Izium. En las ciudades de Kupiansk, Izium y Balaklia, en el este de Ucrania, recién conquistadas por las fuerzas ucranianas, se hacen relatos de detenciones arbitrarias y torturas perpetradas por los ocupantes.
En el hospital de Izium, Mijailo Tchindei, de 67 años, volvió a caminar hace poco. Su brazo enyesado es un doloroso recuerdo de la presencia rusa en la ciudad.
“El 27 de agosto por la noche, la escuela cerca de mi casa fue bombardeada”, dijo a la AFP. “Había soldados rusos ahí y hubo muchos muertos y heridos”, recordó.
Tras ese bombardeo, los rusos detuvieron a Tchindei, acusándolo “de haber dado las coordenadas de la escuela a las fuerzas ucranianas”. Querían saber donde estaban las tropas ucranianas y si se comunicó con ellas.
"Me pusieron una bolsa en la cabeza (...) y cuando pude ver, reconocer el lugar, era el puesto de policía de Izium", dijo.
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En este edificio de tres pisos, alcanzado por los bombardeos, Tchindei mostró la celda de cinco metros por cinco metros donde fue retenido durante 12 días antes de la llegada de las tropas ucranianas.
Había hasta ocho en esta celda en un sótano húmedo, contó. Encontró, pegado al muro, un pedazo del saco que utilizó como venda.
"En el segundo día me quebraron el brazo. Una persona me sostenía la mano y otro me pegaba en el brazo con una barra de metal. Me golpearon durante dos horas cada día. Perdí el conocimiento varias veces", aseguró.
"Me golpearon los tobillos, la espalda, las piernas y los riñones", agregó Tchindei.
En el sótano del edificio, otros detenidos se encontraban en unas diez celdas repartidas en dos niveles. “Vi unas 15 personas”, aseguró, y “nadie salía del lugar sin haber sido golpeado”.
"Oía gritos de gente todo día y noche, los siete días de la semana", dijo el hombre. Una mujer detenida no lejos de su celda gritaba "muy fuerte", dijo. Según él, al menos un hombre murió en el sótano.
‘Me llevaron allí con una bolsa en la cabeza’
En el primer piso del puesto de policía, un joven oficial, quien llegó de Járkov para investigar sobre eventuales crímenes de guerra, comenzó a redactar su informe en una de las oficinas donde reina un gran desorden: expedientes en el suelo, sillas rotas, muebles volteados.
“Tenemos mucho trabajo”, dijo el hombre, quien rechazó dar su nombre. “Los investigadores deben verificar todo, inclusive las huellas digitales”, dijo, para compararlas con las halladas “en Bucha (cerca de Kiev) o en otros lugares donde se cometieron crímenes de guerra”.
Según él, los presuntos casos de tortura serán revisados por los investigadores que llegaron a Izium el domingo. En una habitación, más de un centenar de pasaportes ucranianos yacen en el suelo, sobre un viejo canapé y sobre un pupitre.
A unas decenas de kilómetros de ahí, en Kupiansk, Maryna Mijailychenko, de 32 años, camina rápidamente por la calle. Con pánico, trata de lograr un medio para huir de los bombardeos incesantes en torno a la ciudad.
Detenida durante la ocupación rusa, pasó una semana en la cárcel. "Mi hermano está en el ejército ucraniano", dijo para explicar su detención, y agregó que no fue torturada.
Un poco más lejos en la ciudad parcialmente destruida, un voluntario apodado “Bronik” explicó que “la policía detenía y torturaba a quienes combaten en el ejército desde 2014, y a los proucranianos”.
“No sé si esa gente murió por las torturas. Pero hubo gente herida físicamente. Con las manos rotas”, dijo el hombre.
En Balaklia, en la misma región, Viktor Priliepov, de 68 años, relató que fue retenido durante tres días en el puesto de policía por los ocupantes rusos.
“Me llevaron allí con una bolsa en la cabeza y me encerraron en la celda”, dijo.
Interrogado especialmente sobre su hijo, que está en el ejército ucraniano, no fue maltratado según él por sus “problemas de salud”. Pero otros tuvieron menos suerte que él y fueron golpeados, afirmó.
El viernes, el jefe de la policía nacional ucraniana, Igor Klymenko, había anunciado el descubrimiento “de al menos diez salas de tortura en localidades de la región de la región de Járkov”.
El presidente ucraniano Volodimir Zelenski calificó luego a los ocupantes rusos de “asesinos” y “torturadores”.