Roma
La llegada de unas 27.000 personas en octubre batió todos los récord de registro de entradas de migrantes de los últimos años a Italia y el problema de la acogida comienza a generar fuertes resistencias en la península.
El aumento gradual de llegadas demuestra también que las redes de traficantes de personas que operan en Libia se han especializado, pero también puede ser una reacción a los acuerdos entre la Unión Europea y Trípoli para frenar las salidas.
Según las estadísticas del Ministerio del Interior divulgadas el jueves, 26.161 migrantes, casi todos procedentes de África occidental y el Cuerno de África, desembarcaron en octubre en Italia, a los que se suman los cerca de 1.000 migrantes rescatados el jueves en el mar Mediterráneo.
En los últimos veranos, una sola vez se había superado la cifra de 25.000 en un mes.
En total 159.000 personas han ingresado ilegalmente en la península desde el comienzo del año, superando las 153.000 del 2015 y acercándose al récord de 170.000 en el 2014.
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"Debe haber una mejor organización por parte de los contrabandistas que tienen capacidad para transportar 11.000 personas en dos días", comentó Flavio Di Giacomo, portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
"Los inmigrantes se deciden a hacer la travesía porque temen que el camino sea bloqueado en pocos meses", explicó al citar el programa europeo iniciado esta semana para entrenar a guardacostas de Libia en esa labor.
"Los migrantes no quieren ser rescatados por los guardacostas libios, porque se los llevan a centros de detención en ese país, donde inicia de nuevo el ciclo abusos y violencia que han padecido", sostiene.
"Hemos escuchado numerosos testimonios alucinantes de migrantes torturados, violados, desnutridos y que han muerto en Libia", sostiene.
Italia, país que coordina importantes operaciones en mar para salvar migrantes, tiene el difícil reto ahora de alojarlos dignamente, ya que con el cierre de las fronteras decidido por los otros países europeos, de hecho se quedan en su territorio.
En los centros de acogida –entre ellos muchos hoteles reformados– alojaban 66.000 personas a finales del 2014, 103.000 a finales del 2015.
En el 2016 la cifra llegó a 171.000, y los prefectos están luchando para encontrar nuevas instalaciones.
A pesar de la buena voluntad del gobierno, que fijó como objetivo alojar un promedio de tres migrantes por cada 1.000 habitantes, muchos alcaldes se resisten, en ocasiones con el apoyo de la población local.
El lunes, el pueblo de Gorino, de solo 700 habitantes, ubicado al norte, en el delta del río Po, levantó barricadas para impedir la llegada de 12 mujeres migrantes a un hotel-bar asignado por el prefecto.
"Esa no es la verdadera cara de Italia", comentó el ministro del Interior, Angelino Alfano, tras autorizar que la mujeres sean instaladas en otros municipios.
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El partido xenófobo Liga Norte, aprovechó para elogiar a la población por ser el emblema de "la resistencia contra la dictadura de la hospitalidad".
El jueves, frente a un cuartel de Milán que debe alojar a 300 migrantes, el líder de ese partido, Matteo Salvini, pidió a las fuerzas de seguridad que se rebelen contra las órdenes del Estado.
"Se sabe que muchos hombres y mujeres de la policía, de los carabineros, de la marina suelen confesar en voz baja que están cansados de ayudar a instalar a aquellos que luego deben perseguir", aseguró.
"Obedecer es correcto, pero desobedecer órdenes erróneas es justo", clamó.
"Una provocación muy grave e irresponsable", respondieron los sindicatos de la Policía.