldes, el 19 de setiembre, los hutíes irrumpieron en Saná y en unos pocos días se hicieron con el control de un gran número de instalaciones militares y gubernamentales.
Gracias a la mediación de la ONU, los hutíes y Hadi alcanzaron un nuevo compromiso y el primer ministro, Mohamed Salem Basandawa, renunció para facilitar la formación de un Gobierno de consenso, que sería encabezado por Jaled Mahfuz Bahah, designado primer ministro el 13 de octubre.
El pacto alcanzado en setiembre estipulaba, aparte de la retirada de los milicianos hutíes de las ciudades, la presencia de este movimiento en todos los órganos del Estado, tanto civiles como militares.
Por ello, en las últimas semanas, gente afín al movimiento ha sido nombrada en altos puestos, como es el caso del general Abdelrazeq al Maruni, designado jefe de las Fuerzas de Seguridad Especiales.
Aun así, Ansar Alá, con el joven Abdelmalek al-Hutí a la cabeza, reclama que se paralice la elaboración de la nueva Constitución, una mayor participación en el poder, un pacto contra la corrupción y la aplicación de los acuerdos de setiembre de 2014.
Los hutíes no solo no se han retirado de la capital, como exigían estos pactos, sino que han extendido su control a otras seis regiones del país.
Su expansión ha redoblado las tensiones con la organización terrorista al-Qaeda, muy presente en el sur del Yemen y con varias tribus de las zonas que dominan.