
En la estación Carlos Gardel del subterráneo de Buenos Aires un mendigo pide limosna. Aunque su físico desgastado, su voz pausada y sus energías agotadas sugieran lo contrario, no es un mendigo como cualquier otro.
Su nombre es Santiago Pinetta y es el periodista responsable de uno de los casos más emblemáticos de investigación de los años noventa en Argentina: el contrato informático IBM-Banco Nación.
Pinetta, quien actualmente se acerca a su cumpleaños número 84, fue la persona que denunció el mega fraude al Estado de casi $250 millones –gestado en 1994– mediante la contratación de la empresa IBM para la informatización del Banco Nación.
Sin trabajo desde hace años y con una pensión escasa, Pinetta depende de la caridad de la gente para mantenerse. Su estado de salud no lo deja ir todos los días. Las tardes que sí va se acomoda en un banco, extiende su mano temblorosa y espera que ese día sea, por favor, mejor que ayer.
"Tengo que hacer esto porque no tengo plata para comer y comprar los remedios", le dice al medio argentino Todo Noticias (TN). “Con una jubilación mínima (equivalente a $388) no me alcanza para nada. Esto me ayuda. La gente colabora”.

En la cima
Ese delgado anciano, de pelo y barba blanca, estuvo en el centro de la escena política del país sudamericano hace casi tres décadas. Hoy, tiene una doble operación de by pass coronario, cataratas en la vista, artrosis en sus rodillas y cuentas que pagar que no cierran con el dinero de su retiro.
Los golpes a su salud, sin embargo, aún dejan contemplar su lucidez mental y su vasta cultura y formación.
Desde 1945, Pinetta trabajó en los más grandes diarios de Argentina, como La Nación , El Mundo , La Razón , Clarín y en las revistas Primera Plana y El Informador Público . Fue también corresponsal de medios extranjeros y autor de ficción y poesía.
La investigación periodística fue la que le trajo más problemas.
“En su libro La Nación Robada , el periodista develó las maniobras de corrupción que rodearon la operación entre el Nación e IBM, por casi $250 millones, y el propio Pinetta acudió en 1994 a los Tribunales Federales para radicar la denuncia que dio origen a una investigación penal que fue ventilada en un juicio oral”, publicó el medio El Intransigente. “Al día de hoy, hay siete acusados en la causa que se declararon culpables y acordaron con la fiscal Sabrina Namer ser condenados a penas de entre tres y dos años y tres meses de prisión en suspenso, además de una suma de 18 millones de pesos. No hay ninguno preso”.
La Nación de Argentina asegura que este fue, quizás, el primer caso de corrupción del mandato del presidente Carlos Menem que pudo esclarecerse en su casi totalidad, con involucrados que confesaron haber cobrado alrededor de $37 millones de en sobornos.

“Fue el único caso en el que logró recuperarse, gracias a la colaboración de Suiza, parte de los sobornos: $7 millones que, de no haber sido por Pinetta, hoy estarían en el bolsillo de varios exfuncionarios del Banco Nación”, publicó el medio en una entrevista con Pinetta realizada en el 2004. “La ironía es que una década después de la denuncia, con varios personajes elevados a juicio oral, Pinetta, de –en ese entonces– 71 años, sin trabajo ni jubilación y a punto de ser desalojado, se encuentra en una situación económica más difícil de lo que su dignidad le permite confesar”.
Buscar la verdad
Su investigación le pasó la factura. Pinetta sufrió cuatro atentados que le dejaron fracturas, dientes quebrados y heridas cortantes en su tórax y abdomen. Del último, el 31 de julio de 1996, solo recuerda haberse despertado en el Hospital Ramos Mejía en Buenos Aires. Tenía “tatuado” tres letras en su pecho con un bisturí: IBM.
El anciano de 83 años rechazó la ayuda de las autoridades locales que le ofrecieron una propuesta de contención a través del programa Protección e Inclusión de la Tercera Edad. “Por dignidad” se niega a participar de él. El Estado tampoco puede forzarlo a formar parte.
"Hace exactamente un año lo vimos pidiendo limosna e hicimos varios intentos para que ingresara a nuestro programa, pero él solo quería trabajar de lo suyo, ni siquiera aceptó dar talleres literarios", le dijo a TN Mariana Bauni, directora de Protección e Inclusión.

“A lo largo de los años no significó un cambio ni una sola condena”, aseguró en el programa televisivo Intratables. “Eso me decidió a hacer un enorme sacrificio que no me gusta hacerlo, pero me lo tomé un poco con humor. Resulté yendo a la estación Gardel. Ese es el destino mío en este momento… destino que pienso cambiar”.
Está consciente de que su actividad periodística en medios ha mermado, pero no así en su cerebro. “Tampoco ha cesado mi voluntad de escribir. Tengo varios libros prácticamente escritos sobre nuestro país que sufre esta desgracia terrible del delito organizado, que si no se toman medidas severísimas vamos hacia un abismo cada vez más cercano”, agregó. “De todos modos, yo no me pienso rendir a mis 83 años y continuaré peleando por la verdad”.